La política migratoria está al debe con todos, pero principalmente con las mujeres y casos emblemáticos que dan cuenta de esta realidad hay muchos. La trágica muerte de Joane Florvil, en agosto de 2017, es probablemente la que más se recuerda. La mujer haitiana llegó junto a su hija de dos meses a la oficina de Protección de Derechos de Lo Prado para hacer unos trámites, con el poco español que manejaba, intentó explicarle al guardia del lugar lo que necesitaba sin mucho resultado. Mientras buscaba a alguien que oficiara de intérprete, dejó a su pequeña al cuidado de quien ella pensó era un policía, algo común en Haití. Sin embargo, la acusaron de abandonar a su hija y la encerraron en un calabozo. Hecho que terminó con su muerte un mes después y con su hija en custodia del Sename por dos meses.

En agosto del 2022 el canal de televisión Mega transmitió un reportaje en donde se acusa que en Chile están siendo esterilizadas, sin consentimiento, mujeres migrantes que van a parir a hospitales públicos. Les hacen firmar papeles en el momento del dolor de parto, o simplemente no les explican lo que firman y sus consecuencias. Ambas situaciones son producto de lo que Michel-Ange Joseph, directora de Fundación Cijys, define como injusticia lingüística.

Michel llegó a Chile en diciembre de 2015, desde Brasil. Es haitiana pero tuvo una migración múltiple pues de Haití pasó a República Dominicana y luego al país carioca. Actualmente es trabajadora social y traductora de cinco idiomas, además de directora de la fundación que creó junto a dos abogados con el objetivo de prestar asesoría jurídico-social a personas, especialmente mujeres, migrantes.

“Apenas llegué a Chile vi que había muchas mujeres haitianas en la calle y casi todas tenían un coche con un bebe. Empecé a preguntarles por curiosidad por qué tenían hijos a pesar de que muchas vivían en la pobreza. Me di cuenta de que varias de ellas habían tenido a esos hijos de manera indeseada porque cuando iban al consultorio, no las atendían por no tener rut, o como no había nadie que hablase su idioma, entonces no las entendían”, cuenta.

Dice también que la base de todo esto es el racismo. “Existe la creencia de que las mujeres haitianas no quieren hacer nada más en la vida que tener hijos. Hay un estigma muy grande”, agrega.

De hecho, dentro de los mitos que existen, se dice que no usan métodos anticonceptivos tradicionales…

En Haití las mujeres sí usamos métodos anticonceptivos. Hay algunas mujeres que usan métodos más naturales, entonces, si en Chile una mujer toma la pastilla del día después, allá hay algunas que usan té de perejil. Pero también hay mujeres que toman pastillas anticonceptivas, otras que usan la inyección y la mayoría de las que se quiere cuidar usa Implanon. En las zonas más rurales hay algunas mujeres que no toman pastillas y usan semillas de ricino. Yo no sé si eso funciona pero a lo que voy es que nosotras usamos la medicina alternativa, casera, de manera más común que acá.

Pero no es que las haitianas no estemos dispuestas a usar un método anticonceptivo. Aquí lo que ocurre principalmente es que no tienen acceso a hacer uso de sus derechos de salud sexual y reproductiva. Hay muchas mujeres que han sido sometidas a métodos sin estar en conocimiento de qué es realmente, como las esterilizaciones sin consentimiento, o en otros casos, les entregan otro método, pero como no hablan el idioma, no les explican bien y por lo tanto ellas no llegan a los controles porque no saben cuándo son, o no se toman la pastilla el día que corresponde.

¿Dirías que el idioma es la principal barrera?

Una cosa es el idioma, pero también, según los estudios de investigación que hemos hecho en Fundación Cijys, las mujeres más vulneradas son dominicanas, haitianas, venezolanas y colombianas, en su mayoría afrodescendientes, negras. Entonces podríamos decir que existe una brecha en cuanto al acceso a información de las personas no hispano hablantes, pero también, una discriminación a personas de bajos ingresos, aporofobia y racismo. A veces los médicos deciden por tu cuerpo sin que des permiso, simplemente para que no ‘nazcan más negritos’. En Chile todavía el racismo es muy alto.

¿Cuáles son las principales vulneraciones de derechos que reciben las mujeres migrantes?

Una es que no nos quieren contratar porque creen que nos vamos a quedar embarazadas. A los hombres negros es mas fácil que los contraten porque –dicen– que son buenos para trabajar, que tienen mucha energia. Al contrario de las mujeres que nos tipifican como que no sabemos trabajar, que no hablamos el idioma, que no queremos nada en la vida más que tener hijos.

Además no reconocen nuestros estudios porque, otra vez, el idioma dificulta todo. Hay muchas mujeres profesionales que trabajan como auxiliares de aseo o en la construcción los hombres, porque no les dan otra opción. Y cuando las personas emigran, la mayoría de las veces hay un grupo atrás, en su país, que los espera. Otras veces reciben préstamos y tienen un plazo para pagarlos y si no lo hacen, la familia está expuesta a que les hagan cualquier cosa. En este contexto, la sociedad chilena al ver que teníamos este afán por trabajar en lo que sea para generar dinero, generó una mala interpretación en cuanto a nuestras personalidades como haitianos.

¿Capacitar en el idioma es la solución?

A diario veo casos, sobre todo de mujeres que tienen que enfrentar las atenciones sociales en los colegios, en los hospitales, en su vecindario, sin que la persona que las reciba las entienda y eso genera discriminación. Creo que no basta con capacitarse en el idioma, es importante que también se entienda y conozca nuestra cultura. Porque las mujeres haitianas maternamos y criamos de otra manera, tenemos la medicina ancestral que aún sigue viva en nosotras, si aculturadas aún no estamos. ¡Ni siquiera tenemos veinte años en la migración chilena! Por supuesto que no vamos a olvidar todo de un momento a otro.

Nos juzgan muchas veces por lo mismo, por eso es importante la capacitación a los profesionales que tienen que interactuar con la población migrante, en cuanto a la cultura. El creole no es solo una lengua sino que también un código. Nació como una herramienta de supervivencia en el tiempo en que estábamos sometidos a la esclavitud. Es nuestra alma, lo que nos ayudó a ser libres y que nos ayuda a estar resistiendo. Y por lo tanto para nosotros es muy importante poder comunicarnos en nuestro idioma.

Y poder maternar y criar como están acostumbradas…

Las formas de crianza son distintas. Las chilenas les dan sopa de zapallo a sus hijos, yo a mi hija le doy yuca; ustedes les dan leche al desayuno, yo le doy sopa porque en mi país el desayuno es con comida salada. Es otra manera de nutrir. Y a veces les ha pasado a mujeres haitianas que no han aceptado leche para sus hijos, y las acusan de que no los alimentan, que los maltratan, y eso, es porque no entienden nuestra cultura. Como lo que pasó con Joan.

¿Cómo avanzamos?

Las personas creen que basta con tener traductores. Eso es una parte. Se requiere un conocimiento básico de la cultura y también avanzar en terminar con el racismo. El cuerpo negro sigue generando otro tipo de sensaciones y recibiendo otro trato. Y eso es lo que debe terminar.