Moda y belleza: décadas de estereotipos, mandatos y juicios sobre los cuerpos

Moda, belleza y cuerpos  - Paula

En cada generación, la moda ha impuesto cánones que dictan cómo debemos lucir para pertenecer. Hoy, aunque hemos avanzado hacia una mayor diversidad, seguimos enfrentando juicios y exigencias vinculados a nuestros cuerpos. De hecho, la moda parece haber regresado a los estándares de delgadez extrema de los años 90. ¿Cambian realmente los mandatos con los años?




Somos lo que vestimos. La ropa habla, comunica y nos conecta con los demás, y eso hace que nos importe lo que nos ponemos, especialmente a las mujeres. Y es que, durante siglos, la industria de la moda y la sociedad han dictado cómo debemos vernos y vestirnos, con un único objetivo: encajar en un ideal de belleza.

“Desde que nacen, decoramos los cuerpos de las mujeres con el único objetivo de que sean bonitos. A nosotras se nos socializa de tal manera que interiorizamos la belleza como algo que tiene que ver con nuestra identidad, por eso es que a lo largo de la vida las mujeres invertimos dinero, esfuerzo, afectos, pensamientos y tiempo en ser bellas”, explica la académica de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica, Gloria Jiménez Moya.

Así, la belleza poco a poco se convierte en una herramienta de estatus social y que repercute en las oportunidades para encontrar pareja, trabajo y admiración.

“En mi juventud la preocupación por la apariencia era sumamente importante. Recuerdo que cuando teníamos malones los sábados en la noche, nos pasábamos toda la tarde arreglándonos. Queríamos vernos bien y para eso había que estar a la moda. Eso era lo más importante” (Lorena Henríquez, 52 años).

Aunque desde niñas nos hacemos conscientes de estos ideales de belleza, y de la necesidad de ajustarnos a ellos, el fenómeno adquiere toda su fuerza durante la adolescencia y la juventud. “En esos años, una no se siente tan segura de sí misma. Con el tiempo y la madurez, esa seguridad va llegando, pero de joven –y hablo desde mi entorno y mi experiencia personal–, una quiere estar en sintonía con el resto” (Elena Rojas, 68 años).

“Admito que a veces he usado prendas incómodas sólo porque estaban de moda. Si me siento demasiado incómoda, no las repito, pero he llegado a usar ropa ajustada para verme más delgada o resaltar atributos, algo que creo que muchas hacemos en algún momento” (Martina Pérez, 25 años).

Estos ideales de belleza han evolucionado con el tiempo, por lo tanto, distintas generaciones de mujeres han incorporado distintos códigos relacionados con su apariencia. En los años 70 y 80, la moda y la belleza estaban estrechamente vinculadas a la feminidad con el uso de vestidos, faldas y tacos. “En los 80 era muy común salir súper maquillada. Mi mamá, hasta el día de hoy, no sale de casa sin maquillarse; para ella es algo básico. En mi caso, es todo lo contrario: me maquillo pocas veces. Ahora solo uso una base con bloqueador y quizás un poco más para ocasiones especiales. Lo veo también en mis amigas. Creo que antes había un estándar claro: se tenía que notar que estabas arreglada” (Daniela González, 43 años).

La idea de “estar a la moda” estaba muy presente en esas generaciones de mujeres que hoy tienen más de 40 años. “Me acuerdo perfecto de cuando estaba en octavo básico y la moda era pararse la chasquilla; era algo que compartíamos entre mamás e hijas, y a mí me encantaba. En séptimo y octavo básico se usaban los pantalones fluorescentes con petos, y en quinto estaban las poleras trapecio con calzas, que eran un must. Me importaba tanto seguir las tendencias, que iba donde una modista cerca de mi casa para que ajustara mi ropa y quedara como se usaba. Ya más grande, los estándares de belleza los vinculaba con esta estética rockera que supuestamente era despreocupada. Igual te vestías para que se notara que no te importaba nada, lo que también era seguir un estándar” (Daniela González, 43 años).

Eran años en los que había poco espacio para construir o expresar una identidad propia. Solo algunas mujeres se salían de la norma, y quienes lo hacían, se exponían a juicios. Hoy, en cambio, el abanico de posibilidades se ha ampliado. “En las nuevas generaciones la moda se ha constituido como una herramienta de comunicación mucho más amplia que décadas atrás, sin sentir que estamos atentando a los ideales de género que nuestras madres o abuelas debían cumplir en función de ser mujer”, explica Sofía Calvo, periodista especialista en moda y autora de La revolución de los cuerpos: moda, feminismo y diversidad.

