Blancos, alargados, de colores, gigantes, diminutos, fluorescentes, vistosos o muy sencillos. Las imágenes, que aparecen en el documental Fantastic Fungi ─de miles de diversos hongos creciendo en el bosque y desplegando sus “raíces” en una red monumental de filamentos interconectados bajo tierra─, son despampanantes y sobrecogedoras. La película que Netflix ofrece en su catálogo desde el año pasado y que ha tenido muy buena crítica en medios como The Guardian, The New York Observer o Los Angeles Times, describe las propiedades de estos seres que no son ni plantas ni animales, sino que tienen su propio reino: el Fungi. El documental destaca la facultad de los hongos para absorber derrames de petróleo o cómo estas redes fúngicas subterráneas facilitan la comunicación entre árboles, pasando por la teoría de que los primeros homínidos se fueron desarrollando gracias al consumo de estos hongos, hasta llegar, por supuesto, a la principal bondad fungi que este documental propone contar: la propiedad alucinógena y terapéutica.
Josefina (39 años) supo del documental en 2019. Se lo comentaron unos amigos, los mismos con quienes probó por primera vez una pequeña dosis de hongos en un paseo playa. “Me reí mucho esa vez y la experiencia fue, en principio, más bien recreativa. Pero también recuerdo que yo estaba justo en un período de mucho estrés aquella vez y al consumir hongos, me embargó una sensación de tranquilidad que me duró semanas. Entonces, comprendí que había algo más y me puse a buscar información”, recuerda.
Después de eso, Josefina llegó a un terapeuta que acompañaba procesos de desarrollo personal con microdosis de hongos y los tomó en cápsulas durante casi tres meses. “Me hizo muy bien, comencé a sentirme más tranquila, más enfocada”, dice. Luego supo que si aumentaba un poco más la dosis ─siempre dentro de un rango específico que le indicó el guía que la acompañó─ podría tener un viaje derechamente alucinógeno y terapéutico. “Y la verdad eso me cambió la vida”, cuenta. “En un año y medio he hecho tres de estos viajes, que han sido experiencias indescriptibles, muy visuales. He podido observar lo interconectado que estamos con la naturaleza, que todo está entrelazado. Casi como ver otras dimensiones. Es tan potente la experiencia, que fui entendiendo, a través de emociones muy profundas, el potencial que tengo y lo valiosa que soy yo como ser humano. Los hongos han sido fundamentales en este proceso de crecimiento personal que me llevó a terminar una relación de pareja y a entender qué quiero para mi vida. Me han ayudado a encontrar una paz y una tranquilidad que no conocía, realmente no hay palabras para explicar lo transformador que es. Logras sentir una certeza de que eres uno con el Todo”, relata.
¿Por qué se pueden provocar estos cambios? Lo que propone el documental es que la experiencia alucinógena de cierto tipos de hongos ─especialmente los que pertenecen al género Psilocybe, dado su principio activo llamado psilocibina─ ayuda a acceder a otro tipo de información. Esto, porque se crean nuevas conexiones neuronales entre áreas que no se relacionan en un estado de conciencia normal. Pero, además, se regeneran nuevas vías neuronales y otras quedan obsoletas, o se debilitan: se trata de una modificación física en la estructura de las redes neuronales y, por ende, de nuestras conductas. Especialmente aquellas que actúan por defecto.
Lo anterior quiere decir que se propicia la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para reorganizar los patrones de pensamiento. Así, personas con trastornos psicológicos logran encontrar y procesar de otras maneras la ansiedad, la depresión o los traumas profundamente arraigados. “Si una persona tiene activa una red neuronal que la hace estar constantemente en modo peligro y en un estado de ansiedad, ─como por ejemplo con trastorno obsesivo, depresión y otras condiciones─, una terapia asistida por psicodélicos puede desactivar ese camino neuronal”, dice Magdalena Sanfuentes, médico dedicada a la salud mental, quien comenta que hoy en día este tema se estudia en más de más de 20 universidades consideradas de alto prestigio en Estados Unidos.
En efecto, la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Yale, la Universidad de California Berkeley, y el Hospital Monte Sinaí en Nueva York, han creado divisiones para la investigación de las drogas psicodélicas, o están en planes de hacerlo.
Actualmente, el Centro para la Investigación de Alucinógenos y la Conciencia de la Universidad Johns Hopkins ─creado hace tres años con 17 millones de dólares de financiamiento privado─ está estudiando la psilocibina para dejar de fumar y para el tratamiento de depresión asociada con el alzhéimer. “Debemos ser cuidadosos y no prometer de más, pero estos compuestos son fantásticamente interesantes y tienen numerosos usos posibles”, dijo Roland R. Griffiths, el director fundador del centro y psicofarmacólogo, a The New York Times en noviembre del año pasado, en un artículo que señalaba que tras décadas de satanización y criminalización, las drogas psicodélicas estaban a punto de entrar a la psiquiatría tradicional.
