Nunca antes lo había dicho en voz alta. Un día, hace seis años, Ximena Abogabir estaba trabajando en plena hora de almuerzo cuando se sentó en su escritorio, marcó todos los archivos de su computador y los movió a la papelera. Quedó perpleja frente a este acto de locura, uno que ella misma había cometido, pero que, en el fondo, era el inicio de una revolución. Ella sabía que lo que realmente estaba haciendo era soltar, vaciar su cerebro para dejar entrar algo que ansiaba: incorporar una nueva mirada del envejecimiento enfocada en las ganancias y no en lo que estaba perdiendo. Una nueva longevidad.

Tan solo días antes había celebrado su cumpleaños número 70 en su trabajo, el mismo lugar en el que pensó moriría ejerciendo. Las palabras que le dedicaron sus compañeros estaban llenas de cariño, pero escondían una despedida que Ximena no esperaba: “Que bueno Xime, pero ahora es tiempo de descansar”, recuerda. “Me quedé para dentro y dije wow, qué peligroso es esto. Ahí me di cuenta que efectivamente para toda esa gente joven, yo era una anciana, y una anciana necesita pañales, prótesis dental, una residencia, fajas, pero no era eso lo que yo sentía que quería y necesitaba”. Hasta ese entonces, Ximena predicaba con la frase “aquí no hay edad, somos todos iguales”, hasta que se dio cuenta de que el resto, hace años, la encasillaba como una persona mayor, con todas sus letras.

Fue así como comenzó a gestarse la idea de formar Travesía100. Usando el viejo truco de “family and friends”, pidieron prestado un local grande para reunirse con amigos que ya habían llegado a la tercera edad. Todos con preocupaciones y temores compartidos, pero también con ansias de seguir soñando y construyendo a futuro. Una realidad que, hasta el momento, estaba completamente invisibilizada. Personas que ya habían comenzado su viaje hacia los 100, que aún tenían 10, 20, 30 o incluso 40 años por recorrer, pero que querían saber cómo los iban a vivir y para qué. Necesitaban encontrar un propósito y empoderarse.

Rápidamente, la gente empezó a conectarse con la iniciativa: “Nos decían: ‘Me hizo sentido, quiero ser parte, en qué puedo ayudar’. Y hoy día somos 4.500 las personas con las mismas motivaciones. La más importante es que no queremos ser un cacho para nuestras familias y para la sociedad. Segundo, no queremos aislarnos. Si yo me aíslo, pierdo relaciones y dejo de aprender. Tercero, el terror de volvernos irrelevantes y estar rodeados de gente a la que no le importa nuestra opinión ni experiencia. Cuarto, el tema de la plata, porque aunque yo haya sido ordenada, austera y ahorradora, si tengo que estirar ese chicle por 40 años, es poco probable que me alcance. Sobre todo porque el 86% de las personas mayores ayudamos a otros. Y la última razón, es a raíz de un estudio que hicimos, el cual arrojó que tanto hombres como mujeres piensan que una persona que no trabaja es menos valorada, o sea hay un asunto de dignidad y autoestima”. Cinco grandes razones que, aunque siguen siendo una constante preocupación, hoy son parte del debate diario.

Miedos convertidos en sueños, sueños convertidos en realidades

El inicio de Travesía100 no fue sencillo. Como todo nuevo proyecto, iba acompañado de incertidumbre y varios temores: “Cuando comencé tenía mucho miedo. Porque dije: ‘¿Y si me enfermo? ¿Y si un día voy caminando por la calle y me cae un ladrillo en la cabeza? ¿Y si no puedo terminar esto que estoy empezando?’”. Sin embargo, tenía claro que las personas mayores aún tenían muchísimo que contribuir a la sociedad. No podían dejar a los jóvenes en un mundo que se caía a pedazos y ellos sentarse a ver la tele. La idea le parecía inmoral.

Realizó estudios y se dio cuenta de que el 79% de las personas que pertenecen a la tercera edad tienen una mirada de la vida más positiva que negativa, perciben que tienen buen estado de salud, que la mayoría está aprendiendo cosas y les importa mucho seguir haciéndolo. Se han digitalizado y modernizado. Es más, dos tercios de ellos luchan por seguir activos laboralmente, aunque no tengan la necesidad de hacerlo.

Y aunque la principal consigna de Travesia100 es fortalecer la figura de las personas mayores, Ximena sabe que deben acompañar el transitar de las nuevas generaciones: “El otro día conversaba con un joven de 25 años con el que trabajo y le pregunté cómo se imaginaba su envejecimiento. Me miró con cariño y me dijo: ‘¿Sabes Xime? Nuestra generación está tan mentalizada en romperla antes de los 40, que no nos queda espacio mental para proyectarnos’. Nuestra sociedad está muy loca. Vivimos esforzándonos para que nuestro peak sea a los 40-45 y luego todo vaya en decadencia. Está mal eso, hay que cambiarlo”, afirma.

El camino, sin dudas, ha estado lleno de barreras, pero también de muchas satisfacciones. Hoy reconoce que la hace tremendamente feliz encontrar a jóvenes a quienes impactan, que comienzan a tomar medidas y prepararse mejor para su vejez, y que, como ella, dejaron de externalizar el “problema”: “Una de las cosas que yo más agradezco de comenzar con Travesía100 es que miré de cara la vulnerabilidad. Me he enriquecido como ser humano, valoro la gratitud y la humildad”. Ximena tiene claro que el viaje hasta los 100 termina en un puerto en que se necesita asistencia, en donde la arrogancia no tiene espacio. Y es que el envejecimiento comienza en el momento en que nacemos y nos afecta a todos.

Hoy, la tremenda sensación de miedo que Ximena tenía al empezar con este proyecto, se ha disipado. Sabe que no importa el transcurso que tome su vida porque tiene legión completa tras ella, está lista para hacerse cargo de la comunidad que con tanta perseverancia y dedicación forjó.

Derribando el patriarcado

Este año, Ximena Abogabir fue galardonada como Mujer Impacta 2024 junto a otras nueve agentes de cambio que identifican desafíos y encuentran soluciones innovadoras para sacar adelante a sus comunidades. “Me encanta la idea de pertenecer a la Red Mujer Impacta porque el mundo está pasando por un momento tan negativo y oscuro, que necesito tener un ojo puesto en lo maravilloso que está ocurriendo. Recuerdo las palabras de mi mentora, la doctora Lola Hoffman, y me reconfortan: ‘Este mundo que se está cayendo a pedazos, es el mundo del patriarcado’. Un mundo en donde está instalado el concepto de competir, conquistar, y nosotros tenemos que evolucionar hacia un mundo mucho más femenino, que tiene que ver con cuidar y colaborar. Entonces, pertenecer a la red, me da optimismo y la posibilidad de conocer a mujeres maravillosas”, finaliza.