Paula 1171. Sábado 11 de abril de 2015.

NADAR EN LAS AGUAS ANTÁRTICAS

Julieta Núñez (53) ha cruzado cuatro veces las aguas antárticas, cuya temperatura es de -1 °C. Pero para llegar hasta ahí, tuvieron que pasar muchísimas cosas en su vida. Sin ser una gran deportista, en 1997, se hizo amiga de los salvavidas de Viña y empezó a nadar con ellos en esta playa, adonde fue a veranear con sus hijos. "Era súper desafiante porque cada día nos alejábamos más de las boyas y yo lograba todas las metas que nos imponíamos. Ahí me di cuenta que nadar era lo que quería hacer en mi vida", dice. Con 35 años dio un giro radical: se separó, se radicó en Viña, se hizo salvavidas y luego buzo mariscador. Poco después conoció al Tiburón Contreras, el primer chileno que cruzó a nado el Estrecho de Gibraltar y le pidió que la entrenara. Fue él quien la motivó para que cruzara el Estrecho de Magallanes. Así ocurrió: en 2010 se convirtió en la primera persona del mundo que lo cruzó nadando tres veces. Luego sus desafíos se extendieron a la Antártica. "Lo que hago es una experiencia única, indescriptible. Tengo la oportunidad de nadar acompañada de los pingüinos y luego levantar la cabeza y ver que estoy rodeada de glaciares interminables. Estar en esos paisajes maravillosos, ejerciendo soberanía, es suficiente para recompensar cualquier sacrificio físico. Tanto así, que ni siquiera siento frío", reflexiona Julieta que, en 2016, pretende nadar en las aguas del Polo Sur.

MÁS ALTO, AUNQUE DUELA

Soho Langbehn (22), escaladora desde los 6 años, se ha ido consolidando como la mejor de Chile y una de las mejores en Sudamérica. El año pasado consiguió el primer lugar en los campeonatos nacionales Maestro de Maestros y Mountain Hardwear Climbing Series y ha batido varios récords: en 2013, junto a una amiga, completó una ruta en el Cajón del Maipo de 300 metros de altura y en 2014 superó un boulder V10, como se denomina a las rocas de gran tamaño y dificultad; ambos logros nunca antes los había conseguido una mujer en Chile.

"Hay mucho de esto que es técnica; hay que ser liviana y flexible, elegir rutas desafiantes pero con buenas rocas y estudiarlas, pero también es saber qué tan lejos puede llegar tu cuerpo y confiar en él", dice. La escalada tiene sus riesgos; el principal, caerse y lesionarse, especialmente en los momentos que pasa de un anclaje a otro y queda colgando en el aire. Soho no se ha caído pero ha estado cerca. Sufrió una lesión en la rodilla el año pasado que aún le duele, tiene dolores crónicos en la cadera y en ciertas articulaciones, vive con callos en las manos y en los pies y fue víctima de una tormenta de arena en las alturas. "El alto rendimiento no es sano, uno aprende a vivir con los dolores. Tu cuerpo te pide que pares pero uno se sobreexige porque, si quieres que te vaya bien, hay que hacer sacrificios".

SOBREVIVIR Y GANAR

En 2006, el mismo año en que se convirtió en una de las 5 mejores corredoras de descenso en mountain bike del mundo, Bernardita Pizarro (29) tuvo una caída en su bicicleta que estuvo cerca de matarla, mientras entrenaba en Canadá: sufrió una fractura de fémur, daño neurológico y quedó inconsciente. Pasó dos meses en coma. Cuando despertó no podía comer, caminar ni hablar. Dos años tardó su recuperación física y, apenas estuvo en buenas condiciones, en 2008, trató de volver al deporte pero su cuerpo aún estaba débil y se volvió a caer y se fracturó las costillas. En 2012 tuvo otro accidente y se fracturó la columna. Entonces Bernardita, quien había sido cinco veces campeona panamericana en esta disciplina, decidió alejarse y entrar a la universidad a estudiar Administración de Empresas Turísticas y probar hacer una vida distinta. Pero su pasión fue más fuerte. "Cuando desciendo desde la montaña mi conexión con la bicicleta es tan potente que cada parte de mi cuerpo siente las piedras y curvas del circuito. Es una sensación de libertad y aislamiento del mundo que me hace muy feliz y que no quiero dejar de experimentar aún", explica.

En 2014 compitió nuevamente después del accidente y llegó primera; le ganó incluso a la actual campeona nacional, Andrea Farías. La legendaria Bernardita Pizarro había vuelto. Sin embargo, hoy se toma las cosas con calma. "He tenido que entrenar mi cuerpo de a poco e ir superando mis miedos porque después del accidente no volví a ser la misma. Me estoy esforzando para recuperar mi mejor nivel, ojalá volver a ganar, pero también mi foco está puesto en pasarlo tan bien como cuando lo practicaba siendo una niña", reflexiona.

