La realidad es sombría. Muchos niños crecen sin sentirse vistos, sin el afecto y apoyo necesarios, en entornos donde la vulnerabilidad y la desigualdad predominan. La salud mental de la juventud se ha deteriorado notablemente, con consecuencias alarmantes: altos niveles de ansiedad, depresión y un sentimiento de abandono que puede dejar marcas duraderas.
La doctora Florencia Álamos, neurocientífica y especialista en salud mental, es cofundadora y directora ejecutiva de la Fundación Kiri. Con una comprensión clara de la crisis que enfrenta la educación en Chile, Florencia identifica el profundo riesgo que esto representa para el futuro de miles de niños y niñas. Fundación Kiri nació en respuesta a la crisis de salud mental que, tras la pandemia, se intensificó drásticamente, revelando la necesidad urgente de apoyo psicológico y bienestar en el ámbito educativo.
Junto a su equipo han liderado el desarrollo de un programa escolar único, cuyo propósito es implementar “ecosistemas de bienestar” en el entorno educativo. Este enfoque integral busca responder a los desafíos que dejó la crisis sanitaria, promoviendo un ambiente de apoyo y salud mental dentro de las escuelas.
De la Inspiración a la Acción
Florencia decidió ocuparse de una problemática. “A mí me marcó mucho la historia del doctor Fernando Monckeberg hace más de 60 años atrás. Era tan grande el nivel de desnutrición alimenticia, que este desafío no permitía a Chile desarrollarse al máximo, porque no permitía a sus niños y niñas, a las personas, que son lo constituyente de una sociedad, poder desplegar al máximo su potencialidades. Y cuando yo pienso en los problemas de salud mental, no puedo evitar hacer un paralelismo, porque al final la crisis de salud mental empaña que cada niña y cada niño pueda creer en sí mismo y pueda desplegar al máximo sus talentos, y eso sí que pone en juego el futuro de un país. Cuando uno lo ve también desde las cifras, en los estudios post pandemia, muestra que uno de cada dos jóvenes tiene un problema de salud mental, entonces, yo no puedo evitar mirar el problema con la misma urgencia”.
La Fundación Kiri destaca por su enfoque en la educación como un pilar para la prevención de problemas sociales y emocionales en jóvenes, implementando programas directamente en las escuelas. Con equipos locales trabajando en diversas regiones -incluida la Metropolitana-, su misión se centra en maximizar el potencial de cada estudiante promoviendo el desarrollo de habilidades esenciales para enfrentar los desafíos actuales. Este modelo de formación no solo busca brindar apoyo en el entorno escolar, también colabora con universidades y centros de referencia internacionales, asegurando el uso de herramientas y métodos actualizados que enriquezcan la experiencia educativa de cada niño y niña.
Además, la fundación mantiene un área de estudios robusta en colaboración con destacados centros de investigación nacionales e internacionales, lo cual respalda científicamente su enfoque. A nivel de políticas públicas, Kiri también trabaja activamente en incidencia, promoviendo políticas que impulsen una educación que atienda tanto las necesidades emocionales como académicas de los estudiantes, con el objetivo de impactar de manera positiva y sostenible en el sistema educativo.
Kiri: Un nombre que florece en terrenos adversos
El origen de un nombre puede decir mucho sobre la esencia y propósito de una organización, y en el caso de la Fundación Kiri, es una historia que habla de resiliencia y esperanza. En la búsqueda de una identidad, sus fundadores querían un nombre que reflejara tanto la naturaleza del trabajo de la fundación como la realidad de los niños y niñas a quienes acompaña.
Así encontraron el “Kiri”, un árbol que florece y prospera en condiciones adversas, echando raíces en tierras áridas y a menudo hostiles. Esta capacidad de florecer en medio de la dificultad se convirtió en un símbolo perfecto de lo que la fundación busca lograr para los niños en situaciones de vulnerabilidad: “la posibilidad de crecer, fortalecer sus raíces y desplegar su potencial, incluso en entornos desfavorables”. Así, la Fundación Kiri no solo brinda apoyo, sino que habilita el espacio necesario para que cada niño florezca con todo su color y vitalidad, como la distintiva y vibrante flor morada del árbol Kiri.
Sueño colectivo
Hace poco Florencia tuvo la oportunidad de ser parte del congreso anual de políticas públicas, un espacio donde convergen políticos, académicos, líderes comunitarios y educadores de los lugares más remotos de Chile, todos impulsados por una meta común: construir un entorno de bienestar y salud mental para los niños y niñas de Chile.
Florencia reflexiona sobre la importancia de este enfoque transversal, donde cada actor, desde su campo de acción y más allá de los límites institucionales, trabaja con un objetivo claro. Cada participante trae consigo un anhelo de cambio, pero sabe que los esfuerzos individuales no bastan para enfrentar una problemática tan compleja como la salud mental infantil. En este contexto, la red colaborativa se convierte en un entramado fundamental para sostener soluciones duraderas y efectivas.
Ella enfatiza en que “esta red de actores con un sueño compartido tiene el potencial de generar un impacto real capaz de atravesar los desafíos actuales y ofrecer un camino hacia un futuro donde la salud mental y el bienestar de los niños y niñas de Chile se convierten en prioridades concretas”. Con optimismo, Florencia destaca cómo este tipo de colaboración, en la que cada uno aporta desde su experiencia y compromiso, puede transformar el presente y brindar esperanza a las próximas generaciones.
Referentes de cambios
En el mes de agosto, Florencia fue premiada como Mujer Impacta 2024 junto a otras nueve agentes de cambio, en donde cada una de ellas identifican problemáticas y encuentran soluciones innovadoras para sacar adelante a sus comunidades en diferentes causas. “Fue demasiado emocionante. Porque yo conozco a mujeres impacta, y conocí la fundación a través de sus mujeres, que para mí eran tremendas referentes por los cambios sociales que habían generado y encuentro que había un sello en esas personas”.
Además comenta: “es muy bonito porque eran muy diversas y la diversidad para mí siempre ha sido un valor maravilloso. Entonces conocí la fundación, desde esas mujeres que yo encontré impactantes. Entonces cuando a mí me dicen que me gané ese premio, que tenían esas mujeres que yo encontraba pero de otra dimensión, en verdad fue muy impresionante, muy bonito. Yo creo que pocas veces uno mira para atrás, uno siempre está mirando y a la vez tratando de sobrevivir el presente y el futuro. Cuesta sentirse orgulloso de uno, pero sí, muy evidentemente del logro compartido que teníamos como equipo, a mí me emocionó muchísimo”.