Valeria Pérez tiene 26 años y está segura de que nunca quiere ser madre, así que tomó la decisión de esterilizarse. “Son varias las razones, la primera en orden de prioridades –y aquí no quiero partir con el típico lugar común de la libertad– es que no estoy segura de que sería una buena madre y como tuve una excelente mamá, tengo la vara muy alta”, dice. “Sé que después de leer estas primeras líneas va a venir la ola de críticas y juicios. Que tengo trancas que solucionar, que soy muy joven para decidirlo. Incluso que soy egoísta. Pero prefiero hacer el trabajo mental de entender que estos comentarios no deberían afectarme antes que una terapia por tomar la decisión de ser mamá obligada por estructuras sociales”, agrega.
Los otros motivos que la llevaron a tomar esa decisión que –asegura– es definitiva, es que económicamente es una responsabilidad que la agobia mucho. “No sé si quiero asumir la responsabilidad económica de mantener a más personas que a mí misma y aunque encuentre una pareja increíble, un hombre comprometido, uno nunca sabe. Además, las cifras muestran que al final la mayoría de las veces somos las mujeres las que nos hacemos cargo”.
Por otro lado, dice que todo lo que ha ocurrido en el país y en el mundo no han venido a más que reafirmar su decisión. “Soy una privilegiada dentro de la realidad de mi país y he visto cómo mi entorno es impermeable a las injusticias que se viven a diario. No sé si quiero que una hija o hijo mío crezca en un entorno así. Y para qué hablar de la crisis del medio ambiente, este virus, en mi impresión, es una alerta potente respecto de lo mal que como seres humanos estamos haciendo las cosas”, dice.
Dice que podría seguir sumando razones. “En medio de la cultura de consumo en la que vivimos, tener un hijo se ha transformado en una suerte de carrera por quién compra el coche más increíble, la manta más sustentable, por quién es capaz de ganar en la carrera de la crianza respetuosa y en la lactancia prolongada. No me gustaría entrar en esas dinámicas que lo único que me generan es la sensación de que ser madre es una pega tanto o más agobiante que las otras que ya tenemos. Alguien podría decir que soy egoísta y que solo pienso en mi libertad y tranquilidad, pero los padres suelen usar más recursos –pañales, autos grandes– que se podrían catalogar como egoístas con el entorno o la comunidad. Incluso hay quienes podrían decir que es más egoísta quien piensa tener hijos para no quedarse solo en la vejez”.
Valeria prefiere no entrar en esa discusión. “Sé que hasta ahora solo he hablado del “lado malo” de tener un hijo, y probablemente ser madre te debe hacer conocer el amor más profundo e incondicional, pero yo decidí privilegiar otras relaciones y encontrar el cariño y amor que necesito en ellas. Por último, creo que jamás uno debe tomar decisiones en base a las estructuras sociales. En mi caso lo tengo muy claro. Y sí, como muchos me han dicho, podría ser que alguna vez que arrepienta, pero la vida está llena de arrepentimientos y darle a este mayor importancia es seguir fomentando el estereotipo de que las mujeres nacimos para ser madres”, aclara.
Aún así, confiesa que el tema del arrepentimiento es con lo que más se ha encontrado. “Incluso me lo dijo el doctor cuando fui a preguntar por la esterilización. Ya me ha pasado en dos partes que si bien no me niegan la posibilidad, la respuesta inicial es ‘mijita, no haga leseras que después se va a arrepentir”, cuenta.
En Chile, la resolución exenta 2326 del Ministerio de Salud promulgada el 30 de noviembre de 2000 fija directrices para los servicios de salud sobre esterilización femenina y masculina. En ella se plantea que el objetivo es el cumplimiento a la Convención sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. La resolución establece que “los establecimientos asistenciales de los Servicios de Salud efectuarán acciones de salud destinadas a la esterilización voluntaria de hombres o mujeres de acuerdo a las disposiciones que se establecen a continuación: La decisión de someterse a esterilización es personal y emanará de la voluntad libre manifestada por quien la solicita”. Esto, explica Andrea Von Hoveling, ginecóloga y delegada en Chile para la Red Iberoamericano de Salud Reproductiva y Sexual, es solo en el caso de personas mayores de 18 años.
“No hay ningún requisito de número de hijos, ni es necesario que se apruebe la solicitud mediante un comité de ética. Lo único que se exige, además de la edad, es que la persona pueda consentir el procedimiento y por tanto cuando se trata de personas con un déficit cognitivo o que tienen una patología neuropisquiátrica, si la solicitud la hace un tercero, va a comité médico”, agrega. Según cifras del Minsal, hasta julio de 2018, 6.755 mujeres se esterilizaron, mientras que en 2017 fueron 7.847 las mujeres que tomaron esta decisión.
Según Von Hoveling, si bien los números de esterilización femenina no han aumentado considerablemente en los últimos años, sí se ha visto un aumento de la esterilización masculina y en el caso de las mujeres un cambio en el perfil de las solicitantes. “Cada vez más se ve como una opción válida desde el punto de vista social y médico para mujeres que no quieren ser madres. Antes esto era la opción para la multípara con muchos hijos y que ya era mayor de 35 años, que era lo que se exigía, ya que se entendía como “obvio” que no quisiera tener más. Pero ahora hay más mujeres jóvenes con dos hijos o mujeres jóvenes sin hijos que piden información, porque no tienen considerado el ser madre dentro de su proyecto vital”.
De acuerdo a la resolución del Ministerio, todas las clínicas y hospitales deberían acoger esta solicitud, salvo aquellos que plantean la objeción de conciencia que son las clínicas que están ligadas a la iglesia católica. En el caso del sector público, las mujeres podrían encontrarse con listas de espera porque al ser una decisión y no una urgencia, no es prioridad, pero no debería haber una objeción a la decisión.
“Hay varias técnicas, pero todas apuntan exactamente a lo mismo, que es interrumpir la permeabilidad, es decir, el tránsito entre el ovario y el útero y eso es a través de la troma. Se puede ligar o cortar y, a diferencia de los hombres, esta es una cirugía que se puede intentar revertir, pero el resultado es muy malo”, explica Andrea. Por eso –dice– en el caso de mujeres que están inseguras de su decisión, es mejor recomendar un método anticonceptivo, que es igual de efectivo, con la diferencia de que dejas abierta la posibilidad de arrepentirse.
Respecto de este último punto, Von Hoveling dice que los profesionales de la salud tienen que ser cuidadosos respecto de la manera en que abordan el tema. “Es importante no descalificar una decisión así, ni menos ignorarla. Tenemos la responsabilidad ética y legal de hacer una buena consejería, las mujeres no deben sentirse cuestionadas. Por ejemplo, cuando es una decisión que toma una mujer muy joven y sin hijos existe el temor de que sea un impulso y después se arrepienta. En esos casos uno trata de tener una conversación, pero no con la intención de ponerle barreras a su derecho, sino que de informar”, explica y cuenta que ha escuchado de profesionales que hacen comentarios peyorativos o que en vez de invitar a la reflexión, cambian el tema.
“Creo que es importante hacer esa diferencia: si el médico te habló de otras opciones para abrir una conversación, versus alguien que diga derechamente que no lo va a hacer porque la mujer es muy joven o el motivo que sea, porque eso constituye discriminación y de hecho es denunciable”, agrega Von Hoveling. “Yo tengo ojo particularmente con las mujeres que, por ejemplo, toman la decisión en un contexto de duelo o crisis vital. Pero aun en esos casos y en última instancia, la decisión siempre es de la mujer”.