VOLAR Y CAER CON GRACIA

El paracaidismo de precisión es una disciplina que consiste en saltar de una aeronave a una altura de 4.000 pies (1.219 metros), girar en el aire y luego caer en postura vertical sobre una colchoneta donde se ubica una circunferencia electrónica muy pequeña que hay que pisar con el talón; la puntuación depende de qué tan precisa sea esa pisada. En Chile solo dos mujeres lo practican y han competido en el extranjero. Una de ellas es María Antonieta del Solar (34), integrante de Juliet Skydivers, el primer club que agrupa a mujeres que realizan este deporte. "El paracaidismo de precisión requiere de mucho entrenamiento porque si caes fuera de la colchoneta es una lesión segura; yo he caído fuera y, aunque no fue grave, fueron porrazos fuertes. Pese a sus complejidades, para mí es una pasión. Me siento libre y orgullosa de representar a la mujer chilena, pocas tenemos esa oportunidad", explica.

María Antonieta es, además, capitán de Ejército, y desde 2011, la primera y única jefa de salto en paracaídas de la historia de la institución. Es la responsable del correcto lanzamiento de los boinas negras desde una aeronave en vuelo. "Ambas son disciplinas muy diferentes porque el paracaidismo militar constituye un medio de transporte para continuar una misión en tierra, uno lo hace por amor a la patria. Acá es difícil que me relaje porque mi trabajo se debe enfocar en que todos lleguen a salvo a tierra", dice. Y agrega: "El paracaidismo es mi estilo de vida. Siento mucha adrenalina y lo que me da seguridad es el entrenamiento y la disciplina. Eso es lo que me permite entregarme por completo cuando estoy en el aire".

PERDER LAS UÑAS CORRIENDO

Cuando Marlene Flores (48), la chilena más destacada del ultramaratonismo femenino nacional, cruzó la meta que ponía fin a los 100 km de la competencia Patagonia Run 2013, que se desarrolló en San Martín de Los Andes, rompió en llanto. No solo por la emoción de haber llegado primera luego de correr durante 13 horas seguidas a una temperatura de -10 °C, haber perdido 3 kilos y todas las uñas de los pies, sino también porque esos paisajes de la cordillera son parecidos a su Maullín natal, donde dio sus primeros pasos de atleta. "A los 6 años caminaba y también corría, a veces descalza, bajo la lluvia torrencial del sur durante tres horas para ir y volver al colegio. Así desarrollé mi resistencia ante las inclemencias de la naturaleza", relata. A los 18 dejó el campo para participar en sus primeras competencias: en 1995 se convirtió en campeona sudamericana de 5 mil metros planos; en 1997 logró la segunda mejor marca chilena en la maratón de Frankfurt, pero una lesión lumbar la alejó en 2008 del atletismo porque correr sobre el cemento le causaba un dolor insoportable que le adormecía los pies.

Un año después, descubrió la ultramaratón, donde se corre sobre tierra, recorriendo paisajes como la montaña o el desierto; en estos terrenos no siente dolor. "Cuando parto una carrera siento que me ahogo porque voy corriendo en subida. A los 25 km tomo impulso, venzo esas primeras molestias, pero aparecen los obstáculos del circuito. Si es necesario me tiro rodando por las bajadas. Cuando cae la noche mi mente está agotada y a veces veo gente a mi lado, que en verdad no existe. En los 10 últimos km me mentalizo que queda poco, ahí los dolores musculares se vuelven insoportables, pero cuando llego a la meta todo se olvida. Es gratificante sentir que superé mis miedos, mi cansancio, mis dolores", reflexiona.

DOMINAR UNA MOTO DE 350 KILOS

En el último Dakar, de los 214 competidores en la categoría de motos y cuatrimotos, solo 4 eran mujeres; una de ellas, la chilena Paula Gálvez (32), quien luego de la carrera de 9.000 km, se transformó en la única sudamericana de esa categoría en haber completado la carrera más dura del área automovilística. El rally implicó varias proezas. En el tramo del Salar de Uyuni había diez grados bajo cero y a ella, que estaba sola en ese minuto, se le congelaron las manos. Tuvo que detenerse, tratar de calentarlas, hasta que llegó otro competidor chileno que se había detenido. Él le prestó ropa y ella lo remolcó hasta el puesto de control. "Ahí me cuestioné por qué estaba acá: ser la única mujer que podría completar el Dakar fue lo que me motivó a seguir", dice. Pero no es lo único que le ha pasado compitiendo. Hace dos años, en una carrera nacional en Copiapó, se dio vuelta en una quebrada estrecha y su cuatrimoto, que pesa 350 kilos, se volcó encima de ella, dejándola atrapada. Paula –que pesa 45 kilos y es profesora de Educación Física– tuvo que arreglárselas para sacársela de encima; si bien salió ilesa, a su moto se le quebró el acelerador. En aquella ocasión, también se preguntó si valía la pena. "Nunca he aceptado que por ser mujer no pueda hacer algo que se supone es para hombres, nunca dejé que me dijeran que jugara con las muñecas. Es cierto que es duro y sufrido, pero si se tiene suficiente pasión, se puede. Las mujeres que hacemos esto somos rupturistas", dice. Al finalizar el último Dakar, que completó en 109 horas, se quedó sin motricidad en las manos durante dos meses. Pero nada de esto la detiene. "Estas situaciones extremas solo me han servido para perder el miedo. Me ayudan a mantener la concentración y el foco, porque cuando te vuelves a parar te das cuenta en qué fallaste", reflexiona Paula, que ya está preparándose para el próximo Dakar. •