Si analizamos los actuales estudios de mercado en Chile sobre qué es lo que motiva a las personas a comprar, siempre es la misma respuesta: funcionalidad y comodidad, lo que da cuenta de que las mujeres de hoy están menos disponibles para cumplir con ciertos estereotipos. “Yo solo uso tacos para matrimonios y cosas muy específicas. Mi mamá, en cambio, se tuvo que operar los pies, porque de tanto uso, los tacos le deformaron sus dedos. Yo jamás haría eso” (Javiera Riveros, 30 años).

¿Verdadera libertad?

De la mano de movimientos sociales como el feminismo se han ido instaurando ciertas ideas vinculadas con el cuerpo de las mujeres, la moda y la belleza, que apuntan a terminar con ciertos estereotipos y mandatos. “No se habla del cuerpo de otros”, es una de ellas.

“Me encanta ver a las chiquillas en el patio de la universidad, en la calle o en el Metro, con la guata al aire, tal como está: blanca, como sea. Nosotras jamás nos hubiéramos atrevido a mostrar la guata; para hacerlo, tenía que estar plana, casi con calugas y bien bronceada. Hoy siento que hay mucha más libertad” (Consuelo Castro, 42 años).

Pero las expertas son críticas, y es que sostienen que sería un error pensar que el mundo ha cambiado tanto. “Ciertos grupos lo han hecho, pero cuando uno sale de ese espacio ‘seguro’ te das cuenta de que esa transformación es relativa”, dice Sofía Calvo. De hecho –agrega–, estamos en un momento de retroceso. “Hay una ola muy conservadora que se ve, por ejemplo, con la reelección de Trump, y que surge como una oposición al feminismo. Y esto ha dado espacio para que hombres de todas las generaciones, muy conservadores, con paradigmas muy hegemónicos en cuanto a lo que tienen que ser los roles y los cuerpos de las mujeres, sientan respaldo para hacer comentarios muy violentos por redes sociales hacia aquellas que se salen de esos roles”.

Lo que muestran los datos, complementa Gloria Jiménez Moya, es que sigue existiendo presión en la gran mayoría de las mujeres por cumplir con estereotipos de belleza, y lo otro, es que el hecho de que haya algunas mujeres que se rebelen o se sientan más libres no quiere decir que no sufran consecuencias como comentarios, miradas o juicios.

“Aceptar la diversidad corporal está muy presente entre mis pares; no existen esos comentarios como ‘estás más gordita’ o ‘te ves más demacrada’. Es todo lo contrario y eso te anima a sentirte cómoda contigo misma y con tu cuerpo” (Javiera Riveros, 30 años).

“Con mis amigas siempre nos apoyamos, resaltando la belleza de las demás con comentarios positivos sobre nuestro estilo y cuerpos, porque sabemos que el mundo puede ser hostil, especialmente con las opiniones libres que las redes sociales permiten sobre nuestros cuerpos. Intentamos crear un espacio seguro, donde podamos expresar nuestro estilo y sentirnos cómodas” (Sofía Morales, 23 años).

Ellas se cuidan porque lo que ocurre cuando salen de su espacio seguro es que se encuentran con la crítica de siempre, o en algunos casos peor, como ocurre en internet. “En las redes sociales las mujeres nos vemos enjuiciadas de una manera más dañina que en la propia inquisición. Y, además, traspasa fronteras, en cualquier parte del mundo puede haber personas que se sienten con el derecho de decir cosas respecto del cuerpo propio expuesto o el de otras mujeres. Y cuando una mujer, aunque no cargue ninguna foto, va viendo los comentarios hacia esas otras mujeres, es imposible que no le afecte”, agrega Calvo.

Moda, belleza y cuerpos  - Paula

Siempre flacas: el padre de todos los estereotipos

“Me acuerdo una vez que me compré unos pantalones turquesa, casi calipso, que me encantaban. Los vi en la vitrina y se veían increíbles, así que los combiné con una polera a rayas naranja chillona con calipso, que hacía juego perfecto. Me sentía mina, mina, mina. Pero apenas empecé a usar el look, me di cuenta de que algunas personas me miraban o hacían algún comentario, especialmente relacionado con mi peso, como si por tener kilos de más no pudiera usar esa tenida de moda. Ahí fue cuando empezó la incomodidad” (Consuelo Castro, 42 años).

Y es que el peso, históricamente, ha sido duramente castigado. “En mi juventud, el ideal de belleza que predominaba era, sobre todas las cosas, ser delgada” (Elena Rojas, 68 años).

