Con la convicción de que la conexión con la naturaleza puede sanar, inspirar y transformar vidas, en 2016 Constanza Urrizola fundó Huertos San Benito (@huertos_sanbenito), una huerta comunitaria ubicada en San Carlos de Apoquindo. “El proyecto nació del encuentro con un grupo de mujeres en situación de vulnerabilidad, pero con una gran fortaleza y resiliencia. Ellas me inspiraron a buscar una forma de apoyarlas, aportando un granito de arena en medio de tantas necesidades. La tierra fue la respuesta. Así, la idea de una huerta comunitaria comenzó a germinar y, con la colaboración de los padres benedictinos, que nos cedieron el terreno, se hizo realidad”, relata.
Con el tiempo, se unieron al proyecto Ignacia García (psicóloga), Pamela Serra (ingeniera agrícola) y Paulina Grez (ingeniera civil), quienes aportaron valiosas perspectivas y habilidades. Hoy en día, Huertos San Benito ha logrado expandirse en la comunidad con las primeras huertas comunitarias del sector, demostrando que la conexión con la naturaleza realmente puede transformar vidas, como las de estas mujeres que inspiraron el proyecto y que hoy visitan la huerta una o dos veces por semana para cosechar lo que ellas mismas han sembrado.
“Esto no solo representa una ayuda económica para estas mujeres, sino que este espacio de encuentro, centrado en el cuidado y cultivo, se ha convertido en un ejercicio sanador para ellas. Vienen, trabajamos juntas la tierra, cosechamos, pero también conversamos, nos reímos y hacemos comunidad”, añade Constanza.
Parte de la cosecha de hortalizas también se vende en la misma huerta, y las ganancias se destinan a financiar el proyecto y apoyar a la Fundación Mater Filius, que acompaña a mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad. “Este proyecto nos permite contemplar la belleza de la creación. Estar al aire libre, en silencio, escuchar el canto de los pájaros y esperar los frutos, es una experiencia transformadora que nos recuerda la importancia de la vida y de la naturaleza. Los ciclos de las hortalizas nos conectan con los ciclos de la vida, y por eso es sanador. Estas mujeres hacen esa reflexión y a veces logran comprender mejor sus propios procesos”.
Recientemente la huerta comenzó a recibir también a niños y niñas de un colegio que tiene el proyecto de desarrollar aceites esenciales, para lo cual están plantando romero y lavanda. La idea de Constanza es que este sea un espacio abierto, pensado para la comunidad, en el que la gente pueda venir y hacerse parte; por eso se define como un huerto comunitario.
“Actualmente contamos con muchas voluntarias apasionadas. Juntas compartimos la alegría de estar en este proyecto y de contribuir a la comunidad, sabiendo que cada semilla plantada y cada fruto cosechado es un logro compartido”, concluye Constanza.