“El año pasado, por primera vez, me tocó pasar la Navidad sola. Para mí siempre ha sido una fecha muy importante y estaba nerviosa de qué iba a pasar.
Tengo 34 años y tres hijos de 15, 9 y 5 años. Estuve casada nueve años, nos separamos hace tres. La Navidad siempre fue un tema, porque mi ex está de cumpleaños el día después y quería pasarla fuera de Santiago. Siempre había discusiones de con quién pasarían nuestros hijos esas fechas, pero el año pasado cedí.
Cuando estábamos juntos, nunca hicimos lo que hacen muchas familias de repartirse para la Navidad. Siempre la pasamos todos juntos en familia. Me gusta mucho cocinar, entonces hacíamos todo tipo de galletas y comidas especiales, estábamos llenos de tradiciones y siempre era en nuestra casa. Pero me convencí de que él lo podía hacer igual de bien en esas fechas con mis niños, y que cada uno tendría su sello.
Yo estaba nerviosa sobre qué pasaría conmigo ese día. Mi familia es de Concepción y la Navidad cayó un sábado. No me valía la pena partir por un día. No había feriado. “Me la voy a poder”, me dije. Sería la primera de muchas.
Pasar mi primera Navidad sola primero me daba pena por mis niños. Sería la primera vez que no podría hacerles todo lo que siempre les hacía. Me preocupaba también que se sintieran solos. A ellos siempre les ha gustado mucho estar en la casa, y me preguntaba si su papá les estaría haciendo las mismas tradiciones que yo. Me preocupaba que estuvieran felices.
También me preocupaba por mi propia celebración, estaba complicada con qué podía hacer, dónde podía ir. No tenía red de apoyo en Santiago, mi red eran las hermanas de mi ex, por lo que en ese momento entendí lo fundamental que era apoyarse en las amigas.
Pensé mucho en qué podía hacer para no tener pena ni culpa de no estar con ellos y me propuse celebrarla el 23 de diciembre. Les hice una cartita en la que decía que teníamos una cita especial con Santa. Hice todo el mismo show que siempre hacía los 24, un día antes. Mi profesora de cerámica en ese entonces me dio un consejo que me sirvió mucho: la Navidad puede ser el día que uno quiera, lo importante es estar juntos. Tenía razón.
El día 24 varias de mis amigas me abrieron las puertas de sus casas para celebrar con sus familias. Al principio me sentía incómoda, no sabía qué hacer, sentía que era nada que ver. Justo en ese entonces me había puesto a pololear pero no conocía a nadie de la familia de él, y terminé pasando la Navidad con ellos. Había mucha gente, no conocía a nadie, pero no me importó. Para mí la Navidad ya la había hecho un día antes y esto era solo una comida rica. Ahora pienso que podría haberla pasado sola en mi casa y creo que me hubiese dado lo mismo. Ese día le dejé a mis niños unos regalitos afuera de la casa de mi ex para que me tuvieran presente.
Al final, todas las películas que me había pasado sobre la primera Navidad sola, sobre qué iba a hacer, sobre que estaría amargada, con pena, llorando, quedó solo ahí. Fue cero terrible, y no me corrió ninguna lágrima. De hecho, mi hijo más chico estaba feliz de tener dos Navidades y yo sentía que le había hecho un check a esta primera Navidad sola. Al final lo importante es celebrar, da lo mismo como sea.
Esta Navidad me tocaron a mí los niños y, en un intento de liberarme de todas mis estructuras, invité a mis papás, mis tíos, y a todos a mi casa. Quería que fuese más relajado para que los niños vean que todo puede cambiar, que las cosas pueden ser distintas, pero no por eso va a ser malo. De hecho, no tiene por qué haber una forma exacta de ser de las cosas, y esta puede ser una forma igual de válida que cualquier otra de pasar la Navidad. Mientras estemos todos juntos y celebremos, puede ser de miles de formas.
Volver a conocerme
A los 23 años me casé y me fui de la casa de mis papás. Mi primer hijo ya había nacido y luego vinieron los otros dos. Nunca estuve sola y por eso, estos últimos años han sido de un aprendizaje tremendo. Ha sido todo un descubrimiento y debo decir que me tiene muy feliz. Me he conocido un montón a mí misma.
Hace un par de meses acordamos con mi ex que nuestros hijos estarían una semana conmigo y otra con él. Al principio pensé que no sabría qué hacer con todo ese tiempo, porque con hijos uno vive corriendo. De hecho, la primera semana que me tocó no paré, porque seguí haciendo cosas para ellos que ahora he aprendido a soltar, lo que me ha llevado a un gran descubrimiento: no me aburro conmigo misma.
La semana pasada me tocó sola y lo aproveché: Leí, cociné rico, pedí sushi en cama, vi películas, descansé. Creo que hace mucho tiempo que no descansaba realmente, porque pensaba que descansar era solo dormir. Me di ese tiempo para mi misma y estuvo perfecto.
Me gusta muchísimo mi trabajo y me gustó también que en esas semanas puedo trabajar sin culpa. Nadie me pregunta a qué hora voy a llegar, nadie me alega si es tarde ni me preguntan por qué trabajo tanto. El otro día no tenía hambre a la hora de comida y terminé comiendo sushi a las 1 de la mañana. Yo no soy relajada, pero he aprendido que sí puedo lograrlo.
Uno como mujer tiene mucho miedo de estar sola en fechas importantes como la Navidad, el Año Nuevo, los cumpleaños, pero al final creo que uno puede darle otro sentido, por que más allá de las fechas, creo que lo importante es lo que uno hace y el propósito que uno tenga. Me di cuenta que no es para nada terrible pasar estas fechas sola”.