“En la cerámica están los distintos elementos de la naturaleza: la tierra, el agua y el fuego confluyen en lo que va a ser una pieza final. Todo siempre está presente en nuestra cosmovisión y en lo que hacemos”, dice al otro lado de la línea Gloria Huenchuleo (59), ceramista mapuche.
Aunque nació en Santiago, se fue a Temuco cuando era niña y desde el año 2000 volvió a la capital. Hoy, además de haber sido nominada al Reconocimiento Indígena en la categoría Lengua Materna y Arte Tradicional por la Conadi y la Academia Lengua Mapuche en Contexto Urbano, es kimelfe (educadora intercultural).
En esa labor visita distintos jardines infantiles de las regiones Metropolitana, Coquimbo, Valparaíso y O’Higgins para compartir con los menores su cultura, su cosmovisión y su relación con el mundo alrededor. “Siempre estamos en nuestro rol de enseñar y de transmitir a los más jóvenes lo que nos han enseñado nuestros mayores: la importancia del cuidado, del respeto por el otro, incluyendo a la naturaleza, que es un ‘otro’ al cual no podemos avasallar”, explica Gloria.
Según su cosmovisión, detalla, siempre al entrar a un bosque hay que pedir permiso a Ngen-mawida, el espíritu protector de ese espacio nativo. “Se nos transmitió eso: el respeto al otro para ingresar a los espacios que no nos pertenecen”, cuenta. Cada elemento de la naturaleza, les cuenta a los infantes del jardín, tiene su espírutu-dueño: la tierra, el Ngen-mapu; los volcanes, el Ngen-winkul; el fuego, el Ngen-kütral; el agua, el Ngen-ko.
En su opinión, si todos se relacionaran con el medioambiente de esa manera, probablemente los seres humanos estarían más blindados de crisis como el cambio climático y la sequía. “Yo creo que cualquier persona, cualquier ser humano que esté en cualquier lugar, en cualquier territorio, debería estar consciente del respeto que debe tener por el entorno, por el medioambiente y por el agua. El agua no se renueva, estamos en un solo planeta. El agua es la misma siempre y tiene un ciclo, entonces debería toda la gente acceder a ese tipo de educación en los colegios”, sostiene.
Menciona un ejemplo: en uno de los jardines a los que va, en la comuna de La Cisterna, realizó una actividad con padres y niños en la que se intercambiaron semillas para que cada uno las siembre en sus huertas y jardines. “Así los niños van a aprender que de esas semillas empiezan a salir los frutos. Esos niños, que serán adultos en el futuro, tendrán una semillita plantada en su corazón y en su cabeza sobre cómo vincularse con la naturaleza”.
El legado de las mujeres
En ese proceso, afirma Gloria, las mujeres tienen un rol fundamental: “El cuidado de la semilla empezó con las mujeres. Nosotras pensamos que la semilla debe seguir compartiéndose libremente, no puede alguien apropiarse de una semilla y en el futuro cobrar por sembrar algún alimento, por ejemplo. Nosotras creemos que debemos proteger lo que es la base de la alimentación del ser humano, que son justamente las semillas. Esa es una enseñanza que nos han dejado nuestras antepasadas: el cuidado de la naturaleza y de lo fundamental de esta, que son las semillas porque de ahí nace todo”.
La periodista y docente de la Usach, Paula Huenchumil (33), coincide.
Autoidentificada como warriache (mapuche nacida en la ciudad), Paula sostiene que su relación con la naturaleza es un descubrimiento diario a través de lo que cuentan sus ancestros. Siempre desde el pensamiento que “entiende la tierra y el territorio como parte de la vida, no como dueña de esta, sino que hay que cuidarla, protegerla y pensar en las nuevas generaciones. Yo creo que es una relación que se va construyendo en la cotidianeidad de las personas mapuche. Es un aprendizaje constante”.
“Desde el pueblo mapuche hay una mirada y una forma de entender el mundo que aún no se ha escuchado”, dice Paula. Se refiere especialmente a la relación de territorialidad: “desde la creación del Estado chileno la tierra se convirtió en un recurso de disputa por ser un recurso productivo y esto es netamente desde una mirada occidental que se impone desde el siglo XIX hasta hoy. Ver la tierra como un recurso de explotación constante va en contra de la mirada mapuche que entiende al territorio de manera integral”.
En ese sentido, comenta Paula, las mujeres han sido fundamentales en la resistencia y en la memoria mapuche. Menciona, por ejemplo, a la Machi Millaray Huichalaf, que lidera una lucha en contra de una empresa noruega en el caso del río Pilmaiquén, considerado una columna vertebral de la región de Los Ríos. Un caso similar es el de las hermanas Nicolasa y Berta Quintremán, quienes se resistieron a la central hidroeléctrica Ralco (ideada en 1990 y construida, años más tarde, con mutuo acuerdo entre Endesa y el gobierno de Eduardo Frei).
“Yo, desde la ciudad, tengo una gran admiración hacia estas mujeres que están en los ríos, en los campos, resistiendo con el cuerpo y dando la vida”, menciona Paula.
Mirando hacia los retos del futuro, considera que el pueblo mapuche desde hace muchos años advierte y resiste a las intervenciones que se realizan en diferentes territorios y que aceleran la crisis climática.
“Hoy, ya nadie puede hacerse el desentendido o ciego ante esta crisis. Ahora llamamos el fenómeno de ‘crisis climática’, pero los pueblos indígenas en toda América ya venían protegiendo sus territorios, los ríos, etc.”, comenta la docente.
En ese escenario, coinciden Gloria y Paula, las mujeres vuelven a tener protagonismo. “Creo que las de estas nuevas generaciones continúan con la lógica de proteger sus territorios y se han abierto a nuevas instancias de diálogo y reflexión”, concluye la periodista.