La Mortalidad Materna se refiere al fallecimiento de una mujer durante el embarazo o dentro de los 42 días después del parto debido a cualquier causa relacionada o agravada por el estado gestacional (OMS, 2020).
De acuerdo con una publicación del Ministerio de Salud (2024), durante el año 2020, en plena crisis sanitaria por Covid-19, cada semana murió una mujer a raíz de complicaciones en el embarazo, parto y puerperio, evidenciando un aumento de 56% respecto al año 2019. En 2021 las muertes bajaron a 39, volviendo a cifras más coherentes con los años previos a la pandemia (González et al., 2023).
Dentro de las principales causas de mortalidad materna se encuentran enfermedades cardiovasculares, sepsis, hemorragia obstétrica, trastornos hipertensivos, entre otras, predominando en América Latina y el Caribe las causas de muerte por desórdenes hipertensivos (Flores y Garmendia, 2021).
Chile y Uruguay son los países que han registrado la menor tasa de mortalidad materna de América Latina y el Caribe en las últimas décadas. En 2003 se registró en Chile la razón de mortalidad materna más baja (12,2) producto de un gran esfuerzo, previniendo las enfermedades maternas y controlándolas en consultorios y hospitales con amplia cobertura. No obstante, en los años previos a la pandemia ya se había problematizado sobre la desaceleración en la disminución de la mortalidad materna en Chile.
Uno de los indicadores importantes en la evaluación de la atención de salud de un país es la morbimortalidad materna y Chile no debe descuidarse en esta materia por los logros de años anteriores, sino fortalecer el acceso y la calidad de la atención, garantizar que no haya ahí disparidad, cuidar los registros para tener toda la información posible y atender a los cambios sociales que repercuten en que haya mayor riesgo de muerte materna.
Robustecer entonces aún más la prevención y control siguen siendo desafíos, especialmente cuando hay que hacerse cargo de cambios que tienen relación con factores como el aumento de la maternidad tardía, que en algunos estudios se ha identificado como variable de mayor riesgo obstétrico, o cambios en la población por la migración (Flores y Garmendia, 2021).
En síntesis, la disminución de las muertes maternas ha sido un trabajo trascendental en nuestro país, el cual no sólo ha dependido del buen manejo clínico, sino también de la consideración de factores socioeconómicos y demográficos ligados a la atención de salud que influyen en estas lamentables pérdidas (Flores y Garmendia, 2021).