Mujeres que deciden no maternar: “Siempre se las ha representado como mujeres insensibles, egoístas o villanas”
A principios de mayo el Movimiento Autónomo Feminista Interseccional UC compartió en sus redes sociales una publicación cuya primera lámina decía: “Hoy en tu cartelera más cercana: Mujeres sin hijes representadas como villanas, solteras, locas e incompletas”. En ella precisaron que según una encuesta elaborada en el 2006 por el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, el 47% de las mujeres en edad fértil que no tenía hijas o hijos, declaraba que no pensaba tenerlos. “Ese porcentaje es cada vez mayor y, sin embargo, este grupo sigue siendo invisibilizado y mal representado en los medios.
Existen muchos casos de mujeres que no son madres en el cine, a las que se les asocia distintas características negativas. Es momento de revertir esto, ¡Necesitamos más Ednas y menos villanas!”, enunciaron en la publicación haciendo alusión al personaje de Los Increíbles, una mujer sin hijos, inteligente y destacada profesionalmente. Y es que, como explican ellas, la empatía, la compasión y el cariño son atributos que parecen estar reservados, al menos en la cinematografía convencional y el imaginario Disney, para las madres. Mientras que las que deciden no maternar suelen ser las antagonistas o las que carecen de un propósito u objetivo en la vida.
Efectivamente, esa vinculación pareciera estar muy establecida. Hay toda una generación que creció viendo que las villanas más emblemáticas, como Cruella de Ville, Ursula, la reina malvada de Blancanieves, entre otras, no eran madres. Y en oposición a eso, como si se tratara de una relación directa, eran egoístas, insensibles y malvadas. Las que no llegaban al extremo de la perversión, eran representadas como solteronas incompletas, como es el caso de Eleonor Abernathy de los Simpsons, personificada como la mujer solitaria que le dedica la vida a sus gatos y que está al borde de la locura.
Como explica María Ignacia Veas, psicóloga y coordinadora del área de salud psicosocial de Miles Chile, el que rige actualmente es un imaginario que hay que reivindicar. “Tenemos que entender que el proyecto de vida de una mujer no está asociado únicamente a la maternidad, y que no se trata de una situación dicotómica; si soy madre soy considerada, sacrificada y no soy egoísta, y si no lo soy mi figura está desvalorada en la esfera pública y tengo que dar explicaciones. Las mujeres merecemos crear nuestras identidades a partir de más puntos que solo la maternidad”, explica. “Hay que tematizar esta dicotomía desde la cual se nos narra e historiza”. Porque además, hay que naturalizar que el no tener hijos es una opción válida y no solo una decisión tomada por defecto: “No se trata únicamente de que no estén las condiciones a nivel de políticas públicas estatales o sociales para ejercer la maternidad de forma respetada, que de por sí es un gran tema. Aunque todas esas condiciones estuvieran dadas, también debe existir una representación de las mujeres que deciden no ser madres por opción”, termina.
La doctora en psicología e investigadora, Carolina Aspillaga, explica que históricamente el rol de la mujer ha sido asociado única y exclusivamente a la maternidad; al ser la crianza el gran propósito social, gran parte de la identidad de las mujeres se configura a partir de eso. “Antes, incluso se hablaba del instinto maternal, como si las mujeres tenían el deseo innato e instintivo de ser madres. En ese sentido, una mujer que decide no serlo, pasa a ser parte de una disidencia o una otredad”, explica. “Pasa a ser parte de un grupo que se sale de la norma y que no cumple con lo que se espera de ella a nivel social”.
En ese salirse de la norma es que aparecen los estereotipos, como si se tratara de una mujer amargada, loca, villana o superficial. “Lo interesante ahí es preguntarse cuál es la intención o el rol social de representar a las mujeres no madres de esta manera. Ciertamente es un dispositivo de control, como muchos, para mantenernos en un rol. Porque una mujer que rompe con lo establecido y con los mandatos de género se convierte en una amenaza para el sistema. Es un peligro para el orden social”, explica Aspillaga.
Desde la Rebelión del Cuerpo, movimiento que nace en el 2017 con el objetivo de generar conciencia respecto a la violencia simbólica y sus efectos en la construcción de identidad de niñas, adolescentes y mujeres, se han hecho estudios que develan que las mujeres que no son madres sufren de distintas experiencias de discriminación o cuestionamientos. En la Encuesta de Trabajo que realizaron este año se da cuenta de que muchas sienten que al no ser madres, los demás no las consideran aptas para hablar de ciertos temas, incluso cuando son profesionales del área, como parvularias. También aparece que se sienten discriminadas en el contexto laboral, en el que se asume que por no tener hijas o hijos debiesen estar más disponibles para asumir más tareas.
Veas explica que cuando las mujeres deciden no ser madres, se está decidiendo no poner el cuidado al centro de sus proyectos de vida, y eso siempre viene cuestionado. “Porque es un desafío a los mandatos de género, ya que desde chicas nos enseñan que parte de ser buenas mujeres es ser empáticas, sensibles y estar alertas y pendientes de los problemas y emociones de los demás, más que de las nuestros”, precisa. “No ser madre, no poner nuestra energía y nuestro cuerpo a disposición y al servicio de otro y de la sociedad completa, es visto como algo egoísta entonces. De hecho, los trabajos de cuidado están invisibilizados por algo. La figura de la madre, y los trabajos que realiza, son lo que sostiene a la sociedad, y conviene que siga siendo así. De ahí surge la idea de que se hace por amor, sobre todo cuando se entiende que la capacidad de amar depende de la capacidad de servir. Pero eso no es así, el trabajo de cuidado es un trabajo”. Por eso, según la especialista, en las películas y en los cuentos infantiles las mujeres siempre son madres, y las que no lo son, adquieren el rol antagónico. “Porque la sociedad nos necesita como madres entregadas y sacrificadas, pero ya van quedando menos las que están dispuestas a seguir así”.
Lo importante ahí, como explica Aspillaga, es ir incorporando nuevas formas de representación que den cuenta y aborden las complejidades de la experiencia femenina. “Que podamos vivirnos como mujeres y que eso no esté limitado a la experiencia de la maternidad, y que eso no nos convierta en menos mujeres ni en personas insatisfechas, tristes o indolentes”.
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