Miguel Ángel Solar. El regreso del líder perdido

En 1967 Miguel Ángel Solar era Presidente de la FEUC y tuvo un rol protagónico en la histórica toma de la Universidad Católica. Pero, a diferencia de sus compañeros que hicieron un camino político, recién titulado de doctor se instaló en el sur y se sumergió en el mundo mapuche y la medicina social. Hoy, 45 años después, fue candidato a concejal por Temuco. A pesar de ser una de las figuras más interesantes que trajo de vuelta esta elección municipal, no ganó. Acá, una entrevista un mes antes de las elecciones.




Paula 1107. Sábado 27 de octubre 2012.

Hospital Regional de Temuco. Llueve a cántaros. El doctor Miguel Ángel Solar, de 68 años, Director del Departamento de Atención Domiciliaria del Hospital Regional, camina a paso rápido por los pasillos, con su aspecto de sacerdote; su camisa azul abotonada al cuello y su característico bolsón de cuero negro. Es el mismo Solar –un poco más canoso, pero igual de carismático– que hace 45 años cuando fue elegido presidente de la Feuc y encabezó el movimiento que quería sacar a esa casa de estudios de la burbuja que la aislaba del movimiento social democratizador del Chile de ese tiempo, exigiendo mayor participación estudiantil y clamando por "una universidad para todos".

Esa acción, coincidente con Mayo del 68 en Francia, desencadenó una efervescencia universitaria en todo el país muy similar a la del movimiento estudiantil de 2011. Por lo mismo, hoy, Solar es visto como una suerte de padre espiritual de un Giorgio Jackson o de un Noam Titelman, y su nombre vuelve a estar de moda: ha sido invitado a foros para comparar ambos movimientos, su figura aparece en videos de los estudiantes movilizados e, incluso, hace un mes, un grupo de muchachos reestrenó, en el Teatro La Palomera, la obra Nos tomamos la universidad, de Sergio Vodanovic, inspirada en la toma de la sede central de la UC, en 1967, con un joven y melenudo Solar a la cabeza, y aquel inolvidable cartel desplegado en el frontis de esa casa de estudios que rezaba: "Chileno: El Mercurio miente".

Hoy, dice que se conformaría con reformar El Mercurio, a tono con lo que sucede en el Chile actual "en que se está incubando un sector reformista que dará paso a un nuevo contrato entre los chilenos, ya que son las pequeñas reformas las que cambian el curso de la historia".

Entre amigos y correligionarios de fines de los 6o se recuerda a Solar como a un sujeto de un talento excepcional, de gran calidad humana y de principios inconmovibles. Por eso, a algunos les cuesta entender que no haya alcanzado un mayor protagonismo durante los gobiernos de la Concertación, aunque para otros sean justamente esas características por las que fue excluido. Durante el período de Frei Ruiz-Tagle llegó a tener una cierta relevancia de muy corto aliento: fue nombrado director regional de servicios médicos e integrante de la junta directiva de la Universidad de La Frontera, pero le pidieron la renuncia cuando se enfrentó con grupos de poder que buscaban vender unas tierras de la Reforma Agraria –donadas a la universidad regional para la docencia– "con el propósito de crear una suerte de Santa María de Manquehue en Temuco".

"Yo me precio de tener más de 40 años de medicina en el cuerpo y de ser un profesional competente en mi áreas, y hubiera esperado alguna vez ser consultado por un parlamentario en lo que refiere a la medicina, pero jamás me consultaron: las leyes se hacen a una gran distancia de la vida concreta de las perosnas".

Su retorno a la política, después de una pausa tan larga, ha concitado un entusiasmo transversal. Viejos tercios del Mapu y la Democracia Cristiana, encabezados por Fernando Castillo Velasco, se juntaron con el fin de reunir fondos para su candidatura. El poeta Antonio Gil, en la columna de un matutino, le obsequió un eslogan de campaña ("Energía Solar para Temuco") y personas de toda la región han celebrado el arribo de "un hombre de su estatura ética" a las pistas del servicio público.

¿Por qué volver a la política después de tantos años de bajo perfil?

Todo ciudadano debe hacer política cuando las normas del sistema bloquean su vitalidad, amenazan su historia y su proyección en el tiempo; es decir, ponen en riesgo lo que uno considera bueno para la comunidad donde está inserto. En mi caso concreto, las políticas actuales sobre la familia, la atención de salud, los mapuches y el desarrollo urbano bloquean lo que considero bueno para mí y para todos. Quiero contribuir a cambiarlas.

