Ministro en su hora peak

Evaluado con un 63 por ciento de desaprobación, luego de enfrentar la crisis más grande en la historia del Metro de Santiago, el máximo responsable del transporte público del país sueña que en 2018 el sistema sea tan bueno que hasta los ricos se bajen del auto para andar en micro. Y no les presta oreja a los rumores que lo alejan del gabinete.




Paula 1163. Sábado 20 de diciembre de 2014.

En sus nueve meses de gestión como ministro de Transportes y Telecomunicaciones, el Doctor en Economía Andrés Gómez-Lobo (49) ha tenido que lidiar con cuatro grandes fallas del servicio del Metro. En noviembre fue la más importante, que dejó tres líneas sin operaciones y a miles de santiaguinos indignados en las calles. En la última encuesta Adimark, esa coyuntura se vio reflejada en la desaprobación al transporte público que llegó al 77 por ciento, mientras el rechazo a su labor, específicamente, alcanzó un 63 por ciento. Junto a Nicolás Eyzaguirre, de Educación, fue el ministro peor evaluado. Esta entrevista se realizó los días 9 y 10 de diciembre, en medio de los rumores de un inminente cambio de gabinete, y Andrés Gómez-Lobo era uno de los nombres que más sonaba como recambio. Además estaba rondando la amenaza de parlamentarios UDI de una acusación constitucional. Si terminar con la angustia, la frustración y la tensión que sufren miles de santiaguinos en el transporte público en las horas punta es la principal misión del Ministerio que dirige, el jefe de la cartera también ha estado viviendo su propia hora peak.

Cabe la posibilidad de que cuando esta entrevista sea publicada usted ya no sea ministro. ¿Cómo afectaría a su currículum si tuviera que dejar el cargo sin haber cumplido un año en él?

Tengo un currículum como economista, como académico; los efectos sobre mi currículum son irrelevantes. Si estoy en este cargo, es porque quiero contribuir con el programa de gobierno, porque apoyo a la Presidenta, porque quiero hacer de Chile un país más justo, con mejor calidad de vida. En la medida que cuente con la confianza de la Presidenta, seguiré haciéndolo tal cual lo he hecho hasta ahora.

¿No les presta oreja a los rumores de su posible salida?

Nada.

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"Mi meta personal es llegar a comienzos de 2018 con un sistema de transporte público que, efectivamente, sea una alternativa al auto. Un país desarrollado no es uno donde los pobres usan el auto para trasladarse, es uno donde los ricos usan el transporte público".

Hijo del filósofo Alfonso Gómez-Lobo, al ministro algunos lo conocen como "el gringo", porque ha vivido parte importante de su vida fuera de Chile. Nació en Alemania, vivió en Puerto Rico, creció en Estados Unidos, estudió en Inglaterra y trabajó en España, hecho que le ha dado una particular expertise sobre el uso del transporte público en el mundo. Proveniente del ámbito académico –aunque siempre con un pie en la política–, fue asesor del ministro René Cortázar en Transportes, entre 2008 y 2010, y director de Metro en el primer gobierno de Bachelet en las mismas fechas. En la última campaña presidencial estuvo a cargo de la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones del comando de la Presidenta. "Era razonable que yo me encargara de este tema. Para mí el tema del transporte es pasión", dice.

VIERNES NEGRO

El 14 de noviembre pasado, Santiago despertó con una noticia que modificaría significativamente su funcionamiento normal: las líneas 1, 2 y 5 del Metro –pilar del transporte público capitalino– estaban sin servicio, con sus estaciones cerradas, debido a una falla eléctrica en el transformador de la estación La Moneda. Era el peor desperfecto en la historia del tren subterráneo. Imágenes apocalípticas de miles de personas en las calles tratando de llegar a sus trabajos resucitaron los fantasmas de febrero de 2007, cuando debutó el Transantiago en la ciudad.

Ministro, ¿qué pensó cuando se enteró de la falla?

