Milagro y sus mil grullas de amor
“A mí me detectaron cáncer cervicouterino a fines de 2022 después de un período en el cual ya llevaba varias semanas sintiéndome mal. Me daban dolores menstruales y de repente, tenía un poco de sangrado, que mis doctores asociaban al dispositivo intrauterino que utilizaba. Como tripulante de cabina, me aseguraba de tener mis chequeos al día y nunca había salido ningún examen alterado.
Eso cambió en diciembre de 2022 cuando me realicé un PAP donde apareció algo atípico e inespecífico en la zona del útero, aún cuando me había realizado uno en marzo que había salido normal. Lo que tenía, en realidad, era un tumor de aproximadamente ocho centímetros. Era cáncer cervicouterino grado 4 metastásico. A mí y a mi marido, se nos cayó el mundo cuando nos dieron la noticia porque además lo que tenía era tan complicado que se veía todo negro. No me dieron muchos meses de vida.
Si bien todos los años me hacía el PAP, nunca me pidieron hacerme el test PCR para detectar el VPH. Pienso que, quizás, si me lo hubiese hecho, el diagnóstico se podría haber anticipado.
Como no había mucha alternativa, los doctores me preguntaron si me parecía probar con un tratamiento experimental que consistía en aplicaciones de quimioterapia en combinación con inmunoterapia. En beneficio de la ciencia y con la idea de ayudar a otras mujeres, les dije que sí, así que partimos con eso a inicios de 2023. Al principio, recuerdo que no podía ni caminar porque el tratamiento me dejaba devastada, pero me ayudó tener a mi familia siempre apoyándome.
Cuando comencé el tratamiento, el doctor me dijo mira, nosotros vamos a hacer el 50% que son las drogas y el otro 50% tienes que hacerlo tú, porque así funciona esto. Manejar ese porcentaje que depende de uno implica hacer varias cosas, entre ellas, alimentarse de manera saludable e intentar hacer ejercicio, pero la más importante de todas es incentivar la felicidad. Esto es mucha cabeza. Así que como siempre he sido una persona muy alegre dije este es mi fuerte, y se lo comenté a mi familia. Ahí mi cuñada creó un WhatsApp donde todos mandaban mensajitos con mucho amor y siempre, antes de cada tratamiento, se preocupaban de enviarme algo: desayuno, flores o fotos.
El punto cúlmine fue en mi último día de terapia. Ahí se la jugaron 100% porque me hicieron una cortina con más de 1.300 grullas de papel, con colores preciosos y brillantes, que colgaban desde el techo. La vi cuando llegué a mi pieza y me puse a llorar porque conocía perfectamente la leyenda japonesa que dice que si haces más de mil grullas de papel, los dioses te van a conceder un deseo. Cada una de ellas es súper especial porque están armadas con intención y cargadas de amor, fe y mucha esperanza, pensando en la persona y su sanación. Era como un regalo de amor hecho especialmente para mí. Fue muy bonito.
Ahí pensé que me estaban entregando tanto cariño para avanzar en la recuperación que quise compartir y retribuir esto a una comunidad más amplia. Porque gracias a Dios yo tengo una red de apoyo maravillosa, pero sé que no todo el mundo cuenta con eso. Así que, para tratar de devolver un poquito la mano a los pacientes oncológicos, se me ocurrió hacer el Instagram @1000grullasdeamor donde me escribe harta gente y donde trato de compartir el cómo veo la enfermedad, desde una visión no tan catastrófica y tratando de buscarle una luz de esperanza. Gracias a esta cuenta, he participado en charlas relacionadas al cáncer y he organizado campañas para juntar cuadritos de lana y armar frazadas para los pacientes oncológicos de Los Andes y Santiago.
Cuando uno recibe un diagnóstico catastrófico, tienes dos alternativas: quedarte en tu cama lidiando con la enfermedad hasta que ya no puedas más, o levantarte y tratar de disfrutar la vida dentro de lo posible. Y eso es lo que he intentado hacer yo. Al terminar con mis tratamientos que duran 21 días, trato de aprovechar al máximo momentos simples, como conversar con mis niños, salir a caminar o tomar un café. Sacarle el jugo a la vida, al minuto a minuto, porque, hasta ahora, no sé bien qué es lo que va a pasar. No tengo claro lo que me depara el destino, solo sé que tengo muchas ganas de vivir y dar vuelta este diagnóstico.
Tengo muchas ganas de hacer más campañas solidarias y talleres de grullas, pero en este último tiempo no me he sentido bien como para llevarlas adelante. Me mantiene en pie, eso sí, el hecho de estar concentrada en estos planes a futuro y en las cosas que me gusta hacer. Tal vez, es para llevar este proceso de mejor manera, porque realmente el cáncer ha sido complejo, doloroso y muy difícil. Esta enfermedad no solo afecta al paciente, sino también a su familia y entorno, dejando altos costos económicos y emocionales asociados. Estoy poniendo de todo mi corazón, alma, mente y esfuerzos para salir adelante. Espero que así sea”.
* Milagro Freire es tripulante de cabina y tiene 42 años. Actualmente, es paciente oncológica de cáncer cervicouterino.
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