El viernes pasado, en el Día de la Tierra, en Nueva York se actualizaba la cuenta del reloj que avisa cuánto tiempo falta para que el cambio climático sea irreversible. Son 7 años, 102 días, 12 horas y 11 minutos para que veamos con nuestros propios ojos todo aquello que nos vienen advirtiendo hace ya un buen rato: cómo el agua escasea, la tierra se seca, los animales se mueren y comer verduras es un lujo. Verlo en primera persona y sentir las consecuencias de un cambio climático que no da tregua en tus tierras, es triste.

Fernanda Romero es ingeniera forestal y dirige la Reserva Natural Altos de Cantillana para conservar lo que queda de Aculeo, su tierra. Ubicado en la comuna de Paine, donde alguna vez estuvo la laguna con el mismo nombre, antiguamente por esas tierras se podía caminar por debajo de la sombra de árboles centenarios que producían humedad, un olor exquisito y eran el hogar de distintos animales. Era caminar por los bosques y olvidarse de que, en realidad, estás a 1 hora de Santiago. Hoy no. Los bosques se están secando y esos animales que antes se guarecían en estos árboles gigantes ahora mueren por desnutrición. Un escenario trágico que tiene a la organización que se dedica a la conservación de la flora y fauna del lugar combatiendo a la más grande amenaza: la sequía.

“Los bosques se están secando. Uno ve las plantas secarse, pero no lo demás que se está muriendo. Últimamente nos ha tocado mucho llevar animales al centro de rehabilitación, que se mueren casi todos por desnutrición. Los zorros, por ejemplo, llegan con una data de edad estimada de 3 meses y después nos damos cuenta de que, en realidad, tenían más de 1 año pero su cuerpo era el de un cachorro por la desnutrición. No tienen plantas, no hay frutos, no tienen alimento. Eso es algo que rompe toda la cadena trófica. En la laguna es la desaparición absoluta. Era un ecosistema con decenas de especies, varias de ellas amenazadas, pero todas especies que nidificaban y era su hábitat. Anfibios, mamíferos como el coipo y muchas aves acuáticas. Eran tantos, que hacían que Aculeo fuese el epicentro de la biodiversidad en términos de fauna acuática, algo súper extraño para la Región Metropolitana, donde no hay tantos lagos ni vegetación. Pero la sequía se lo llevó todo y generó una pérdida de diversidad enorme. Había humedales y ecosistemas súper diversos, pero ya no”, asegura Fernanda.

Y es ese enemigo, la sequía, que se alía con el cambio climático que avanza como nunca antes habíamos visto en la historia natural. Por ejemplo, cuenta Fernanda, la Laguna de Aculeo sí se había secado antes, en tres ocasiones, pero ese fenómeno había durado como máximo 3 años. Y hasta el día de hoy, la sequía que se llevó el agua de la Laguna ya lleva 13. Es por eso que Fernanda y su equipo se preguntan con el vértigo de la incertidumbre cuándo se detiene el cambio. “El cambio climático ha sido demasiado acelerado y ese es el problema, que no pensamos que nosotros íbamos a tener que verlo. Y, así como están las cosas, uno lo que finalmente hace es tomar este escenario como una condición más que una amenaza, porque no tenemos posibilidad de intervenir a nivel local. En la ecología existe un principio sobre la evolución de la vida y la tierra y es que no sobrevive el más fuerte, sino el que se adapta. Y a eso apostamos frente a este escenario”, explica la ingeniera forestal.

“Trabajar en conservación parece ser algo súper bonito y sí, es lindo. Nosotras trabajamos conociendo a las especies, las amamos, trabajamos por ellas, pero es súper difícil porque lo que estás haciendo todo el rato es pelear con amenazas sabiendo que probablemente no ganes. De hecho, la proyección de la flora y la fauna es que va a cambiar radicalmente. Está cambiando y ya es diferente a lo que conocieron nuestros papás y abuelos. Yo creo que hoy no es ni la sombra de lo que fue. Nuestro susto es preguntarnos cuándo se detiene este cambio, eso es lo que nos genera más incertidumbre.

A nosotras quienes nos financian generalmente nos exigen plantar árboles nuevos para repoblar el bosque, pero en este nivel tan extremo de sequía, nos preguntamos si tiene algún sentido seguir plantando árboles porque probablemente esas especies nunca lleguen a ser árboles viejos. Y es que quizás muchos niños jamás lleguen a conocer cómo era un belloto en toda su expresión. Es muy triste, porque a pesar de que somos una de las organizaciones que más recursos tiene en la región, no tenemos para hacer esfuerzos individuales para las especies. A penas nos alcanza para intentar frenar las amenazas globales. No tenemos financiamiento para monitorear muchas especies porque el trabajo de investigación es caro. Siempre decimos que lo urgente no nos permite hacer lo importante, entonces al final los fondos que hay se ocupan para lo inmediato, lo crítico.

Y es que podemos ver que el ecosistema entero está en el mínimo de su funcionamiento y por eso ha habido un recambio de especies: hoy vemos un aumento de la población de pájaros carpinteros, a diferencia de las otras aves que solían vivir en los bosques más densos porque ellos se alimentan de polillas en árboles secos, que son abundantes. Por otro lado, dentro de la Reserva, hemos visto muy estresada a la población de peces nativos, pero no podemos decir que han desaparecido porque no tenemos cómo medirlo”, asegura Romero.

Es en medio de esta crisis global que amenaza la supervivencia de miles de especies de flora y fauna que la acción se hace urgente. Y hacerle frente junto a un equipo femenino parece tener mucho sentido, dice Fernanda, quien habla con cariño de su labor y de la naturaleza. “En ciencia es muy difícil para las personas hablar de amor, pero finalmente lo que mueve la conservación es el amor y para las mujeres es mucho más cercano trabajar, hablar y vincularse con eso que para los hombres, por ejemplo. Y es que para mí la conservación es un tema totalmente humano. Yo creo que esa sensibilidad la tienen mucho más desarrollada las mujeres. No es que los hombres no la tengan, pero siempre a las mujeres se nos ha permitido más tener emociones y sentir, y por eso yo creo que nos es más fácil vincularnos con estos temas. Nosotras de repente no tenemos miedo en decir que amamos lo que protegemos, que las especies nos encantan, que nos morimos de ternura cuando vemos a un gato nativo en las cámaras trampa. Esa cercanía de la emoción es lo que te permite vincular y transmitir a las personas que todavía ni saben que existe esto. A nosotros nos ha tocado traer gente de Santiago que llegan al bosque y se impresionan porque creían que eso existía sólo en el sur y no tienen noción de la vida silvestre”, concluye.