Este ideal marcó a más de una generación. “Creo que el tema de la delgadez fue central para nuestra generación y, sobre todo, para nuestras madres. En mi caso, mi mamá estaba obsesionada con que todas nosotras, sus hijas, fuéramos delgadas. Incluso llegó a llevar a mi hermana a una sesión de hipnosis para ‘quitarle las ganas de comer’, porque la veía gordita. Estaba convencida de que el peso determinaría nuestra felicidad, nuestras oportunidades y nuestra capacidad de encajar en la sociedad” (Consuelo Castro, 42 años).

“Yo no supe que la obsesión por la delgadez me había marcado tanto hasta adulta, cuando mantenerme delgada ya no fue tan fácil. De niña, adolescente e incluso en la universidad, siempre fui flaca, pero de esas flacas que comen y no engordan. Pero cuando ese estado dejó de ser automático y empecé a engordar, entendí cuánto me importaba ser delgada. Fue un golpe darme cuenta de que había estado internalizando ese ideal sin saberlo, y que me seguía afectando” (Daniela González, 43 años).

La industria de la moda se ha encargado de ensalzar ese ideal de que un cuerpo bello nunca es gordo. En los 90, por ejemplo, los estándares de belleza giraban en torno a mujeres muy flacas y planas. Y eso, aunque de manera más solapada, sigue presente. “Hay una apertura mayor en la conversación en las mujeres, pero no logra normalizarse. La industria de la moda, por ejemplo, no ha cambiado de forma profunda: este año volvió la tendencia de la ‘heroin woman’, que era el estilo de belleza de la Kate Moss en los 90, cuando estaba muy muy flaca, ojerosa y con severos problemas de trastornos alimentarios”, afirma Sofía Calvo.

En el fondo, la diversidad de los cuerpos en la industria de la moda es la excepción que confirma la regla o solo el cumplimiento de una cuota, pero eso no significa una transformación efectiva. Un ejemplo súper concreto: Vogue Business hace todos los años un reporte sobre la inclusión de tallas en pasarelas. En el informe de primavera/verano 2025 la gran conclusión fue que el progreso se ha estancado y nos enfrentamos a un preocupante retorno al uso de modelos extremadamente delgados. “Ahí te das cuenta de que la industria de la moda no se transformó porque la sociedad no se ha transformado”, agrega Calvo.

¿Qué pasa con los hombres?

Según el trabajador social y encargado del área de masculinidades de la Dirección de Igualdad y Diversidad de la Universidad de Valparaíso y parte del Kolectivo Pelota al Piso, Hernán Silva, los hombres también han estado sujetos a estándares de belleza, aunque condicionados por otros discursos. “Antes, la exigencia estaba más vinculada a la sobriedad, en oposición al vestuario femenino. Fue en los años 90, con la aparición del concepto de ‘metrosexual’, cuando comenzó una apertura”, explica.

Inicialmente, este término, que desafiaba el estereotipo del hombre rústico y rudo, se asociaba con la homosexualidad. Sin embargo, en 2002 se reformuló para referirse al hombre urbano, sin importar su orientación sexual. “La aparición del metrosexual les viene a decir a los varones que hay que superar ese discurso hegemónico de que el hombre tiene que vestirse sólo con colores oscuros y no se tiene que preocupar de su apariencia física, porque hacerlo los acerca a lo femenino”, señala Silva. De hecho, en los años 90 usar una camiseta rosada era visto como una señal de cuestionamiento de la virilidad. Hoy, eso es impensable.

Sin embargo, Silva aclara que estos nuevos “permisos” no eliminan los mandatos sobre cómo debe ser un hombre ni las prácticas machistas. “La industria descubrió que había una mitad de la población a la que podía vender productos y no lo estaba haciendo. Por ejemplo, en esos años las grandes tiendas ni siquiera tenían departamentos de perfumería masculina. Entonces, se empezó a crear este discurso con fines comerciales”.

Treinta años después, la idea de que los hombres también deben cuidar su apariencia física se ha normalizado, como se evidencia, por ejemplo, en la aparición y expansión de barberías. “Yo voy a una donde trabajan dos barberos heterosexuales con un estilo muy masculino: usan delantales de carnicero, hay calaveras en las paredes, y allí van hombres, en su mayoría heterosexuales, no solo a cortarse el pelo, sino también las cejas, hacerse las uñas, arreglarse la barba y comprar productos para su cuidado”, comenta Silva.

A pesar de esto, señala que los hombres todavía tienen mayor libertad para no seguir los estándares de belleza impuestos socialmente en comparación con las mujeres. Gloria Jiménez Moya refuerza esta idea: “Las consecuencias de no cumplir con estos estándares no son tan dañinas para los hombres como para las mujeres. Además, mientras que el cuidado personal en los hombres se asocia con diversión, en las mujeres se relaciona con sacrificio. Esta conceptualización hace que la imposición de la belleza sea mucho más perniciosa para ellas”, concluye.

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