Magdalena Concha es cirujano dentista y desde que egresó de la carrera supo que quería seguir por un camino cercano al ámbito social. “Mi idea era hacer lo mismo que hacen los dentistas en las clínicas, pero sin cobrar. Cuando salí de la universidad no sabía ni cómo hacerlo, ni tampoco si lo lograría algún día”, dice entre risas.
En el 2016 se unió a un programa que la acercó al trabajo social, era organizado por la Universidad de Nueva York y en él se realizaban operativos de salud bucal en zonas vulnerables de diferentes países. Una época llena de aprendizajes y que la ayudó a darse cuenta de que “no se necesitaba una consulta para hacer odontología”.
Una vez finalizado el programa, le llegó una carta con una noticia que dio un giro a su vida: había sido aceptada en un magíster en la Universidad de Nueva York, coincidentemente, la misma universidad con la que había estado trabajando en los operativos de salud bucal. Allí ingresó a estudiar un magíster en la Escuela de Servicio Público, con la finalidad de aprender sobre las organizaciones sin fines de lucro.
En el 2019 se da cuenta, definitivamente, que el área social era lo suyo. Comenzó a buscar oportunidades laborales que le permitieran aplicar la odontología social y todo lo que había aprendido en la universidad y en sus viajes por el mundo. En esa búsqueda se encontró con la Fundación Sonrisas, un espacio que le permitiría cumplir esas metas que anhelaba. “Puedo poner a disposición mis ideas, mi experiencia en los viajes y mi crecimiento profesional”, pensó ella. Dejó su vida en Nueva York y voló hasta Chile, en donde se convirtió en directora social de la Fundación Sonrisas.
En el 2020, con la llegada de la pandemia, la fundación sufrió un golpe. Hasta ese año, se dedicaban a realizar proyectos educativos en colegios y atendían en consultas. “Los colegios estaban cerrados y por el virus no podíamos estar encerrados en las clínicas”, cuenta Magdalena. En esa necesidad por reinventarse, nació uno de los proyectos que hoy ha impactado a cientos de familias en todo Chile: los operativos de salud bucal.
Las jornadas de estos operativos son intensas. El trabajo comienza con uno o dos meses de antelación, el equipo de la fundación debe gestionar y organizar todo para transformar cualquier rincón de Chile en un gran centro odontológico. Cuando ya está todo planificado, comienza la parte difícil, transportar entre una y dos toneladas de implementos. Lo logran con la ayuda de un gran equipo, y así comienza el viaje para llegar al siguiente destino. Al llegar y luego de un día entero de instalación, el equipo de la fundación y profesionales locales se instalan a trabajar y comienza la que para ellos es la mejor parte, recibir a los niños.
“No me alcanzan los números para agradecerles todo lo que hicieron por mí”, “ustedes fueron los únicos que lograron que los niños se dejen atender”, son solo algunos de los agradecimientos que recibe Magdalena y su equipo, palabras que los motivan a seguir trabajando día a día a pesar de las condiciones e inconvenientes a los que deben enfrentarse. “No nos detiene el desierto, no nos detiene la lluvia, ni el viento, ni el calor, ni el frío”, dice con orgullo.
Este año Magdalena fue premiada por la Fundación Mujer Impacta, un reconocimiento que le ha permitido darse cuenta de la magnitud de su impacto y que su labor está haciendo la diferencia.
Con la llegada de un nuevo año, Magdalena reflexiona sobre el trabajo y el impacto que ha logrado de la mano de Fundación Sonrisas. Un impacto que va más allá de lo que ella algún día soñó con alcanzar y un trabajo que, más que un trabajo, se ha convertido en su forma de vida. La meta para este 2023 es seguir creciendo con sentido, y bajo la idea de que “una sonrisa puede cambiar vidas y muchas transformar un país”.