“Amo a mis hijos, pero me arrepiento de ser mamá”. Es una frase que suena dura, ambivalente, para algunos difícil de entender, pero un sentimiento mucho más común de lo que imaginamos. La psicóloga israelí Orna Donadht, de hecho, escribió un libro al respecto: Madres arrepentidas, una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales. Mediante su investigación descubrió que todas las entrevistadas, 23 mujeres en total, confesaban que se arrepentían de ser madres, lo cual no significaba que no amaran a sus hijos ni que no se hicieran cargo de ellos. ¿Las razones principales? Muchas revelaban haberse sentido empujadas a cumplir ese mandato sin conocimiento sobre lo que realmente significaba, en una sociedad que al mismo tiempo las dejó solas en su carga y responsabilidad diaria.
Y no es la única investigación al respecto. La española Laura Sagnier, especialista en market intelligence y activista pro-igualdad para las mujeres, junto a un equipo de consultores, realizó un estudio que abarca a 2400 mujeres, que fueron entrevistadas sobre el trabajo, la pareja, los hijos y su felicidad. Los resultados dieron a conocer una realidad de la cual se habla poco: Una de cada diez mujeres se arrepiente de haber sido madre, el 5% afirma sentirse poco feliz con su maternidad y el 7% totalmente infeliz. Resultados parecidos arrojó otra encuesta realizada por el Instituto de Investigación YouGov en Alemania: uno de cada cinco padres y madres se arrepiente de haber tenido hijos.
¿Qué pasa en Chile? Aunque todavía no hay estudios ni datos al respecto, por supuesto que hay experiencias de madres arrepentidas. La periodista Alejandra Hormazábal, quien ha preferido aparecer sin su nombre real, confiesa ser una de ellas. Fue madre a los 30 años, un embarazo planeado y esperado con su marido, luego de una relación larga. “Tuvimos una evolución de ser pareja súper tradicional, nos conocimos, pololeamos, nos fuimos a vivir juntos, nos casamos y entonces lo que tocaba era tener hijos. Yo siempre pensé que una edad ok para tenerlos era a los 30, y en realidad, si yo miro para atrás, hice un check list que no pensé mucho. En ese momento no me cuestioné si quería ser o no ser mamá, quería porque había visto que era lo que había que querer”. Los primeros años de maternidad para Alejandra fueron difíciles, su hijo mayor nació con una malformación congénita y tuvo que someterse a varios tratamientos. Con el tiempo tuvo una segunda hija, que define con un carácter fuerte, que subió su sensación de demanda. El año pasado se separó del padre de sus hijos, que tiene una condición de salud que lo hace incapaz de hacerse cargo ni económica ni presencialmente de los niños, por lo cual la idea del arrepentimiento se aparece de vez en cuando. “Desde que una se transforma en madre una parte de ti se muere. En algunas culturas existe incluso un ritual de entierro. En la nuestra no se habla de ese duelo. Independiente de la ayuda que tengas, de que tengas espacios para ti, nunca volverás a ser lo que fuiste. De ahí en adelante hay personas que dependen de ti, que moldean tu vida, tus prioridades. Una intenta todo el tiempo seguir siendo quien eras, y no resulta, y es contradictorio, frustrante. Obviamente hoy me es difícil decir que me arrepiento, porque ya tuve mis hijos, los conozco y los adoro y doy mi vida por ellos, no podría hacerlos desaparecer. Pero si yo retrocediera el tiempo me cuestionaría la decisión. Habrá otras mamás que les gustará ser mamá, y las llena, es lo que les nutre su vida. Yo a mis hijos los adoro, pero no son lo que me nutre, ni lo que me llena”.
La peluquera Ariela Palma es otra madre que confiesa sentirse arrepentida. “Me di cuenta que no quería ser mamá desde el día que nació mi hijo”. Su embarazo no fue planificado, tenía 22 años, decidió casarse con el padre un mes y medio antes del parto. Si bien al principio se sentía entusiasmada con la idea, y nunca se propuso abortar, luego del parto el escenario cambió. “El embarazo, el parto, la lactancia, no poder dormir, comer, no sentir mi cuerpo, no sentirme a mí, todo fue muy duro. Mi hijo nació y dije ¿Qué hago con esto? ¿Qué se hace ahora? Me sentía un bebé con un bebé, muy agobiada, triste, culpable también, por el mismo hecho de asumir que no tenía ganas de hacerme cargo de él. Sentí que estaba amarrada a un ser que dependía de mí y no estaba preparada para eso. Me removió mi independencia como mujer, yo no sentía felicidad, sentía rabia, pena, odio y culpa por sentir odio por ese ser que no tenía la culpa”. Con los años Ariela dice que lo fue intentando, fue “surfeando la ola” y moldeándose, acostumbrándose, aunque no era feliz. Cuando su hijo tenía un año y medio, luego de haberse separado, fue honesta consigo misma y acordó con su madre dejárselo para que lo criara, porque se sintió incapaz de seguir. Unos años después, cuando el niño tenía 3 años, volvió a intentarlo, pero ahí se dio cuenta de que ya la decisión era definitiva. Hoy su hijo ve a su abuela como una madre, aunque sabe que Ariela es su “madre de la guatita”, como le dice ella. “Lo más honesto sería en algún momento decirle que ser mamá no era lo que yo quería. Creo que lo peor sería mentirle, el hacerle creer esa fantasía de que ha sido algo feliz, agradable, porque no es la emoción que siento. Si a mí me preguntan, y lo digo con mucha honestidad, yo no volvería ser nunca más madre. Él es especial para mí, tenemos un vínculo distinto, pero yo no me siento su mamá. Si yo pudiera no lo sería tampoco”.
Las psicólogas Francesca Chiappini y María Belén Gómez, ambas psicólogas de CIDEM, (Centro interdisciplinario de las Mujeres) señalan que “El arrepentimiento es una posición emocional que generalmente viene asociada en una primera instancia a agitación y gran sufrimiento, llegando a ser insoportable, porque estas mujeres no solo tienen que lidiar con una continua crisis sino que además están privadas de toda posibilidad de desprivatizar su experiencia, sacarla a la luz, colectivizar su dolor y así mitigar la vergüenza, hablando con otras mujeres de lo que sienten y piensan, ya que el arrepentimiento debiese estar muy alejado del concepto y la romantización de la maternidad”. Las investigaciones al respecto son rigurosas en señalar que este arrepentimiento no tiene relación con problemas de salud mental o depresión postparto. Al respecto ambas psicólogas señalan que: “Estamos en una sociedad que atrapa a las madres en expectativas incontables, idealistas, casi imposibles de lograr y a la vez contradictorias, y cuando la maternidad no se vive ‘como la mejor cosa que les ha pasado en la vida’ se ven como objetos cuestionables con sentimientos ambivalentes que fácilmente pueden caer en las fauces del dominio psiquiátrico sin perspectiva de género, donde se verán como síntomas de un trastorno mental y se les diagnosticará como si sufrieran un malestar psicológico”.
Como señaló la autora de Madres arrepentidas en una entrevista: “Nos empeñamos en eliminar sentimientos negativos y eso es lo frustrante. Tal vez reconocerlos en lugar de eliminarlos sea la mejor vía, porque las emociones, al igual que el agua, necesitan encauzarse para que no desborden. Si hay arrepentimiento, hay que saber vivir con él”.