Mi primer orgasmo fue después de los 50
La historia es siempre la misma: un hombre mayor, encuentra el amor en una joven. Son pocos los relatos que desafían esta narrativa. Sin embargo, después de una época de duelos personales y amorosos, nuestra entrevistada no sólo encontró el placer en un hombre que tiene la edad de su hijo, sino que también descubrió a un amigo y las posibilidades infinitas que hay para reescribir el significado de la menopausia y la vida después de los 50.
Las noticias malas nunca vienen solas y eso lo comprobó Victoria Parra (57) en 2019 cuando le diagnosticaron cáncer de piel, murió su mamá y, para coronar su mala racha, su segundo marido, con el que llevaba casi quince años se fue del país con otra mujer. Desapareció. Ella dice que si sobrevivió a todo esto, fue por el apoyo de sus mascotas, dos perritas quiltras de mediana edad que la siguen por todos lados.
Afortunadamente no tuvo que someterse a radioterapias, pero sí a una cirugía de la que salió bien. Eso sí, su corazón seguía roto. Por eso, Victoria decidió vender la mayoría de sus pertenencias y mudarse a una parcela cerca del mar, un sueño que había imaginado compartir en pareja, pero que terminó cumpliendo sola. Sin embargo, la realidad en su nueva vida distaba mucho de ser idílica. Encargarse de una casa en el campo resultó ser una tarea desafiante. Además, la distancia con las demás familias vecinas dificultaba la posibilidad de hacer nuevos amigos. Pasaron varios meses, incluso con una pandemia de por medio, antes de que finalmente fuera invitada a una fiesta de su nueva comunidad.
En esa reunión, Victoria encontró una amiga en una mujer de 60 años, también separada y con la que compartía una historia de vida similar. Comenzaron a reunirse diariamente para cocinar, jugar a las cartas y hacer las compras en el pueblo cercano. Sin embargo, un giro inesperado ocurrió cuando Victoria conoció a Manuel, un joven dentista de 30 años, fan del baloncesto y quien estaba de visita en la zona, viviendo temporalmente con su madre. Aunque Victoria apenas recuerda ese primer encuentro, le pareció un hombre amable y cariñoso con el resto. Lo que nunca imaginó, fue que en cuestión de semanas se convertiría en su amante.
Es interesante ver cómo los datos y las percepciones pueden variar. Según un estudio citado por El Confidencial de España, solo el 1,3% de los matrimonios entre un hombre y una mujer incluyen a una mujer diez o más años mayor que su esposo, lo que refleja una tendencia dominante de que sean los hombres quienes estén con mujeres más jóvenes. Según un informe de ‘Psychology Today’, una encuesta realizada a 200 mujeres heterosexuales mostró que aquellas que eran mayores que sus parejas, eran las más satisfechas y comprometidas con sus vínculos en comparación con las más jóvenes. Números que desafían a la regla.
“Lo que yo te puedo adelantar es que después de mis cincuenta años sentí por primera vez un orgasmo”, cuenta la protagonista de esta historia. “Pero estar con un hombre menor jamás lo pensé: me daba vergüenza, me parecía incorrecto”.
—Entonces, ¿cómo te fijaste en él?
“Yo ni me fijé en él, en primer lugar porque para mí buscar hombres -para amar o para tener sexo-, era una cosa que no tenía incorporada, después de tener un hijo y dos matrimonios fallidos, las prioridades cambian, o eso creía yo. Entonces estaba enfocada en llegar a la vejez de la manera más sana posible. Había vivido un cáncer recién, la llegada de la menopausia, que es un proceso para el que no nos preparamos, entonces el estar con un hombre era una meta muy a la cola, al final, algo que ni siquiera podía imaginar. Muchísimo menos estar con uno más joven qué yo: ¿Qué me podría entregar? ¿Qué podía sumarle un jovencito a mi vida? Nada. Fue su mamá la que lo mandó a que me ayudara a mover unos muebles en mi casa, un par de sillas que estaba regalando, y él lo hizo. Yo le decía ‘gracias, mijito, se pasó’, lo trataba como podría tratar a los amigos de mi hijo, que tienen casi la misma edad. Hasta que llegó el momento de despedirnos y él se lanzó sobre mí para darme un beso. Yo me quedé helada, porque no lo esperaba. Él me confesó que desde que me vio esa tarde, en la casa de su mamá, le parecí una mujer atractiva”.