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Humanizar la medicina

Sigue lloviendo en Temuco, cuando Solar realiza su ronda médica de rutina a los ancianos que reciben cuidados paliativos en unas dependencias creadas por el departamento de atención domiciliaria del Hospital Regional junto a la Corporación Nacional del Cáncer. Allí, en un espacio hogareño se hospedan personas del campo que están batallando contra el cáncer y no pueden recibir atención adecuada en sus casas o no tienen donde recuperarse después de la quimioterapia. Crear estos espacios fuera de los hospitales, donde confluye el equipo médico y la familia en el cuidado del paciente, es una de las obras de las que Solar se siente orgulloso. El equipo médico que trabaja con él en esta iniciativa, a su vez, lo reconoce como un pionero en la lucha por humanizar la medicina en una de las regiones más pobres de Chile.

Al mediodía, cuando la lluvia se apaga, Solar enfila por los senderos ripiados de la Frontera hacia el valle de Cholchol; el sol se asoma entre las nubes, iluminando las verdes praderas. Al llegar, una enfermera mapuche le actualiza información sobre el paciente que visitarán a domicilio. El hombre tiene 42 años y su piel cubierta por llagas que se le infectan por una enfermedad autoinmune provocada por el alcoholismo y trastornos del ánimo. Las machis del sector no han podido sanarlo y debe ser hospitalizado, pero su madre, una anciana mapuche, se opone al traslado.

Después de observar al hombre en su casa, la decisión de Solar es que debe ser internado a la brevedad en el módulo mapuche del hospital de Nueva Imperial. La madre se opone porque desconfía de cualquier propuesta que provenga de la medicina huinca. Miguel Ángel trata de convencerla, pero no hay caso. El doctor se despide con un abrazo de la madre tozuda y le advierte, amablemente, sobre la responsabilidad que asume si su hijo muere en casa.

Esa dedicación a sus pacientes "a cualquier hora, incluso los feriados" –según relata una matrona– le ha significado un respeto reverencial entre los habitantes de la zona, a tal punto que cuando se refieren a él parece que hablaran de un santo. Solar no comparte ese endiosamiento que se hace en Chile de los médicos y se ve a sí mismo ejerciendo "un oficio similar al de un albañil que tiene que hacer bien la pega para que no le caiga un ladrillo a un cristiano en la cabeza". En esa visión reconoce la influencia de su padre, también médico, que trabajó por años en el sector campesino de Paine y llegó a ser director del hospital de la Universidad de Chile.

"La depresión es una oportunidad de experimentar las crisis y salir de ella fortalecido. Yo les pregunto a mis pacientes: '¿le dan ganas de levantarse en la mañana?' ellos me dicen que no, pero que se levantan igual. Esas personas son candidatas a sufrir cáncer, úlcera, hipertensión. Yo les recomiendo deprimirse o demolerse con apoyo, para abrirse a las ayudas que los remodelen hacia un nuevo propósito".

Siguiendo el ejemplo paterno Solar se trasladó, en abril de 1971, recién titulado de médico especialista en medicina familiar, a Nueva Imperial, cerca de Temuco, donde cumplió su deseo de iniciar el ejercicio de la medicina en la provincia. Allí conoció a la enfermera Irma Rocha con la cual lleva más de 40 años de matrimonio. El Golpe de Estado lo sorprendió siendo facultativo en el hospital de esa localidad. En ese entonces era un disciplinado militante del Mapu (sector rebelde que se había escindido de la DC en 1969) y apoyaba el proceso de la Unidad Popular organizando la distribución de alimentos en ese pueblo "durante esos mil días maravillosos de la historia de Chile". A raíz de ese compromiso, –según antiguos dirigentes del lugar–, que ejerció con gran ecuanimidad, fue detenido, torturado y enviado al exilio.

–Intentaron dañarme y no lo consiguieron. Hubo golpes, electricidad y esas cosas, que son casi totalmente manejables, incluso el exilio mismo, que se supone era un castigo, lo aproveché para desarrollar mi familia y mi profesión. La pasé mal dos meses, pero después tuve una vida muy hermosa, primero en Holanda, donde estuve un año y medio, y luego en Venezuela, donde permanecí hasta mi retorno. Soy de los que creen que con el triunfo en el plebiscito y el retorno a la democracia ganamos la guerra que nos declararon los militares de la derecha en 1973.

Cuando Solar estaba a punto de abordar el avión que lo llevaría por más de una década lejos de Chile, junto a su esposa y su hijo, su madre les recomendó que se dedicaran a pasear y no tuvieran otros hijos. Solar hizo todo lo contrario: casi no paseó, tuvo cuatro hijos más y estudió de nuevo Medicina en Venezuela, obteniendo su segundo título mientras trabajaba de médico rural, en un pueblito cercano a Maracaibo. En ese lugar la falta de recursos lo obligó a reconocer las enfermedades solo en base a los síntomas de la persona y eso lo valoran hoy sus pacientes temucanos, a los que rara vez les solicita un examen. A mediados de los ochenta fue autorizado a retornar y, con su porfía de costumbre, volvió a su "querido Temuco" a continuar ejerciendo la medicina social con todo el bagaje que adquirió en su paso por Venezuela.