Lo primero que pensé fue en la gente que lo estaba pasando mal. En momentos así, uno inmediatamente se pone en "modo de contingencia" y se enfoca en resolver los problemas lo antes posible. Mis principales preocupaciones fueron: cómo reforzamos la superficie con buses, cómo los coordinamos; cómo sacamos adelante el horario punta de la tarde; cómo disminuimos al máximo el efecto sobre los usuarios, sabiendo que es imposible sustituir los servicios que otorga el Metro en términos del volumen de pasajeros que traslada.

¿Por qué no se previó que algo así podía pasar?

Quisiera remitirme al panel de expertos porque ellos son los mejor posicionados, al tener una visión externa. Mencionan varios puntos interesantes. En primer lugar: el Metro es un ente más complejo ahora que hace 20 años, cuando tenía solo dos líneas funcionando. El Metro ha cambiado, hoy implica una operación mucho más compleja y la institución todavía no refleja ese cambio. Otra de las cosas que menciona el panel es que ha habido un marcado cambio generacional en los trabajadores, con una rotación profesional que se hizo sin la debida gestión del conocimiento, en el sentido de que hay gente con experiencia que fue desvinculada, renunció o se jubiló y cuyo conocimiento no se traspasó a los nuevos trabajadores. Eso ha complejizado los problemas que hemos tenido. Ciertamente –esta es una opinión personal–, el Metro ha perdido el foco en su mantención y lo tiene que recuperar. En eso estamos trabajando.

"Trato de andar en micro y aprovecho de conversar con los conductores. Esta mañana me vine en la 517, hice un cambio a la 427 en Salvador, me demoré 20 minutos de Providencia al centro".

Ese viernes 14, miles de personas tuvieron que arreglárselas por su cuenta –caminar, subirse a buses repletos– para llegar a su trabajo o volver a su casa. Siendo usted un usuario del Transantiago, ¿no le parece esto humillante para la gente que utiliza el transporte público?

Ciertamente, no es una situación que uno quisiera volver a vivir. Quisiera reconocer, eso sí, la responsabilidad cívica de los santiaguinos. Fue un día donde, si bien la gente tuvo problemas, en ningún momento hubo disturbios. Había gente molesta, pero no tuvimos un colapso. Lo más grave fue la congestión en Providencia con Tobalaba, que es un problema de base que tenemos en Santiago.

¿Qué autocrítica se hace por el manejo de la crisis de ese día?

Creo que todavía podemos avanzar mucho en informar rápido a los usuarios la situación que se está produciendo y en entregarles alternativas. En eso el Metro está avanzando y el Ministerio también. Implementamos sistemas de información variable. Ya hay 44 pantallas que dicen si las líneas están operativas o si hay algún problema en alguna estación. También estamos trabajando para que el personal del Metro pueda informar a los usuarios cuáles son los servicios de buses en la superficie que pueden usar en caso de un incidente. Tenemos que mejorar mucho más la comunicación porque siempre va a haber incidentes, no es realista pensar que el Metro nunca más va a fallar. Estadísticamente, de hecho, el Metro de Santiago tiene pocas fallas en comparación a otros metros del mundo. En twitter yo sigo al Metro de Melbourne y hoy día decían que tenían un problema con una línea. Esto no quiere decir que yo quiera minimizar la gravedad de lo que ocurrió el viernes 14.

Después de la gran falla del Metro se fue su presidente. ¿Es usted el responsable político?

No sé si entiendo la pregunta.

¿Es usted el responsable político de la crisis del Metro?

Yo soy el responsable político del transporte en todo el país y de telecomunicaciones. Metro es una sociedad anónima de propiedad del Estado y tiene cierta autonomía. Pero sí, yo me hago cargo de los temas de transporte público en general, yo soy la autoridad máxima.

CIUDADANO DEL MUNDO

Hijo de padres chilenos pero nacido en Alemania a mediados de los 60, la vida de Andrés Gómez-Lobo ha sido bastante nómada. Tras vivir una temporada en Chile, después del Golpe de Estado de 1973 vivió en Puerto Rico y, desde los 10 años, en Estados Unidos, en Washington. Todos estos cambios se debieron, en buena parte, a la carrera académica de su padre, el filósofo Alfonso Gómez-Lobo, especialista en filosofía e historiografía griega, entre otras materias. Pero a los 18 años, pudiendo elegir otros lugares donde estudiar, Andrés Gómez-Lobo decidió volver a Chile a realizar sus estudios de pregrado. De todos sus hermanos, fue el único que regresó. Estudió Economía en la Universidad Católica.

