Yoga es la denominación genérica que recibe un conjunto de prácticas tradicionales de la India, que forman parte esencial de su espiritualidad. El nombre proviene de la palabra «yug» que significa “unir” o “mantener fuertemente asido”. Así, podemos entender que el yoga forma parte de una filosofía y que lo que busca es la unificación del espíritu. La recepción de esta disciplina en Occidente —como es lógico— se ha visto acompañada de numerosos malentendidos y prejuicios.
Lo primero que convendría aclarar es que el yoga no es una actividad física. Es una herramienta de autorregulación y autoconocimiento que nos permite explorar la raíz de nuestras reacciones cotidianas a través de técnicas, principalmente respiratorias. En esencia, es un acto de presencia continua. Su práctica requiere constancia y disciplina. No en un sentido de auto-exigencia, sino como un compromiso con un hábito que trasciende lo físico y se convierte en una herramienta de transformación personal.
Dar cuenta de esto ha sido el propósito de Constanza Fleming. Criada en una familia de artistas, descubrió desde muy pequeña que la creatividad lo era todo para ella. Curiosamente, el yoga también estuvo presente en su vida gracias a su abuela, aunque no lo descubrió hasta que fue, según dice, su momento; a los 22 años. Primero fue el arte, luego el yoga y cuando ambas pasiones se fusionaron, su vida cambió por completo. “Mi especialización en wellness no solo se basa en mi experiencia como profesora de yoga, sino también en mi pasión por capturar la autenticidad de cada historia a través de la fotografía, creando imágenes que transmiten bienestar, armonía y conexión”, dice.
Todo comenzó con autorretratos de su práctica, un medio para alinear sus posturas. “Me tomó tiempo compartir esas imágenes, pero capturar la armonía me hacía sentir plena. Salir de mi zona de confort y empezar a fotografiar a otras profesoras fue un punto de inflexión: sin darme cuenta, estaba creando el trabajo de mis sueños mientras veía cómo mis imágenes ayudaban a potenciar emprendimientos y visibilizar a profesionales del bienestar. Sin duda, este proceso ha sido un intercambio mutuo de crecimiento”, agrega.
A lo largo de los años, Constanza ha tenido la oportunidad de conocer y trabajar con innumerables profesionales, estudios y espacios dedicados al wellness en Chile. Cada uno, dice, le ha enseñado algo valioso, y por ello se sumergió por completo en su propósito: visibilizar, honrar y expandir la práctica del yoga en Chile a través de la fotografía.
Un prejuicio muy extendido respecto del yoga –dice Constanza– es su asociación a cierto tipo de contextura física y cierto estilo de vida. Pero esa imagen masificada del yoga en Occidente no representa su verdadera esencia. “El yoga es una práctica diversa, con métodos y estilos diseñados para adaptarse a distintos cuerpos y necesidades, permitiendo que cualquiera pueda sostenerla a lo largo del tiempo. A consecuencia de lo anterior, históricamente, la práctica del yoga ha tenido un carácter elitista. Afortunadamente esto ha cambiado en el último tiempo. No obstante, aún persisten ciertas barreras. En Chile, por ejemplo, vivir del yoga sigue siendo un desafío, y es importante visibilizar el esfuerzo económico que muchos profesionales hacen para ofrecer una herramienta social invaluable”.
No es necesario tener una condición física determinada para comenzar a practicar yoga. Sin embargo, en aquellas prácticas que incluyen posturas físicas, la constancia lleva a desarrollar cualidades como fuerza, equilibrio y flexibilidad. “Es importante desmitificar la idea de que estas características son un requisito previo, ya que el yoga es un camino de evolución personal, accesible para cualquier persona, sin importar su punto de partida”, agrega.
Ni tampoco su género. Y es que es un hecho que la práctica del yoga es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. “Desde una perspectiva anatómica, las mujeres experimentamos desbalances hormonales de manera cíclica, lo que puede influir en nuestro bienestar físico y emocional. La amplitud de formas que ofrece la práctica del yoga nos brinda un espacio de estabilidad y contención, permitiéndonos armonizar estos cambios de una manera que quizás percibimos con mayor claridad”, explica Constanza. Sin embargo, no es que no existan hombres, hay practicantes y también profesores con mucha experiencia. “Esto también tiene que ver con el marketing alrededor del yoga, en donde se ha reforzado la imagen femenina y atlética, por lo que un hombre que no ha experimentado una clase de un estilo más desafiante, pueda percibirlo como un reto menor fisicamente, pero lo cierto es que, sobre todo psicológicamente, la introspección de por sí es un reto y no uno menor”.
En la práctica del yoga una herramienta fundamental es la concentración (ekāgratā), entendida como la capacidad de suspender los automatismos de la mente (cittavritti); volverse insensible a cualquier estímulo sensorial o proveniente del subconsciente. Para lograr esto se requiere que el cuerpo adopte una cierta postura y permanecer inmóviles; algo así como sustraer el cuerpo de su expresión mundana: móvil y agitada.
Dicho esto, se puede entender que el trabajo del cuerpo en el yoga no consiste solamente en alcanzar determinadas posturas (cada vez más exigentes), sino en desarrollar conciencia corporal. “Este reconocimiento del propio cuerpo tiene un impacto profundo en la mente, ya que nos permite comprenderlo como nuestro vehículo en la vida, conectado de manera intrínseca con todo”, aclara Constanza. “Por eso es esencial que se entienda que esta práctica no es exclusiva: es para todos”, concluye.
__
Actualmente Constanza se desempeña en dirección creativa y la fotografía especializada en negocios de bienestar. Más información sobre su trabajo en @yogabnw.