Una tarde de conversación con su padre de 72 años suscitó en Monserrat Sepúlveda una interrogante. Ella y su papá tienen una relación muy cercana, en la que pueden hablar con confianza de diversos temas, entre ellos las problemáticas de género, un área en la que Monserrat lleva especializándose varios años. Un día hablaban sobre la violencia de género y su padre le comentó que desconocía qué tan grave era este problema. “Entonces yo me pregunté si todos los hombres a mi alrededor no saben lo que viven las mujeres día a día, incluso mujeres que son cercanas a ellos. Y ahí me di cuenta de que es porque no lo han escuchado de primera fuente. Mi papá es de una generación que recibió aún menos información de la que recibimos nosotras en cuanto a igualdad de género”, dice Monserrat, autora del libro ¡Hasta mi mamá! Lo que veinte mujeres le enseñaron a un hombre sobre violencia de género, publicado en noviembre de este año en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que tiene lugar el 25 de noviembre.
El título, publicado por editorial Libros del Amanecer, reúne veinte testimonios de mujeres que narran sus experiencias como víctimas de violencia de género para contárselas a Alejandro, un hombre al que todas están vinculadas de alguna manera: está su madre, su tía, amigas, excolegas del trabajo, etcétera. Monserrat buscó dentro de su círculo a un hombre que quisiera participar del proyecto y que tuviera la altura de miras suficiente para, al final, entender con empatía lo que las mujeres que conocía iban a contarle. “Si solamente la mitad de la población está enfocada en terminar la violencia de género, va a ser difícil. Necesitamos a todas las personas involucradas y eso incluye a los hombres”, afirma Monserrat, magister en género y relaciones internacionales de la Universidad de Bristol, Inglaterra.
“Durante todo el proceso Alejandro fue súper abierto emocionalmente a esta experiencia, a llorar conmigo, a gritar, a indignarse. Si leen el libro, se darán cuenta de que su mamá ha vivido experiencias súper fuertes, la mamá de uno de sus amigos también y la lista sigue. Darte cuenta de un día para otro de la magnitud de la violencia de género en tu familia, en tu red, es súper fuerte. Creo que él tuvo la valentía y el respeto de llevar este proceso de una súper buena manera”, explica la autora.
Una forma de generar más conciencia respecto a esta violencia, asegura Monserrat, es a través de la visibilidad de estas experiencias, ya que se validan al escucharlas de primera fuente: “Sabemos que la violencia de género existe, falta que las personas conecten con las vivencias de otras mujeres, de quienes más aman. Tenemos evidencia, tenemos estadísticas (...) datos no nos faltan para darnos cuenta. Las cifras de femicidio y violencia sexual, la violencia simbólica en las películas y televisión no son experiencias tan ajenas a nuestra realidad, porque afectan hasta nuestras madres, nuestras hermanas, amigas, tías”.
Todas tenemos un relato
“Yo creo que mi vida no es muy distinta a la de muchas mujeres que hemos tenido experiencias de abuso. Tengo que mencionarla porque es importante que esto salga a la luz. Siempre se esconde por vergüenza o por miedo, y eso a la larga genera traumas terribles que te acompañan toda la vida. Bueno… Yo fui abusada desde que tenía nueve años por un familiar cercano. No hubo violación, no hubo penetración, pero sí hubo muchas cosas”.
Así parte el relato de Marta, de 64 años, tía de Alejandro y una de las tantas voces del libro que cuentan su experiencia de violencia de género. Varias de ellas tienen que ver con violencia sexual, pero también hay testimonios de violencia simbólica y violencia obstétrica, entre otros tipos.
Monserrat sabía que era muy probable que la mayoría de las entrevistadas contaran con experiencias relacionadas con violencia de género, pero eso no evitó que se sorprendiera con los relatos: “Esto lo encontramos en el círculo cercano de un solo hombre. Parte de la reacción que genera el libro es preguntarnos si ocurriría lo mismo al hacer el ejercicio con las mujeres que nos rodean, si todas van a tener una historia de violencia que relatar”, dice.
Y agrega: “Ahora, cuando estoy en la calle, pienso ‘¿Será que todas las mujeres que estoy mirando ahora han pasado por esto?’, ‘¿Será que en cualquier parte del mundo pasa esto?’, ‘¿Será que hasta mi mamá sufre violencia de género?’. Yo creo que la respuesta es sí. Por eso decidí conscientemente no terminar el libro con palabras mías para hacer un cierre, porque creo que no es mi deber decirle a nadie cómo enfrentar la violencia de género en su círculo. Pero sí creo que puedo dejar abierta la pregunta de si alguna mujer no ha vivido episodios de ese tipo, y que de esa manera se entienda la magnitud de la violencia de género”.
Según tu experiencia e investigación, ¿desde qué vereda hay que mirar la violencia de género para que a las personas a las que hoy les es ajena, le tomen el peso?
A toda persona que quiera realmente entender y aprender, le aconsejo en que piense en una mujer con la que tenga un lazo cercano, de respeto, un lazo seguro, y que le pregunte con modestia y humildad: ¿Qué has vivido como mujer que te ha generado impacto? Esa misma pregunta les hice a todas las mujeres del libro. No dije nada más. Partidos con esa pregunta, que terminó siendo una conversación de horas sobre violencia.
¿Cómo reaccionó Alejandro con todos los testimonios?
Dijo que no puede creer que no haya más mujeres queriendo quemar el reino, enojadas, pateando puertas. Lo que conversábamos al último era que nosotras sí vivimos en ese limbo difícil de tener que funcionar, de tener que trabajar, pero también en ese pesar de sentir rabia porque no nos escuchan. Es un problema tan grande, pero su aprendizaje y su capacidad de sacar lecciones, de hacerse preguntas que nunca se hizo antes, al menos a mí me dejó con la sensación de que es posible lograr un cambio. El simple acto de escucharnos con respeto, con apertura, es una pequeña puerta hacia generar un cambio social.