Tengo una familia absolutamente tradicional que se compone de mi marido, mi hijo de 7 años y mi hija de 5. Un esquema que en nuestra sociedad pareciera ser el ideal. Tanto así, que cuando nació la segunda, muchas personas lo primero que me comentaron fue "que suerte que te salió la parejita". Como si buscaran en los hijos repetir el estereotipo de roles que tenemos los adultos. ¿Por qué voy a tener más suerte que una mamá que tiene dos mujeres, dos hombres o solamente un hijo?

Con el tiempo he entendido que se referían a que las relaciones con las hijas y los hijos son distintas para una madre. Y quizás esa suerte tenía que ver con conocer ambas. En mi caso la diferencia es abismante. Mi hijo es un extremo y mi hija el polo opuesto. Ninguno mejor que el otro, pero muy distintos. Él mucho más mateo, conciliador y ordenado, ella, en cambio, muy intensa, dispersa y creativa. Nos suelen decir que mi hijo sacó mi personalidad y mi hija la de su papá, lo que en un momento me encantaba, porque cuando eran más chicos pensaba que se iba a traducir en que los roles de género estereotipados no iban a ser parte de mi familia.

Pero me he dado cuenta que su personalidad no tiene nada que ver con eso. Si hay una fan de las princesas en Chile, esa es mi hija. El otro día la pillé con su boquita pegada a la tele, dándole un beso a uno de los príncipes de Disney. Casi me muero. Y si bien sé –porque muchas amigas y especialistas me lo han dicho– que esta es una etapa, me preocupa mucho que se forme con esos ideales de pareja y de ser mujer.

Para que esto no ocurra intento habitualmente compensar por otros lados. Le hablo mucho de que el amor es lindo, pero no es lo más importante; le digo que las mujeres somos fuertes y capaces de hacer cualquier cosa. Pero el otro día mi discurso se derrumbó. Teníamos que hacer unos arreglos en el jardín y sin siquiera pensarlo, dividí a mi familia en dos equipos: "Las mujeres vamos a recoger las hojas y los hombres van a cortar el pasto", les dije. Partimos con las tareas asignadas y en la mitad de la actividad mi hija me preguntó: "¿Por qué nosotras no podemos hacer eso?", apuntando a los hombres de la familia que estaban cortando el pasto con una máquina grande y pesada. Cuestión que para ella era muy atractiva. La primera respuesta que me salió, obviamente sin pensarlo mucho porque estaba distraída trabajando, fue: "Porque esas son cosas de hombres". Ella en su ingenuidad –y porque está en esa edad en que solo quiere relacionarse con mujeres– me dijo: "Sí, mamá. Cierto que las mujeres debemos estar con las mujeres y los hombres con los hombres. Porque ellos tienen más fuerza", remató.

¡Ups! En un segundo dejé en evidencia mi micromachismo. Porque yo, que ando por la vida con la bandera feminista, igual tengo miles de conductas que a diario evidencian que fui criada bajo una estrucura patriarcal. Y no sé por qué en la maternidad se me notan más. Aunque intento a diario salir de ahí, hay cosas que tengo tan interiorizadas que ni siquiera las veo. No es que sean prácticas tan evidentes como que le pida sólo ayuda a mi hija en las tareas de la casa, mientras el otro juega videojuegos, pero sí hay detalles, como el del otro día en el jardín, que silenciosamente se van metiendo en su cabeza, en su aprendizaje y que por esta razón, creo que es importante que los vea y los corrija.

Tampoco quiero decir con esto que las madres no deberíamos hacer actividades solas con las hijas y los padres solos con los hijos. Eso también está bien, porque las mujeres y los hombres somos distintos y tenemos intereses en común según nuestro género. El tema que debemos cuidar no caer en las imposiciones. Porque así como mi hija es fanática de las princesas, muchas veces también disfruta jugando al bombero o al jardinero. Y ese día, en vez de arbitrariamente haber dividido la familia en un equipo de hombres y otro de mujeres, lo correcto hubiese sido que les describiera a todos juntos las actividades que teníamos que hacer y que cada uno se inscribieron con una.

Quizás hubiesen elegido lo mismo, pero hubiese sido una decisión. Y en esa posibilidad de elegir está implícito el mensaje de que ellos pueden ser quien quieran en su vida. Y todo está bien.