Pero tras terminar la carrera volvió a hacer las maletas, esta vez para partir a Inglaterra, donde realizó un máster en Economía de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente y un doctorado en Economía, ambos en la University College London (UCL). Sus primeros pasos laborales, ligados al mundo de la investigación, los dio en el Banco Mundial y en el Centro de Estudios Económicos para Latinoamérica (Cieplan); su carrera

académica –fue profesor visitante en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España, y profesor asociado de la Universidad de Chile– la desarrolló en paralelo a sus cargos como director del Metro de Santiago y como jefe de asesores del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones del entonces ministro René Cortázar, durante los últimos dos años del primer gobierno de Bachelet.

Ha pasado buena parte de su vida fuera de Chile. ¿En qué se le nota?

En las materias que me competen, creo que en la valoración del transporte público. Tengo la opinión de que poder usarlo es un privilegio, de que es un beneficio para todos, es algo comunitario. Tengo muy clara la diferencia entre lo social y lo privado. El auto, por ejemplo, refleja un modo de vida individual; el transporte público, uno que es colectivo. Creo que eso mismo se puede extender a la valoración que tengo de la educación pública, por mi experiencia de haber estudiado en un colegio público en Estados Unidos. Por eso estoy convencido de que la reforma educacional es muy buena para Chile. Ese convencimiento proviene no solo de alguien que ha estudiado políticas públicas, sino que de alguien que estudió en un colegio público. En mi curso había hijos de mecánicos, de científicos o de un filósofo, como era mi caso.

Su padre, Alfonso Gómez-Lobo, fue un filósofo de renombre y una eminencia de la academia. ¿Qué lecciones heredó de él del mundo de las ideas?

La honestidad intelectual. Con él aprendí a no imponer ideas porque uno tiene un artículo publicado o porque ha escrito diferentes cosas, sino a instalarlas sobre la base de argumentos. Aprendí a tener cierta… ¿cómo se dice..? Tengo la palabra en inglés… ¿cómo se dice cuando alguien no es arrogante?

¿Humilde?

Humilde, claro. Aprendí a tener cierta humildad. Mi padre siempre estuvo interesado en los temas de políticas públicas, leía mucho sobre eso, tenía una preocupación por lo colectivo, por la sociedad. Creo que no es casualidad que yo sea un economista preocupado no solo de lo teórico, sino también de lo concreto. Eso lo heredé de mi padre. Es su herencia intelectual.

Usted ha vivido en muchos lugares. ¿No se siente un poco extranjero en todas partes?

No. Soy chileno. Siempre he vuelto a Chile. El único lugar donde no me siento extranjero es acá.

¿Por qué cree que desarrolló ese vínculo con el país? Perfectamente podría haber hecho su vida fuera.

Creo que hay dos razones. La primera es la experiencia de niño de haber vivido en Viña del Mar, una época muy colorida. Tengo buenos recuerdos: el estadio de Everton, la vida de barrio, el colegio. Y la segunda razón es por mis padres, que siempre me educaron como si estuviéramos en Chile.

¿De cultura popular chilena sabe? Por ejemplo, ¿conoce al cantante Américo?

Lo conozco. Me gusta mucho la salsa, pero prefiero más la salsa neoyorquina o la cumbia colombiana. Me gusta más otro tipo de música chilena. Tengo todo el repertorio de la música folclórica de los años 70. En Georgetown solía ir a una tienda donde vendían discos de Víctor Jara.

Usted vino a estudiar a Chile en 1983. ¿Cómo recuerda esa época?

Era una época de protestas, de agitación, muy política, fue muy especial para mí. Estuve detenido dos veces por protestar. Pensaba que si me quedaba tranquilo, me iban a leer los derechos y no me iba a pasar nada, pero una vez estuve detenido un día entero, como muchos de mis compañeros.