"Todo ciudadano debe hacer política cuando las normas del sistema bloquean su vitalidad, amenazan su historia y su proyección en el tiempo. en mi caso, las políticas actuales sobre familia, atención de salid, Mapuches y desarrollo urbano boquean lo que considero bueno para mí y para todos. Quiero contribuir a cambiarlas".

Su amistad con los mapuches

Miguel Ángel Solar emprende el regreso a Temuco haciendo altos en la ruta para no recalentar su sencillo vehículo de dos puertas que tiene problemas en el radiador. Aprovecha una de sus escalas en el valle del río Allipén para convidar a una actividad política a su amiga y dirigente mapuche María Luisa Collinao, quien le regaló una hectárea para que se hiciera una casa de descanso al interior de la comunidad de Pilquimán, integrándolo así como un vecino más en el mundo mapuche. Solar ama tanto estos territorios que desea ser sepultado en un cementerio cercano a estos campos "para servir de alimento a los árboles".

María Luisa lo abraza y se sienta a escucharlo. Solar le explica que está organizando un encuentro entre líderes mapuches viejos para oír sus demandas y construir acuerdos.

–¿Y qué vas a hacer por los mapuches Miguel Ángel?– pregunta María Luisa, sin mayores remilgos.

–Está bien que me hagas la pregunta, porque una cosa es el amigo Miguel Ángel y otra el político. Solo quiero reunirme con ustedes a construir acuerdos que queden en el corazón de todos nosotros.

–No dudo que vas a ayudar a los mapuches y a los pobres, porque te conozco.

–La verdad no ayudo a los pobres, María Luisa. Yo me ayudo a mí mismo y hago negocios con los pobres y todos vamos para adelante. En ese sentido no me siento una persona generosa.

–Tú eres un hombre bueno, todos saben lo que has hecho por los mapuches.

–Dile eso a mi señora que no me cree que sea demasiado bueno– responde Solar con una ternura que refleja un cariño muy antiguo.

Cae la tarde en La Araucanía y Solar está de vuelta en Temuco. A partir de las seis y media debe atender su consulta privada en Janequeo, un sector muy modesto de la ciudad, donde ve solo a dos personas diarias, pues le dedica a cada paciente al menos una hora de atención (y según confidencia su secretaria cobra alrededor de ocho mil pesos).

Hoy no se puede exceder de ese tiempo: se comprometió a dictar una clase magistral vespertina en la facultad de Medicina de la Universidad de La Frontera, sobre la relación entre la medicina moderna y la tradicional mapuche.

Miguel Ángel Solar está cerrando a las diez de la noche una jornada que inició de madrugada. Al observarlo en el aula con sus gestos teatrales y el conocimiento meticuloso que despliega para diseminar los principios de una nueva medicina entre sus futuros colegas, no cuesta demasiado imaginarlo en esos tumultuosos días de la Reforma Universitaria, a fines del 67, arengando a sus compañeros para construir un país a la altura de unos sueños que muy pronto se verían truncados y que para él "resucitaron con el movimiento estudiantil de los últimos meses".

Días intensos deben haber sido esos del 67…

Quedé muy extenuado con las luchas universitarias, porque era necesario demoler ese tipo de universidad para construir algo nuevo. En una declaración de ese tiempo dije: "Destruimos la universidad y nos destruimos a nosotros también…" Claro que La Segunda publicó nada más que la primera parte de la frase –recuerda riendo–. En todo caso, a mí me parece mucho más heroica y moderna la generación de los 80, tal como aparece en el documental Actores secundarios.

–¿Está de acuerdo con las demandas del movimiento estudiantil actual?

El problema ya no es la cobertura. Si la educación es para todos, o casi todos, como nosotros queríamos el 67, tiene que ser buena y gratuita para quienes no pueden pagar. Lo más notable es que estos muchachos que han estado luchando por una educación de calidad, han estudiado la Constitución del Estado, han analizado las leyes, han investigado en los documentos del Ministerio, algo que jamás hicimos nosotros. Todas estas protestas han sido como un curso intensivo de educación cívica y eso es maravilloso porque vamos a tener una generación de ciudadanos de un nivel superior.

¿Comparte la exigencia de gratuidad total en la educación?

Lo que me parece vital es que ningún estudiante en Chile sea excluido por razones económicas y eso requiere un gran esfuerzo de gratuidad para grandes sectores. Yo estudié en una universidad gratuita y de no haber sido así no podría haber ingresado a medicina, porque éramos 13 hermanos y con lo que ganaba mi padre médico no alcanzaba.

¿Concuerda con que en Chile hay una crisis de representatividad en la política?

