En el año 2013 Natalia Rebolledo conoció la realidad ambiental del norte de Chile. En ese momento se dio cuenta de algo: faltaban soluciones para enfrentar la crisis hídrica que aquejaba al sector. Esta realidad, sumado a las ganas de ayudar, fueron suficientes para tomar la decisión de mudarse al norte y comenzar a dedicarse a tiempo completo al área social. Así nació la Fundación Un Alto en el Desierto, que busca entregar herramientas para enfrentar el cambio climático a través del reciclaje de agua.

Natalia había dedicado toda su vida laboral al sector público, por lo que el trabajo ambiental era algo nuevo para ella. Luego de llegar a Ovalle, comenzó a generar diferentes estrategias para que la población se enfrentara a la escasez hídrica mediante la educación ambiental, innovación y el desarrollo de soluciones.

El gran desafío era lograr impactar en los hábitos de las personas y que el cambio fuera duradero e innovador. “Es increíble, pero en comunas donde existen decretos de escasez, se sigue regando a las tres de la tarde con agua potable e invirtiendo mucho dinero en camiones aljibe”, cuenta Natalia.

A pesar de que se trataba de un camino difícil, Natalia trabajó duro y comenzó a armar redes de apoyo que le han permitido generar un impacto mucho mayor a lo que algún día imaginó, no solo en el cuidado mismo del medio ambiente, sino que también a nivel educacional.

Hoy, Un Alto en el Desierto cuenta con una red de 15 escuelas rurales que reciclan cinco mil litros de “aguas grises” diariamente, gracias a un sistema diseñado entre la fundación, la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) y el Liceo Bicentenario Politécnico de Ovalle. Con este mecanismo, el agua que proviene del uso de lavadoras, lavamanos y duchas, llega a un fondo común, en donde se acumula y se trata con un filtro especial. Después de unos días este recurso se puede reutilizar en acciones como el riego de árboles frutales y ornamentales.

Gracias a este sistema, la fundación participó en la discusión de la Ley 21.075, de reutilización de aguas grises, que se promulgó el año 2018. A pesar de estos avances, Natalia es crítica y recalca la urgencia de que se agilice el reglamento de esta ley, para que se incentive a la gente a reutilizar el agua. “Estamos en momentos claves, si no tomamos las riendas ahora, las consecuencias pueden ser fatales”, dice con preocupación.

A nivel educacional, junto a la Academia de Innovación Hídrica Ambiental y el Liceo Politécnico de Ovalle, elaboraron el primer juego de mesa sobre el cuidado del agua, que ha logrado generar más conciencia sobre la escasez hídrica entre los alumnos del liceo.

Para Natalia es de suma relevancia que haya un cambio de conciencia respecto al uso del agua. “Mi llamado es a actuar pronto en el cuidado y reciclaje del agua. Dejemos los diagnósticos y actuemos”, dice con firmeza.

A pesar de que el propósito principal de la fundación ha sido el trabajo en torno a la escasez hídrica, también han tomado acción en otros tipos de cuidados del medio ambiente. Actualmente, en la Región de Coquimbo están instalando sistemas de reciclaje en 60 hogares y en la comunidad de Peña Blanca están mejorando los sistemas de atrapaniebla, un mecanismo que capta las gotas de agua que tiene la neblina para transformarla en agua.

En el 2020 y luego de un largo camino invirtiendo todo su capital profesional en el cuidado del agua, Natalia fue reconocida por Mujer Impacta por dedicar todo su esfuerzo a lograr un cambio positivo en la sociedad y el ambiente que la rodea. “Haber sido reconocida por una organización de mujeres fue un gran impulso y fortalecimiento para dar a conocer nuestro proyecto a un público más diverso. Mujer Impacta es parte de los cimientos sobre los que nos encontramos en la actualidad”.