Después vino el plebiscito…

Sí, estuve muy activo en ese tiempo, trabajando en la campaña del No. La recuperación de la democracia la recuerdo como una época muy especial.

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–En la medida en que cuente con la confianza de la presidenta, seguiré haciéndolo tal cual como lo he hecho hasta ahora.

–¿No les presta oreja a los rumores de su posible salida?

-Nada.

¿Cuándo se vinculó al PPD?

Desde el día que se formó. Estuve en la marcha en Bellavista cuando se inscribió el partido, a fines de los 80. Luego trabajé en la Comisión de Medio Ambiente. Después, siempre he estado vinculado al partido, de una u otra manera, contribuyendo con la planificación de políticas públicas.

¿Cómo ha sido contrastar las teorías del mundo académico con las realidades cotidianas del Ministerio?

Si bien provengo de la academia, trabajé en el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones con el ministro Cortázar. Fue una experiencia muy importante. Creo en la economía como una herramienta de diseño de políticas públicas, pero hay cosas que son muy distintas cuando se intenta implementar esas políticas sobre la realidad. Hay trabajo comunicacional, trabajo en el parlamento, es decir, un trabajo  político. Y, como dice la gente, otra cosa es con guitarra.

¿Y cómo ha sido con guitarra? ¿Muy distinto a como se lo imaginaba?

Sí y no. No, porque tenía la experiencia previa y entonces sabía que este era un sector complejo. Y sí, porque las dificultades del Metro han sido mayores a las esperadas y ciertamente el haber tenido tantos eventos significativos en tan corto plazo ha sido muy difícil para la gente, en primer lugar y, por supuesto, también para las autoridades.

ARRIBA DE LA MICRO

En la última encuesta de Adimark, el transporte público llegó a un 77% de desaprobación. ¿Es reversible esta mala evaluación?

Estoy convencido de que sí, pero requiere tiempo y esfuerzo. Es muy importante que le demos prioridad al transporte público. Mucha gente me dice: "Yo no me voy a bajar del auto para usar el transporte público porque es malo", pero justamente porque las personas usan el auto tenemos un transporte público que no funciona bien. Uno ve las velocidades de los buses y van disminuyendo año a año, por los tacos. Si los buses fueran más rápidos, la gente preferiría los buses y no el Metro. Pero los buses no van más rápido porque tenemos un problema de congestión. Por eso, en mayo pasado, la Presidenta anunció inversiones para priorizar el transporte público, como la de incrementar los corredores exclusivos.

En 2004 publicó un libro, junto a Andrés Velasco y Guillermo Díaz, sobre el uso de las micros. ¿Ahí se proponía al Metro como el eje de transporte en la ciudad?

No. Hay un mito urbano que dice que ese es la base del Transantiago, lo cual es absurdo porque está basado en estudios que se hicieron en los años 90. Es un estudio académico en el que analizamos la situación de las micros amarillas. De hecho, fue financiado por el Centro de Estudios Públicos. Yo nunca participé en el diseño del Transantiago propiamente tal. Si bien respaldé que se hiciese una reforma en el transporte público.

En retrospectiva, ¿cuáles fueron los principales errores de la puesta en marcha del Transantiago?  

Creo que hubo tres errores importantes. Primero: no tener subsidio desde el comienzo; la experiencia internacional indica que es bueno y necesario subsidiar al transporte público. Segundo: no haber avanzado antes con una infraestructura que priorizara el transporte público. Tercero: los contratos no contenían incentivos adecuados para los operadores.

"Estadísticamente el Metro de Santiago tiene pocas fallas en comparación a otros metros del mundo. En twitter sigo al Metro de Melbourne y hoy día decían que tenían un problema con una línea. Esto no quiere decir que yo quiera minimizar la gravedad de lo que ocurrió el viernes 14".

Imaginemos que nunca hubo Transantiago y que las micros amarillas siguen. ¿Cuál sería el panorama actual?