—¿Qué te atrajo de esta interacción?
“Al principio yo creo que la sorpresa. Hoy, cuando ha pasado casi un año, creo que su juventud, su belleza, el sentirme deseada por otro. Eso creo que es importante y se ha satanizado mucho en la sociedad. Es una sensación muy rica gustarle a otro. Te mueve muchísimo, es entretenido. Eso no quiere decir que yo no guste de mí misma, pero mis amigas que son buenas para leer autoayuda me mataron cuando les dije. Él me ha enseñado a amarme también, a veces esos procesos no los hace uno sola. Es primera vez en mi vida en que me paseo desnuda por la casa, cómoda con mis estrías, con mis rollos, con mis senos caídos. Él me mira y te podría decir que me admira también, me dice que no tengo nada de qué preocuparme, que a él también le saldrán canas. Ha naturalizado el envejecer, que al parecer era un problema para mí. Al final yo soy a quien más ruido le hacen esas cosas. Pero así fui criada también”.
—¿Y están en una relación?
“Yo creo que sí. Creo que a esta edad uno define sus vínculos de otra manera. Esto es una relación, pero no es un pololeo. Una de las primeras cosas que yo le dije es que no quería justamente tener un noviazgo o algo así y él lo valoró mucho. Me respondió que se proyectaba con una mujer joven, que quería tener hijos. Y claro, lo entiendo, para mí esto es un veranito de San Juan, es abrir una ventana un rato. Yo deseo que él viva las cosas que yo ya viví: que arme un hogar, que ame a una mujer joven, que llene esa casa de niños. Creo que esta relación, a esta edad, también me pone en un lugar distinto: me enfrento a esto sin histeria, tengo las cosas claras, sé que no me voy a enamorar”.
—¿Por qué estás tan segura de eso? ¿Se puede calcular enamorarse?
“A estas alturas sí. Una sabe qué le conviene y se ama con la cabeza y el corazón. Con él el sexo es maravilloso, me ayuda muchísmo acá en la casa a mover cosas pesadas que a mí me cuesta un montón y se preocupa por mí: me llama, me pregunta cosas, hay mucha ternura. Es diferente a los tipos de mi generación, que son más egoístas, que piensan mucho en ellos, que nunca preguntan qué te gusta, qué te excita. Ahí se nota que fueron criados distintos, que no nos ven como iguales. Pero me voy a enamorar de alguien que también venga de vuelta, no que recién está comenzando. Esto es una relación física y así lo entendemos ambos. Yo tengo casi 60 años y por ahora es rica la intimidad en la cama, pero me falta una conexión espiritual que me gustaría cosechar con un hombre maduro”.
—¿Cómo ha sido vivir esto a tus casi 60 años?
“Yo tenía miedo de la sexualidad, justamente. Pero es la primera vez que tengo un orgasmo y que me lubrico con tanto flujo. Fue una locura, incluso fui al doctor, preocupada, como si estuviera enferma. Él me respondió que mi cuerpo estaba sano, que no tenía que pensar tanto en las cosas. Y claro que sí, nosotras aprendimos a vivir la menopausia como una enfermedad, es difícil sacarle esa etiqueta negativa, de final de vida. Pero la verdad es que con este proceso se cerró la fábrica, como dice la gente, pero se abrió el parque de diversiones. Por primera vez en mi vida estoy viendo la sexualidad como algo positivo, que te energiza, en mi época tú de chica te casabas rápido y tenías hijos, no había lugar para la experimentación, para hacer la pausa de descubrir cosas en la cama. Ahora, por fin, estoy retomando algo que dejé botado en mi adolescencia quizás. Haciéndole justicia a mi propio cuerpo”.
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