Mi pelo

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Hay días de pelo bueno, de pelo malo. Épocas que recordamos por nuestros peinados, otras que queremos olvidar por la misma razón. Más allá de las tendencias, nuestro pelo carga siempre con una historia. De aceptación, de necesidad de cambio, de identidad.




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Camisa, Cosima, $68.000[/caption]

A todo color

"Heredé mi color de pelo de mi bisabuela materna, pero asumí el naranja hace no demasiado. Siento que por ser arquitecta he forjado una fijación por lo estético, donde el color ha cobrado particular protagonismo. Y ahora me encanta tenerlo diferente. Vestirse nunca había sido tema para mí, pero desde que me acepté como colorina empecé a jugar con los contrastes. Cuando me tiño las canas le pido expresamente al peluquero que me resalte mi color. Siempre se ríe y me dice que cualquier otra clienta lo mataría si le dejara aunque sea un poco de naranja en la cabeza".

Loreto Lyon (40), arquitecta.

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Camisero de seda, Té Verde. Consultar precio en tienda.[/caption]

Querer mis rulos

"Mi pelo es el sello que me identifica, pero no siempre fue así; en mi adolescencia soñaba con dejar de ser crespa. Pasé años alisándomelo. Primero me hacía la toga, que consistía en enrollarlo mojado alrededor de la cabeza, extendiéndolo desde las raíces hasta las puntas hasta que estuviera seco, y después durante años fui a la peluquería para ocultar mis rulos. Pero al cumplir 30 me rebelé y decidí aceptarlo. Cuando viajo a Vietnam en busca de telas para mi tienda la gente me reconoce por mi pelo, y como no suelen ver crespos hasta me piden fotos. Creo que no vale la pena tratar de cambiar nuestro aspecto, es mejor aceptarse y quererse. Yo ya no me imagino lisa". Salka Tennen (61), diseñadora y fundadora de Té Verde.

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Camisa, Wados, $26.990. Pantalón, Tricot, $12.990.[/caption]

Pelo XL

"Toda mi vida he usado el pelo muy largo, hasta más abajo de las caderas. Mi mamá también usaba el pelo así cuando joven, incluso más largo que el mío. Lo que más me gusta de usarlo así es que puedo hacer muchísimas cosas con él. Todos los peinados se ven bien. Me gusta hacerme trenzas o probar con looks diferentes a mi pelo natural, que es completamente liso. Hubo un tiempo en el que estuve encrespándolo mecha por mecha. Me demoraba hasta dos horas y me quedaban unos rulos muy marcados, casi como un afro. Me encanta poder hacer ese tipo de cosas, porque solo cambiando mi pelo puedo verme como una persona distinta". Conny Cofré (22), estudiante.

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Camisa, Wados, $27.990[/caption]

Rubio Natural

"No sé por qué será que en Chile se da una cosa especial con las rubias. Constantemente te dicen que lo cuides y que hagas cosas para que el color no se te vaya. Yo me lo cuido, pero no me quita el sueño. En la adolescencia se me oscureció y de grande me lo he platinado o me lo he teñido más oscuro. A veces he vivido ese prejuicio de que las rubias tenemos fama de ser tontas, pero la verdad es que nunca me he sentido identificada con eso. Me gusta ser rubia porque siento que es un color que ilumina la cara, pero no me creo para nada un sex symbol". Magdalena Abascal (29), socia fundadora del restaurante Laiki y de Nuit Sleepwear.

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Enteritos, Pas Denom, $119.000 cada uno. Collar, Lounge, $7.990.[/caption]

Canas jóvenes

"Las canas me empezaron a salir a los 12 años. Al principio eran pocas, pero en esa época como era tan chica me las teñía con ayuda de mi mamá. A pesar de que era muy niña, no me complicaba contarles a mis amigas que me salían canas. A mi papá se le puso el pelo completamente blanco cuando era superjoven, y creo que por eso a mí también me salieron prematuramente. Cuando estaba en la universidad decidí que no quería teñirme más. Me pasa bastante seguido que mujeres que tienen canas me dicen que me encuentran valiente por mostrar las mías y que ellas no se atreven porque el cambio les parece muy brusco o radical. También hay gente -sobre todo personas mayores- a quienes no les gusta, y me lo hacen saber. A pesar de que igual me preocupa que en el futuro las canas me hagan ver mayor de lo que realmente soy, estoy en un momento de la vida en que me acomodan. Siento que son parte de mí". Antonia Cafati (36), cocinera y productora.

