Miedo a perder: “Perder es inevitable, elijamos no perpetuar un sufrimiento”
Hace unas semanas la psicóloga de CIDEM, Claudia Hurtado, publicó en sus redes sociales un texto que tituló Perder el miedo a perder. En él detalló: “Cuántas veces reaccioné de cierta manera para no perder al otro. La lista de tips infalibles es enorme. Y con el tiempo me di cuenta que solo me perdí a mí”.
Hurtado cuenta que esa reflexión la viene desarrollando desde hace un tiempo, cuando se enfrentó a la disyuntiva de si mantener o no una relación en la que no se estaba sintiendo del todo cómoda, y en la que estaba alterando sus deseos, solo por miedo a perder. Aquella vez su psicólogo le dijo: “¿A qué le temes más? ¿A perderlo a él o a sufrir?”. A lo que su respuesta, luego de pensarlo, fue: “A sufrir”. Y es que como explica la especialista, perder es inevitable, y a lo largo de nuestras vidas hemos perdido siempre. “Eso fue lo que entendí yo; frente a una situación en la que en esa elección de quedarnos o no, sentimos que la pérdida va ser muy grande, tenemos que recordar que perder es algo que se nos hace conocido. Quizás lo único que sí podemos elegir es no perpetuar un sufrimiento. Entonces frente a perder a alguien o seguir sufriendo, no elijamos nunca la última opción”.
Y es que la pregunta, como sugiere Hurtado, debiese ser: ¿Nos exponemos a perder? Asumiendo que esa pérdida implica pasar por un duelo y un periodo de adaptación. ¿O nos exponemos a seguir en una dinámica poco genuina, en la que no nos sentimos cómodas y en la que muchas veces nos transgredimos a nosotras mismas solamente por el miedo a perder? Aunque puede ser complejo, matizado, y hay muchos factores que inciden finalmente en esa decisión -incluso puede no haber una elección-, a veces sí estamos en condiciones de poder elegir qué hacer. “Por eso mi análisis ahí fue el de perder el miedo a perder a ese otro, si es que al mantenerlo me estaba olvidando de mí misma o poniendo de lado mis deseos. Tengo herramientas para pasar por una pérdida, no así para someterme a un sufrimiento perpetuado”, explica.
Lo importante es poder identificar lo que es dejar de sufrir, que no es lo mismo que dejar de pasarlo mal o tener momentos más bajos. “Uno puede sentir un dolor, pero sufrir implica perpetuar ese dolor. Perder nos duele, eso es cierto, pero mantenerse en una situación en la que nos transgredimos es perpetuar un dolor en el tiempo, y eso es sufrimiento”.
La psicóloga de CIDEM especialista en temas de género, Claudia Muñoz Castro, explica que muchas veces el temor a perder nos inhabilita y hace que nos mantengamos en una situación de sufrimiento. Por eso, es clave poder reconocer qué es lo que se está perdiendo realmente al asumir esa pérdida. “Quizás dejar un trabajo no es solamente perder ese puesto, sino que perder una valoración respecto a mi persona en particular. Tal vez me gusta ese reconocimiento sin embargo me siento explotada. Es importante poder reflexionar respecto a qué es lo que se pierde cuando perdemos y qué es lo que se mantiene si es que nos quedamos”, explica. Y es que hay pérdidas que nos ocurren, pero en el caso de las pérdidas que son producto de una decisión –toda decisión implica una pérdida pero también una ganancia–, hay que entender que esa pérdida en particular implica vérselas con el propio deseo. Como explica la especialista; “Con esas pérdidas que son producto de una elección, nos vemos enfrentadas a visualizar qué requerimos, qué necesitamos y cuáles son los pasos que debemos dar para acercarnos a ese lugar. Por lo mismo a veces nos cuesta tanto enfrentarlas”.
Algunas pérdidas –o algunos cortes más bien– son muy difíciles de realizar porque en el fondo se trata de situaciones que sostienen otras cosas. Y por eso no las queremos cortar. “Muchas veces en una relación de violencia, por ejemplo, cortar ese vínculo implica no solamente perder un lugar determinado, que puede ser el único que conocemos, sino que también perder un sustento económico. Por eso, de elegir cortar ese vínculo, es radical el cambio que voy a tener que hacer”. En ese sentido, como explica la especialista, cuando hay que tomar decisiones que implican quiebres y por tanto pérdidas que nos hacen salir de un lugar o situación determinada, muchas veces sentimos que perdemos algo de nuestra identidad. Pero hay que ser conscientes respecto a que esa parte de nuestra identidad fue construida –y constituida– a partir de una educación machista y patriarcal, y que no se trata, por ningún motivo, de algo inherente o biológico.
“Además de la dificultad de separarnos aparece la dificultad de estar solas, porque fuimos socializadas en la idea de que no somos suficientes. Nos cuesta creer en nuestra propia palabra –porque siempre fue puesta en duda– y darle espacio a nuestro deseo, porque en el fondo nos enseñaron a ser para ese otro, o en función de otro, y eso complejiza mucho la situación. Pero al tener claro que se trata de cómo fuimos educadas, podemos visualizar si es que esa dificultad de hacer el corte responde efectivamente a una situación o lugar que aprendí a tener”, explica. “Por ejemplo, las mujeres estamos educadas para reparar vínculos y nos ponemos en el lugar de mediadoras, pero si entendemos que eso es aprendido y no natural, podemos tener más claridad respecto a lo que es realmente nuestro o lo que fue aprendido”.
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