Imagínese 10 mil micros amarillas en las calles de Santiago y compárelo con los 6.500 buses que tenemos hoy. Por la contaminación que eso generaría, por la cantidad de accidentes que ocurrirían –cada tres días alguien fallecía atropellado por una micro amarilla–, por las condiciones de trabajo de los conductores –15 horas de trabajo diario, expuestos a asaltos para quitarles el efectivo–, creo que sería una ciudad muchísimo más caótica y congestionada que el Santiago de hoy. Es un cliché decir que el Transantiago es malo. La realidad es que hay operadores que funcionan mejor que otros y que tenemos un sistema heterogéneo. Ahora hay que nivelar hacia arriba. En eso estamos.

El ministro Gómez-Lobo es un usuario activo del transporte público. Al menos tres días a la semana lo usa para trasladarse desde su departamento en Providencia hasta Amunátegui 139, donde queda el Ministerio. Es, dice, la mejor manera que tiene para evaluar qué funciona y qué no en el sistema.

Cuando hace sus recorridos en micro y habla con la gente, ¿cuáles son las quejas?

Más que quejarse, la gente sugiere: "Ministro, podríamos poner una micro en tal lugar". Nunca he tenido una mala experiencia y eso que siempre uso el transporte público, incluso los fines de semana. Trato de andar en micro para ver cómo funcionan los recorridos y aprovecho de conversar con los conductores. Esta mañana me vine en la 517, hice un cambio a la 427 en Salvador, me demoré 20 minutos de Providencia al centro.

Se calcula que en 2025 habrá 2,7 millones de autos en Chile, más del doble del parque automotriz actual. ¿Qué se está haciendo hoy para desincentivar el uso de los automóviles?

Este es un tema muy importante para las próximas décadas. Existe la Comisión Promovilidad, que analiza y genera

soluciones para la congestión vial. Sobre la base de sus recomendaciones presentaremos una agenda legislativa y de políticas para eso. Por mientras, estamos mejorando la infraestructura del transporte público para protegerlo de la congestión, no solo en Santiago.

Le pongo el caso. Alguien que vive en Maipú y tiene que ir a trabajar a Huechuraba toma dos micros, hace dos combinaciones de Metro y se demora en total dos horas en llegar. Esa persona quiere saber ¿cómo se soluciona su problema de traslado y en cuánto tiempo más? ¿O en realidad no tiene solución?

No hay que achacar al sistema cosas que son de la ciudad. Efectivamente tenemos una ciudad que es muy extendida.

Y en esta ciudad gigante que es Santiago, ¿hasta qué punto es una alternativa viable entonces incentivar el uso de la bicicleta para los traslados, si las distancias son enormes?

Para muchos viajes, la bicicleta va a ser un modo atractivo, particularmente con la expansión de la infraestructura para las bicicletas. Pero la bicicleta no va a reemplazar al automóvil o al transporte público. Tenemos que pensar en una ciudad que tenga distintos modos de transporte. El desafío es darles cabida a todos: cómo mejoramos las condiciones para las bicicletas, para los peatones y para el transporte público.

Cuando anda en micro, ¿qué hace? ¿Lee?

A veces. Tengo un Kindle, es más cómodo para leer en el transporte público. Pero usualmente cuando ando en micro o en Metro voy contestando correos.

Usted tiene un hijo. ¿Cómo combina las exigencias de la paternidad con las de su cargo?

Ahora entiendo lo que siente una mamá soltera que trabaja, porque es difícil compatibilizar la crianza con las exigencias de ser ministro. Mi mamá me ayuda mucho. Como no vivo con la mamá de mi hijo, hay dos días a la semana que se queda conmigo: los jueves y los domingos, más fines de semana por medio. Para mí es sagrado cerrar los jueves mi agenda a las 18 horas, para estar con él.

¿Cuál es la meta personal del ministro Gómez-Lobo?

La meta es llegar a comienzos de 2018 con un sistema de transporte público que, efectivamente, sea una alternativa al auto. Un país desarrollado no es uno donde los pobres usan el auto para trasladarse, es uno donde los ricos usan el transporte público.

¿Qué le gustaría hacer cuando deje de ser ministro?

No he pensado en eso.  ·

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