Blanco y largo

"Toda mi vida tuve el pelo muy oscuro, casi negro, pero hace 10 años comenzaron a salirme canas. Las primeras que tuve fueron dos mechones en la parte del frente de la cabeza, como una especie de cintillo. Desde un principio me gustaron porque sentí que le daban luminosidad a mi cara. Quizás porque las canas aparecieron de esta forma, tenerlas no fue tema para mí. Nunca lo vi como algo negativo, sino todo lo contrario. Jamás me las he teñido, ni tampoco cambié mi look, porque siempre me ha gustado usar el pelo largo. Afortunadamente mi pelo no se ha debilitado y trato de intervenirlo lo menos posible. Cada cierto tiempo me lavo con infusiones de ortiga o canela que preparo yo misma o me hago masajes con aceites, pero me esfuerzo para que todo sea natural. Mi objetivo es cuidarlo".

Helia Witker (56), diseñadora de vestuario.

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Aros, Bamboleira en Cosima, $51.000. Polera, Pas Denom, $89.000. Collar, @nicole.albagli en Pas Denom, $140.000.[/caption]

Fin a los estereotipos

"Cuando decidí cortarme el pelo me paré frente al espejo, puse música y me pasé la rasuradora. Había usado el pelo largo porque es común que a las niñas nos lo dejen crecer. Se asocia a ser femenina, a ser bonita. A muchos no les gusta como me veo y me lo hacen saber, pero a mí me encanta. A veces me pregunto por qué no les complica que un hombre se rape y una mujer sí. Nunca me pelé con la intención de demostrar algo, pero una vez que lo hice sentí que tenía un nuevo poder, ese de no dejarse llevar por los estereotipos. El pelo es una herramienta, y actualmente ya no tengo ese refugio que es poder ocultarme bajo un pelo largo. Cada una puede hacer lo que quiera con su cuerpo, pero pienso que no tenemos que creer todo lo que nos impone la sociedad. Una mujer bella no es la que tiene el pelo más bonito, sino la que es capaz de hacer lo que siente".

Belén Gómez (17), estudiante.

Herencia

"Siento que recién a mis 18 años estoy aprendiendo a amar mi pelo, porque por mucho tiempo fue causa de varias inseguridades. Grande, exagerado y atípico, sobre todo en un contexto como el chileno, siempre lo sentí fuera de lugar. Cuando chica no entendía cómo algo tan íntimo podía generar tanto revuelo; me miraban en la calle, me gritaban cosas -incluso comentarios racistas- y desconocidos se sentían con el derecho de tocarlo. Llegó un momento en el que me di cuenta de que tenía dos opciones: tratar de disimularlo o aceptarlo. Y lo acepté. Actualmente es parte de mi personalidad y ha sido decisivo para definir mi estilo, porque mi pelo es también lo que me une a mi mamá y a las mujeres de su familia, originarias de Ecuador. Tener el pelo así supuso un proceso de aceptación mucho más amplio de lo que se podría pensar. Me ha abierto posibilidades y me ha ayudado a vencer miedos. Y pasó a ser mi superpoder".

Andrea Jiménez, (18) estudiante.

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Aros, Mango, $12.990. Enterito, Basement en Falabella, $24.990.[/caption]

Sin pigmentos

"Desde chica siempre fui la diferente. Al igual que mi piel, mi pelo no tiene pigmentos. Me molestaban y me ponían distintos sobrenombres por ser albina, por lo que menos mal no me afectó tanto. En la adolescencia jugué harto con él; me lo teñí y corté de varias formas. En parte era porque seguía la moda, pero también porque era una forma de encajar. Antes de estudiar psicología estudié teatro por tres años y me lo rapé para una obra. No me costó tanto tomar la decisión porque lo tenía superdañado y estaba cansada de teñirme. Desde ahí decidí dejármelo natural. Ahora me siento superbién con mi pelo, es parte de mi identidad. Ya no me enrollo, al contrario, lo uso a mi favor". Karin Goldberger (31), psicóloga.

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Chaleco, Privilege, $36.990. Aros, Tricot, $3.990.[/caption]

Renacer

"Tenía el pelo largo, liso y casi hasta la cintura cuando en abril de 2016 me diagnosticaron cáncer. A partir de la segunda quimioterapia el pelo se me empezó a caer, y decidí raparme y usar una peluca hecha parcialmente con mi propio pelo, hasta que empezó a crecerme de nuevo. Tal como me lo habían adelantado los médicos, cuando creció ya no era como antes: me salió un pelo de guagua, muy fino, que luego se engrosó y se puso ruliento. Incluso tuve que empezar a usar cremas para los rulos y aprender a manejar este pelo nuevo. Ahora que ha seguido creciendo, ya no espero que vuelva a ser como antes. Siento que este cambio de pelo es un símbolo de renacer".

Magdalena Baeza, 38 años.

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