“Los estudios con psicoterapia asistida por psicodélicos han demostrado una alta eficacia transdiagnóstica, es decir, sirven para diversos cuadros psiquiátricos. También han demostrado un perfil de seguridad adecuado para el tratamiento en humanos, sin riesgo de ser adictivas o tóxicas en su administración, por equipos especializados en contextos clínicos. Pero en Chile aún no se publican investigaciones ni se indica este tipo de tratamiento por parte de profesionales, principalmente por obstáculos legales”, comenta Magdalena, considerando que la psilocibina es considerada una sustancia ilegal por la ley. “Sin embargo, esto supone un dilema ético para quienes vemos consultantes que han intentado por años todos los tratamientos recomendados, con escasa o ninguna respuesta a condiciones graves de salud mental”, comenta Magdalena, a quien le ha tocado, cada vez con más frecuencia, recibir ─desde el enfoque de reducción de daño─, a personas en consulta que han decidido por sí mismas buscar alivio a diversas condiciones mediante el uso de estas sustancias. Este enfoque de reducción de daño, comenta Magdalena, implica “no dejar sin acceso a tratamiento y acompañamiento de salud mental convencional a una persona que ha tomado esta decisión, de manera de reducir los riesgos a los que se vería expuesta en caso de no estar en un tratamiento”, añade.
“La psilocibina ha demostrado un alto potencial terapéutico en el contexto de un tratamiento clínico especializado, que incluye terapia previa y posterior, así como acompañamiento permanente durante la ingestión de dosis terapéuticas que alteran el estado de conciencia. En el caso de las microdosis ─que tendrían un efecto casi indetectable en la conciencia─ hay encuestas que han reportado resultados promisorios. Pero es importante seguir avanzando en investigación para generar evidencia de la más alta calidad”, dice Magdalena, quien señala que existe desinformación respecto a las características y riesgos del efecto de estas sustancias. Estos riesgos hace falta estudiarlos más. Por lo pronto, no está clara la manera en que se podrían afectar a las personas con problemas cardíacos, por ejemplo. Por otra parte, hay personas que sin acompañamiento terapéutico ni el contexto adecuado pueden tener crisis de pánico o la creencia de que esa realidad alucinógena durará para siempre. Por eso es importante la compañía terapéutica.
Qué dicen los estudios
En abril del año pasado, se publicó un estudio en New England Journal of Medicine que apuntaba a los beneficios de la psilocibina en el tratamiento de la depresión, mientras que una investigación de la Escuela de Medicina de Johns Hopkins señaló que la psilocibina tendría cerca de 60% de efectividad en ayudar a las personas en dejar de fumar. La misma institución también reportó en 2016 que las dosis de la droga ayudaban a pacientes con cáncer a sobrellevar la depresión y la ansiedad, pero no en modalidad de microdosis, sino que en dosis completa.
Además, acaba de publicarse un estudio durante agosto en Jama Psychiatry, que señala que estos hongos psicodélicos ayudarían a personas alcohólicas a reducir el consumo o derechamente dejarlo. Y en junio de este año, otra investigación publicada en Scientific Reports, identificó que la microdosificación de hongos alucinógenos mostró mejoras en el estado de ánimo, la salud mental y la coordinación mente-cuerpo en un grupo de casi 1.000 personas, en comparación con participantes que no tomaron microdosis y que completaron las mismas evaluaciones. “Este es el estudio longitudinal más grande de este tipo hasta la fecha sobre microdosis de psilocibina, y uno de los pocos estudios que involucra a un grupo de control. Nuestros hallazgos de mejor estado de ánimo y reducción de los síntomas de depresión, ansiedad y estrés se suman a la creciente conversación sobre el potencial terapéutico de las microdosis”, señaló Zach Walsh, uno de los coautores del estudio.
La microdosis se refiere al 5 o 10% de una dosis completa de una sustancia psicodélica. Si la microdosis tiene efectos terapéuticos o no, es un asunto en discusión. Para Harriet de Wit, profesora de Psiquiatría y Psicobiología de la Universidad de Chicago, quien ha liderado varios estudios al respecto, los cambios en el cerebro ocurren con dosis altas y bajas, por ende, serían beneficiosas para la salud mental y las facultades cognitivas.