Moda desde las alturas: “Por suerte ahora nos damos cuenta de que esa mujer perfecta no existe”
Cuando la ingeniera comercial Natalia Villalobos (28) llegó a la locación elegida para esta editorial, en la curva 39 de Farellones, se tomó unos minutos para recapitular lo que había sido este año. Se encontraba a dos mil metros de altura, en la cordillera de los Andes, y el día estaba despejado. Los meses anteriores, al igual que muchos, los había pasado trabajando desde la casa y había estado poco tiempo al aire libre. Desde arriba, observando en retrospectiva y con mayor altura de miras, se dio cuenta de que este año por primera vez se vio obligada a tener que mirar hacia adentro. Como para muchas, la detención forzada de la vida como la conocía hasta entonces fue catalizadora de una revisión interna. Eso, pensó, siempre incomoda al principio, pero es al final la única manera de conocerse y cuidarse a uno mismo.
De chica Natalia no calzaba con el estereotipo de niña linda que tanto veía en las revistas. Era colorina y sus compañeros se burlaban de ella. Su única vía de escape, cuenta, fue la comida. “Me volví la colorina gordita, todo lo contrario a ese canon de belleza impuesto que decretaba que las mujeres tenían que ser rubias y tener facciones delicadas. Y ese bullying me marcó”.
Pasaron los años, Natalia se pegó el estirón y se cambió a un colegio de mujeres. Pero nunca se sintió lo suficientemente atractiva, solo porque de chica alguien le dijo lo contrario. No fue hasta los 15 años que supo que los hombres se fijaban en ella y recién ahí se empezó a sentir linda. “Me da mucha lástima pensar que un hombre tuvo que decírmelo para saberlo, pero fue así, y creo no ser la única”, reflexiona. Y es que, como explica Natalia, toda la vida se nos ha mostrado que tenemos que alcanzar ciertos parámetros impuestos. “Tenemos que ser flacas, pero curvilíneas. Si somos rellenitas, tenemos que estar tonificadas. Hay demasiadas condiciones, entonces nunca vamos a lograr calzar con el molde, siempre habrá un pero”.
Es por eso que, según ella, las mujeres hemos sido siempre tan autocríticas. “No lo somos con el resto, pero sí nos exigimos mucho a nosotras mismas, porque sentimos que si no somos de tal forma, no nos van a querer”. En su caso en particular, la sensación de estar constantemente al debe también tiene que ver con la familia conservadora en la que creció, en la que las mujeres vivían en función de los hombres. “Siempre hemos sido más exigidas, y por lo mismo tenemos un ojo crítico hacia nosotras mismas; tenemos que llegar a ser la mujer perfecta para ser queridas. Por suerte ahora nos damos cuenta de que esa mujer perfecta no existe”. Es ese el aprendizaje más grande que ha tenido Natalia en este último tiempo, y es que hace no más de dos años supo identificar las presiones a las que se someten las mujeres solo para cumplir con un ideal esperado por el resto. “Cuando lo pienso ahora me dan ganas de abrazar a esa Natita que fui. Me da lástima haber necesitado tanto la validación del otro, pero así crecemos muchas, es una sensación que compartimos”, explica.
Cuando empezó la pandemia Natalia se cruzó con varios memes que mostraban lo que sería el antes y el después de la cuarentena para las mujeres. “En el antes se mostraba a una mujer flaca y en el después a una mujer que se lo había comido todo. Este es el nivel de presiones a las que nos enfrentamos a diario, y lo que a muchas nos hace ser tan autocríticas. Pero creo que ya lo hemos identificado y no estamos dispuestas a tener que cumplir con lo que se espera de nosotras constantemente ni con los estándares de los demás. Es mucho el daño que nos hemos hecho a nosotras mismas tratando de cumplir”, explica. “Cuando llega una amiga y nos pide consejos no somos tan críticas con ella como sí lo somos con nosotras mismas. ¿Por qué no podemos tratarnos con el amor y cariño con los que tratamos a nuestra amiga?”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.