Movimientos de aceptación corporal: entre avances y retrocesos
En 2015, las conversaciones sobre la aceptación corporal resonaron con fuerza en Chile y el mundo. Conceptos como “body positive”, “body neutrality”, “diversidad corporal” y la idea de no opinar sobre el cuerpo ajeno comenzaron a ganar espacio. Aunque estos movimientos no eran nuevos –sus primeras manifestaciones surgieron en los años sesenta– fue en el contexto de la cuarta ola del feminismo que se revitalizaron, desafiando al patriarcado y cuestionando las normas sociales que, por siglos, dictaron cómo debíamos percibir y vivir en nuestros cuerpos.
Con los años, estas ideas lograron llegar a lo cotidiano. Lo que alguna vez fue revolucionario terminó siendo un tema recurrente en conversaciones familiares, juntas entre amigas e incluso en industrias como el cine, la moda y la salud. Más de un profesional comenzó a preguntarse si el tamaño corporal era realmente un indicador fiable de bienestar. Por un momento, parecía que avanzábamos hacia la aceptación y el respeto por los cuerpos en toda su diversidad.
¿Cómo volvimos a un punto donde la apariencia física importa más que la salud integral? A pesar de los avances en diversidad corporal, hoy enfrentamos un retroceso alarmante, impulsado por ideales de belleza inalcanzables y discursos pesocentristas.
Pero el progreso rara vez es lineal. La pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión. Durante el confinamiento, el consumo de redes sociales y medios se disparó, amplificando mensajes opuestos. Mientras algunos promovían la aceptación corporal, otros impulsaban una narrativa “pesocentrista” que glorificaba la vida “fit” basada en batidos detox, ejercicios extremos y dietas restrictivas. Este discurso no solo se normalizó, sino que recibió refuerzo en ámbitos médicos y mediáticos, donde peso y salud seguían vinculándose de manera simplista y reduccionista.
Esto trajo consecuencias. Prácticas perjudiciales como las dietas extremas volvieron a validarse, y el retroceso se evidenció en el resurgimiento de estándares como la moda “heroin chic”, criticada por sus ideales insalubres. Redes sociales y algorítmos alimentaron estas ideas, apoyados por la comercialización del movimiento de aceptación corporal, que vació de significado sus principios originales. Lo que nació como una lucha por la dignidad y el respeto se transformó en un discurso superficial y mercantilizado.
Hoy surgen preguntas inevitables: ¿Qué pasó con los movimientos de aceptación corporal? ¿Cómo es posible que adolescentes y jóvenes expuestos desde niños a mensajes de diversidad reproduzcan discursos discriminatorios y conservadores hacia otros cuerpos?
Hablé de este tema con la psicóloga Anita Gallardo, doctora en psicoterapia y activista por la diversidad corporal. Me dijo: “Los discursos de liberación corporal y la evidencia científica muestran que la discriminación y el estrés crónico afectan más la salud que el peso corporal. Aunque la dignidad no necesita pruebas científicas, estas ayudan a promover una atención más inclusiva y a evitar retrocesos”.
A pesar de esto, los movimientos de aceptación corporal libran una lucha constante contra fuerzas que buscan apagarlos. La pandemia mostró nuestra vulnerabilidad no solo física, sino también social, exponiendo cómo el capitalismo, los prejuicios culturales y las narrativas pesocentristas pueden frenar los avances.
La industria de la moda, por ejemplo, sigue excluyendo cuerpos diversos con tallas limitadas y estigmatizantes. La cultura de las dietas perpetúa la insatisfacción corporal bajo la promesa de encajar en un ideal inalcanzable. Y en el ámbito médico, el sesgo de peso sigue reduciendo a las personas a números, ignorando su salud integral.
Aceptar nuestros cuerpos no es indulgencia ni resignación. Es un acto político, una forma de resistencia ante un sistema que exige cambios para validarnos. La verdadera transformación no está en modificar cómo nos vemos, sino en cuestionar las estructuras que insisten en excluirnos. No se trata solo de lo que publicamos en redes sociales. Se trata de cuestionar las tallas limitadas de las tiendas, exigir un enfoque inclusivo en la salud y dejar de normalizar comentarios sobre los cuerpos ajenos. Cada conversación, decisión y acción cuenta.
Reivindicar la diversidad corporal no es solo una lucha individual; es una revolución cultural que redefine cómo nos valoramos y construimos un mundo más inclusivo para todas y todos.
* Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.
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