Miau, el gato en la historia de arte
Venerado por los egipcios, estudiado por Leonardo da Vinci, reproducido por Andy Warhol, el gato ha sido –y seguirá siendo– sujeto y objeto recurrente en la historia del arte. Aquí una brevísima descripción de su presencia.
La obra de Andy Warhol está asociada a los retratos que hizo de Marilyn Monroe, Mao Tse Tung y Elvis Presley. Pero para este artista –uno de los más influyentes del siglo XX– hubo otros personajes, menos famosos, a los que también retrató obsesivamente y que tuvieron un rol clave en su vida íntima: los gatos. Se dice que en su pequeño departamento en la East 75th Street, en Manhattan, Warhol llegó a vivir con más de veinte gatos siameses, todos llamados Sam. De hecho, entre 1954 y 1956, pintó una serie de 25 retratos felinos, que luego fueron publicados en un pequeño libro de edición limitada, titulado 25 cats name Sam and one blue pussy. Ahí sus esbeltos Sams aparecen litografiados en distintos colores y vistos desde diferentes perspectivas.
Pero como espectadores, más allá del encanto, nos cuesta diferenciar un Sam de otro. Y es que ese trabajo de Warhol reflexiona, justamente, sobre la producción en serie y el desvanecimiento de la identidad individual, dos elementos fundacionales de su obra. Pero él no ha el único artista que ha ocupado al gato para hablar de transformaciones culturales. Sólo por nombrar algunos célebres del siglo pasado: Klimt, Matisse y Kandisnky también cayeron ante el encanto de sus gatos, los llevaron a sus lienzos y los incorporaron a corrientes artísticas que estaban cambiando la historia del arte.
Muchas veces fueron estos gatos los únicos que tuvieron permiso para circular libremente en los talleres de maestros pintores, convirtiéndose en testigos privilegiados de sus procesos creativos. Es que desde que fueron domesticados en la antigüedad, han sido parte importante de la vida diaria de los seres humanos y por lo mismo, del arte en todas sus formas. En el antiguo Egipto eran considerados sagrados y la diosa Bastet –que simbolizaba el equilibro– era representada por un gato doméstico. Por eso era común que fueran retratados en esculturas, elementos decorativos y papiros, hoy exhibidos en los museos más importantes del mundo.
El gato también fue un motivo importante en los caligramas y antiguas pinturas chinas, donde aparece como un enigmático espectador de escenas que tradicionalmente representan la naturaleza. Durante el Renacimiento, Leonardo Da Vinci dedicó varias páginas de sus cuadernos a estudiar los movimientos y anatomía de los gatos callejeros, pero sobre se dedicó a mirarlos jugando. Sinónimo de enigma, de astucia, de ocio e incluso de traición, el gato ha representado distintos conceptos en distintas culturas. Abstracto o impresionista, explícito o insinuado ha sido ocupado continuamente en la historia del arte, pero independiente de su significado, es un sujeto que se ha mantenido inalterado: peludo, esquivo y misterioso, ha sido capaz de dar cuenta de las cosmogonías y realidades de distintas culturas sin que se le mueva un pelo de la cola.
Este agosto, el mes de los gatos, Andy Warhol hubiera cumplido 90 años y sus Sams, reproducidos obsesivamente en litografías, se pueden leer como una predicción de un fenómeno actualmente asociado a las redes sociales: la búsqueda por la originalidad. Y, sorprendentemente, pareciera ser que como sujeto y objeto de arte, el gato es inagotable. Basta mirar el trabajo de la artista rusa Svetlana Petrova que se dedica a photoshopear a su gata colorina Zarathustra en pinturas icónicas de la historia del arte para comprobar que su rol en la historia del arte está lejos de terminar.
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