“El neurólogo me dijo que Lucas no iba a poder hablar y que me fuese haciendo el ánimo de tener a una persona con discapacidad a la que iba a tener que asistir toda la vida. El diagnóstico fue horrible y es el que le dan a muchas mamás que tienen hijos del espectro autista”, relata Elizabeth Escobedo (60), creadora de Autismo Rancagua.
En 2009 su vida dio un giro: le diagnosticaron autismo a su hijo menor, a su marido y a ella, lo que los ayudó a entender por qué eran tan estructurados y les complicaba relacionarse con el resto de las personas. Buscando una solución para que Lucas pudiera crecer como todos los demás niños, a pesar del pronóstico que le habían dado, conoció a Temple Grandin -exitosa académica que supo que era parte del espectro en su adultez-.
Durante esos años había muy poca información, por lo que cuando se enteró de su historia le escribió hasta que obtuvo respuesta. Temple cambió absolutamente su perspectiva y la ayudó a entender que todo se podía lograr con terapia.
“El 90% de los niños pequeños son diagnosticados con autismo severo, pero al ir trabajando con ellos, te das cuenta de que hay muchas cosas que se van sumando a la condición de autismo, y que si son bien trabajadas, pueden tener un buen futuro”, explica Elizabeth.
Lucas actualmente tiene 17 años, cursa tercero medio y tiene excelentes notas. “Se suponía que no iba a hablar y no se iba a poder comunicar con nadie, pero hoy en día su objetivo es trabajar en comunicaciones. Entonces ahí se abre un abanico para entender que el espectro es tan amplio, que si la mayoría de los chicos tienen un buen proceso terapéutico desde pequeños, pueden llegar lejos”, agrega.
Un apoyo multidisciplinario
Autismo Rancagua comenzó el año 2014 y tiene como objetivo preparar a niños y jóvenes del Trastorno del Espectro Autista (TEA) para el tránsito a la vida independiente. Desde su creación ha atendido a más de 700 niños y a sus familiares, logrando que puedan desenvolverse y suplir sus necesidades básicas.
Cuenta con 12 profesionales dentro de los que hay una terapeuta ocupacional, psicopedagoga, educadora diferencial, psicóloga, un fonoaudiólogo, un kinesiólogo, entre otros. Se trata de un apoyo multidisciplinario, en donde dependiendo de la necesidad que tenga cada niño o niña, se le asigna un profesional distinto.
En el área pedagógica se busca que los beneficiarios puedan entender la materia que les enseñan en el colegio y puedan ejecutarla de la mejor forma; en la terapéutica trabajan toda la parte sensorial, propioceptiva y vestibular; en el campo fonoaudiológico se dedican personalizadamente a cada persona; y en el área psicológica atienden a todos los niños, jóvenes y a sus familiares.
Cabe destacar que en Autismo Rancagua también imparten talleres laborales, de cocina e infantiles, en donde los niños aprenden a lavarse los dientes, vestirse, preparar su mochila, estudiar, etc.
“Somos una comunidad que trabaja en conjunto para costear a los profesionales que tenemos. Todos vendemos comida, hacemos eventos y somos recicladores base. Cada familia debe cumplir con 650 latas de bebestible vacías por cada hora de terapia, y de esta forma también ayudamos al medio ambiente”, dice Elizabeth Escobedo. Asimismo, tienen un convenio con la Universidad de O´Higgins para que todos los terapeutas que egresen del centro educacional hagan su internado con la agrupación.
Escalando el impacto
Esta agente de cambio fue ganadora del Premio Mujer Impacta 2021 por su labor en la causa de inclusión. Pasó a ser parte de una red de emprendedoras sociales que pueden hacer crecer sus iniciativas y escalar el impacto en la comunidad.
Sobre este reconocimiento, expresa: “Mujer Impacta muestra una realidad que nadie se había atrevido a mostrar. He conocido a mujeres que han hecho cosas que muchas veces son invisibles, buscan ayudar al resto sin recibir nada a cambio. Además, esta fundación me ha dado formación, visibilidad y me ha ayudado a que mi trabajo sea más valorado y respetado”.
Elizabeth Escobedo tiene como meta que Autismo Rancagua crezca cada día más y pueda ayudar a más gente: “¿Cuál es mi motivación para seguir trabajando? Que todas las personas del espectro autista sean tratadas de manera digna, educadas de manera completa y no tengan que pasar por lo que pasó Lucas, ya que nadie creía en él. La condición no nos limita, todos tenemos derecho a desarrollarnos como seres humanos y ser profesionales”.