Hablar de maternidad es lo máximo que uno como madre puede hacer. Uno siempre cree haberlo vivido todo, pero con el tiempo uno se da cuenta de que no es así. Soy una mujer afortunada y feliz de tener tres hijos, dos niñitas y un niño. Tuve dos pérdidas de embarazo, momentos de mucho dolor, pero de los que logré salir adelante con la ayuda de mi familia y la fortaleza de mi esposo e hijas.
Pero no quiero hablar de mí, quiero destacar a mi hija, una bella madre de un bebé que nació prematuro. Su fecha de parto era el 25 de diciembre pero por el hecho de tener complicaciones en su embarazo, nació el 5 de septiembre. Tuvo un embarazo difícil, de mucho reposo, idas al médico y hospitalizaciones. Pero a pesar de todo, nunca la vi rendirse. Mi hija fue una increíble mamá desde que supo que tenía a Tomás en su vientre.
Tomacito pesó 710 gramos y al nacer tuvo mucha dificultad para respirar y problemas en todos sus órganos. Fueron momentos muy duros; 120 días en la UCI en los que presentó apneas, obstrucción intestinal, septicemia, enterocolitis, distrés respiratorio, convulsiones, problemas cardiacos. Al mismo tiempo que Tomás nació, había otras guagüitas prematuras, y muchas de ellas no lograron salir adelante. Uno no conoce de estos temas hasta que le toca vivirlos, pero ahí aprendí que es muy alto el porcentaje de los niños que mueren por ser prematuros. Sentí miedo y mucho dolor.
No pude entrar al parto, pero entré a conocerlo apenas le empezaron a hacer todos los cuidados. Fui yo quien le cortó el cordón umbilical. Tomás me miraba fijo. Sentí una conexión inmediata con él. Era muy chiquitito, su cuerpo era muy frágil. Mi dedo chico de la mano era del tamaño de su brazito. Recuerdo que cuando lo pusieron en su incubadora, solo escuché aplausos de los médicos, matronas y enfermeras que venían a ver a este bebé tan pequeño. De inmediato sentí mucha energía a nuestro alrededor.
Durante todo este tiempo, mi hija estuvo a su lado las 24 horas del día, dedicada solo al cuidado de su hijo. Salía del hospital para bañarse, cambiarse de ropa y comer algo. No estaba fuera por más de una hora, todos los días. Nunca dejó de apoyarlo y darle ánimo para que lograra salir adelante y superara todas sus enfermedades. Siento que todo se fue curando con amor, ese amor puro que solo una madre puede darle a su hijo. Sé que cada madre es especial, pero esa madre que tiene un hijo enfermo es un ángel. Dicen que los hijos eligen a sus madres, y no me cabe duda de que nuestro Tomacito escogió a mi hija como la suya.
Ver sufrir a una hija es muy, muy doloroso. Porque su dolor es de uno también. Yo siempre digo que Tomás no es mi nieto, es mi re hijo, porque siento que salió de mi vientre. El dolor que ella tenía para mí era doble, por verlo sufrir a él y verla sufrir a ella. Eso me hizo querer acompañarla en todo momento y también tratar de que sintiera alegría, porque el nacimiento de un hijo es eso. Siempre vi en ella mucha entereza y fortaleza. Todo lo que hizo por su hijo es admirable.
Lo mejor es que mi nietecito actualmente está muy bien. Superó toda expectativa de vida y logró salir adelante. Gracias a un tremendo equipo médico. Inlcuso, la doctora Patricia Martínez, pasó a ser parte de nuestra familia.
Tomás es un niño sano al que hay que cuidar como huesito santo para que no se enferme, pero es grande, regalón y hermoso. Todos los días festejamos sus logros y agradecemos su salud. Y que él esté sano ha sido gracias a la cadena de gente buena que nos acompañó en este proceso con sus rezos y energías positivas, que nos llevaron a este milagro de vida.
Marcela tiene 47 años, es secretaria, madre de 3 hijos y abuela de Tomás, que hoy tiene 3 años.