Silvia, profesora de enseñanza básica con mención en Ciencias, siempre tuvo un amor profundo por la naturaleza y una conexión especial con la enseñanza de los más pequeños. Su vida estuvo marcada por el compromiso de transmitir a las nuevas generaciones la importancia de cuidar el medioambiente. Organizó talleres los días sábados, sacrificando su tiempo libre para no interferir con las clases regulares, y lideraba emocionantes expediciones con sus alumnos para explorar la flora y fauna de la localidad de Hospital. En esos momentos, el aula quedaba atrás y la naturaleza se transformaba en el mejor maestro, despertando en los niños una curiosidad inagotable y un respeto por el entorno que los rodeaba.
Sin embargo, cuando llegó el día de su jubilación, el entusiasmo que había caracterizado su vida dio paso a un inquietante vacío. En lugar de sentir satisfacción por todo lo logrado, una sensación de incompletitud la asaltaba. Silvia no podía ignorar la realidad que la rodeaba: familias enteras luchando contra la escasez, niños creciendo sin acceso al agua potable, y un futuro cada vez más sombrío para las generaciones venideras. A pesar de todos sus esfuerzos, el problema del agua parecía crecer implacablemente, como una sombra que se expandía sobre el país.
Esa frustración y el dolor de sentirse limitada pudieron haberla detenido, pero no lo hicieron. Silvia sabía que, aunque había dejado las aulas, su misión no había terminado. Ese vacío en su interior no era más que un recordatorio de que aún quedaba mucho por hacer. Su corazón, lleno de determinación, la impulsó a seguir adelante.
Sembrando conciencia
La profesora que enseñó a niños a identificar los árboles y escuchar el canto de los pájaros ahora estaba decidida a enfrentar una causa más grande: proteger el agua y asegurar un futuro digno para quienes vienen detrás. Para Silvia, la lucha por el medioambiente no era solo una responsabilidad, era un propósito que daba sentido a su vida.
Desde su jubilación en 2017, Silvia no ha dejado de impactar a la comunidad con su pasión por el medioambiente. Su proyecto de cosecha de agua, que ha transformado la vida de muchas familias en la zona, llamó la atención de la Cooperativa Agua Potable Hospital Champa. Le propusieron continuar con su invaluable labor, esta vez como guía para las escuelas y docentes, ayudándolos a implementar más sistemas de recolección y enseñanza sobre la preservación del agua.
Silvia aceptó con entusiasmo y diseñó un plan de trabajo anual que da continuidad al proyecto en las aulas. “Yo desarrollo un plan de trabajo para el año, para todos los meses en la escuela, y así los profesores van dando continuidad al proyecto”, explica con orgullo. Su labor va más allá de las lecciones: lidera talleres para construir prototipos, enseña el uso responsable del agua y conecta el aprendizaje con necesidades prácticas, como el riego de huertos escolares y familiares, algo esencial para la gente de Hospital, donde la agricultura a pequeña escala es parte del día a día.
El impacto de su trabajo no solo se refleja en las aulas, sino en toda la comunidad. Gracias a su esfuerzo, cada año lectivo culmina con la Feria del Agua, un evento emocionante en el que las escuelas presentan sus proyectos de cosecha y comparten el compromiso que han asumido para cuidar los recursos hídricos. Este espacio no sólo celebra los logros, sino que inspira a más personas a unirse a la causa.
Más allá de las limitaciones
El financiamiento es uno de los mayores desafíos que enfrenta la iniciativa de cosechadores de agua en la comunidad. A pesar de esto, la creatividad y el esfuerzo colectivo han sido el motor para que el proyecto siga adelante. Los socios de la Cooperativa Agua Potable Hospital Champa han demostrado un compromiso admirable, buscando soluciones ingeniosas para aprovechar cada gota de agua.
En ausencia de recursos suficientes, los habitantes han recurrido a métodos caseros para recolectar agua de lluvia. Algunos utilizan piscinas durante el invierno para almacenarla y reutilizarla en el verano para regar sus pequeños huertos, jardines o árboles. Otros han adaptado antiguas tinas o incluso viejas lavadoras, colocándolas bajo las canaletas para capturar el agua que escurre. Estas ideas, aunque ingeniosas, son solo una solución temporal.
Sin embargo, la falta de financiamiento adecuado se siente cada vez más. “Por ahí creo que lo que falta es poder conectarles algún cosechador de agua más formal, algo más claro”, comenta Silvia, destacando la necesidad urgente de implementar sistemas de recolección más eficientes y sostenibles. Con un apoyo financiero sólido, sería posible equipar a las familias con herramientas modernas que optimicen el uso del agua y reduzcan el desperdicio, maximizando el impacto del proyecto.
A pesar de las dificultades, la comunidad no pierde el entusiasmo ni el compromiso. Cada esfuerzo, por pequeño que parezca, es un paso hacia un futuro más sustentable. Sin embargo, para que esta iniciativa alcance su máximo potencial, es fundamental que se unan más actores a esta causa, aportando recursos que permitan convertir estas soluciones caseras en sistemas formales y eficientes de cosecha de agua.
De la sorpresa al orgullo
Ser reconocida con el Premio Mujer Impacta por su labor social fue algo que sorprendió profundamente a la galardonada. A pesar de su incansable dedicación a la comunidad, nunca imaginó que su trabajo sería tan valorado a nivel nacional. El reconocimiento no solo le trajo una gran satisfacción personal, sino que también desató una ola de cariño y gratitud por parte de las personas a las que ha impactado. “Yo realmente quedé impresionada y yo creo que todavía lo sigo estando por los mensajes y el cariño que sigue llegando cuando voy a cada escuela. Los directores están muy contentos de que yo esté con ellos todo ese cariño, ese halago, a mí me ha hecho sentir muy bien, con muchas emociones” comenta Silvia.
Aunque ella siempre ha trabajado desde el corazón, sin esperar recompensas, este premio ha llegado como un recordatorio de lo mucho que su labor ha significado para quienes la rodean. Para Silvia, este proyecto no es solo una continuación de su carrera, sino una misión de vida. Su historia demuestra que el trabajo en pro del medioambiente puede trascender generaciones y convertirse en una fuerza poderosa para el cambio. Porque, como ella misma asegura, cosechar agua no es solo recolectarla, es sembrar un futuro lleno de esperanza.