Nuestra estructura política representativa está definida para estar alejada de la gente. Yo me precio de tener más de 40 años de medicina en el cuerpo y de ser un profesional competente en mi área y hubiera esperado alguna vez ser consultado por un parlamentario en lo que se refiere a la medicina, pero jamás me consultaron: las leyes se hacen a una gran distancia de la vida concreta de las personas.

¿No le preocupa volver a los rigores de la política después de tantos años sin un protagonismo directo?

Aún no he vuelto, porque puedo perder en las elecciones. Lo ideal para mí sería ver enfermos, criar ovejas y pasear, porque la política es una pasión avasalladora donde te golpean y uno golpea, pero si uno quiere que sus ideas tengan alguna posibilidad de fructificar no queda otra que hacer política.

¿Qué ha cambiado en el país que lo motiva a retornar a la política contingente?

La mortalidad infantil descendió, la propiedad y el consumo se han extendido, la educación se ha masificado y el país ha crecido. Somos, en términos generales, más democráticos y menos pobres. Sin embargo, los avances están detenidos y no avanzar, hoy en día, equivale a retroceder.

¿En que debiéramos avanzar?

Se necesita una reforma profunda de la empresa. Para que los bienes y servicios que se producen sean óptimos, los trabajadores deben participar de la gestión de la empresa y recibir los beneficios, ya sea en utilidades o en acceso a la propiedad. Es necesario, además, reformar el sistema de representación política para construir la ley. El camino: una cámara única elegida por nuevos distritos electorales por comunas y un sistema electoral mayoritario. También se requiere una banca especializada en la microempresa para que ese sector pueda acceder al mercado de capitales y el ahorro de los chilenos no vaya solo a unas pocas grandes empresas. Por otra parte, el proceso de regionalización no ha detenido el crecimiento relativo de Santiago y sí ha inducido a que las capitales regionales se devoren a las comunas de su entorno y empiecen a dañar su propio ambiente geográfico y social. Si pretendemos mejorar nuestras comunidades necesitamos reconocer a la persona humana como el valor ordenador de nuestra conducta, que debiera estar orientada a crear las condiciones para alcanzar un mundo mejor.

¿Cuál es su diagnóstico del conflicto mapuche?

La violencia en La Araucanía es un problema entre vecinos, no de mapuches contra huincas. Por eso en Vilcún el conflicto se acabó cuando Eduardo Luchsinger se fue, porque era realmente un mal vecino.

En el caso de ser elegido concejal, ¿no teme perder su independencia y restarles tiempo a sus pacientes?

Es un cargo perfectamente compatible con el ejercicio de la medicina que es mi prioridad, al igual que conservar la independencia para mantenerme fiel a mi ética. Como dijo el Llanero Solitario: "yo sobre mi caballo; sobre mí, el sombrero y sobre el sombrero, Dios".

"Lo notable de los muchachos que están hoy luchando por la educación, es que han estudiado la Constitución, las leyes y los documentos del ministerio, algo que jamás hicimos nosotros. Las protestas han sido como un curso intensivo de educación cívica".

Medicina ética

En un artículo que publicó usted dice que la medicina mapuche recomienda actividad física y no pereza, trabajo moderado y no codicia, alimentación limitada y no gula…

Eso tiene que ver con que la medicina mapuche es ética; plantea que la persona se enferma por su conducta. La medicina moderna, al enfrentarse con una de nuestras mayores patologías, las enfermedades cardiovasculares, ha llegado a conclusiones similares. ¿Qué le dice el cardiólogo a sus pacientes complicados?: camine, coma moderado y regularmente, no trabaje demasiado; es decir, no sea muy codicioso, no se estrese. El mapuche puede ser pobre en ingresos, pero es rico en calidad de vida.

Usted es conocido como un médico que no combate la depresión y es poco amigo de la medicación excesiva…

El llamado es a vivir la depresión como una oportunidad de experimentar la crisis y salir de ella fortalecido. El dolor obliga a mejorar las relaciones humanas, porque no es el mal, sino una reacción frente al mal y con los antidepresivos lo que hacemos es adormecernos artificialmente. Hay muchas enfermedades que se vuelven crónicas por el mal uso de medicamentos. Si uno va solo a las molestias y no a las causas, el mal persiste.

¿Qué sucede si uno no se da tiempo para vivir la depresión?

Gran parte de las enfermedades se producen en el síndrome depresivo ansioso, que se da cuando uno se deprime pero sigue adelante. Yo les pregunto a mis pacientes: '¿Le dan ganas de levantarse en la mañana?' Ellos me dicen que no, pero que se levantan igual. Esas personas son candidatas a sufrir cáncer, úlcera, hipertensión. Lo que yo les digo es que tienen que deprimirse o demolerse, con apoyo, para abrirse a las ayudas que los remodelen hacia un nuevo propósito.

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