Mujeres y collages: unir pedacitos del mundo contemporáneo para hablar de temas femeninos y feministas
Tijera. Revistas, cartas, flyers, en plataformas digitales o análogas. Cortar y pegar, cortar y pegar. Con pedacitos de naturaleza, del mundo contemporáneo, de palabras. Los collages cada vez son más adoptados como una forma de expresión. Y las mujeres lo saben.
En el mes del collage, ellas son mayoría en la muestra realizada en el espacio Citylab del GAM entre el 4 y el 28 de mayo: de los 70 expositores, 58 son mujeres. Mujeres de distintas profesiones y oficios que cortan y unen fragmentos para hablar, a través de imágenes, de temas femeninos y feministas.
¿Qué las motiva? ¿Por qué lo hacen? Aquí, algunas de estas artistas.
Cuerpo y movimiento
Constanza Espínola (36) empezó en el collage el año 2009 y hoy es parte del Centro de Estudios de Collage (CECOLL). Si bien es licenciada en danza, mención composición coreográfica, hoy se dedica a la producción artística.
Desde hace seis años trabaja en el centro de creación y residencia NAVE. Allí investigó el asombro como hábito bajo la pregunta de cómo llevar el collage a la escena. “Me empecé a replantear todas las posibilidades y, tomando los estudios de la danza, qué significa interpretar, componer, imaginar en todas las artes”, cuenta. Por eso, hoy sus collages vinculan el cuerpo al movimiento.
“El collage surge como un agente en base a la memoria visual que guardamos en el cuerpo. Es un relevador”, comenta. Para ella, el collage es y ha sido compañía que revela su alteridad, otros mundos posibles, otra realidad. “Poder armar otra cosa, cortar, pegar, desarmar y volver a armar según mi presente. Eso creo que es revelador: podemos conocernos a través del collage y sin duda es algo que te va marcando”, añade.
En su experiencia, las mujeres siempre han sido mayoría en los talleres de collage. “Pienso desde el movimiento de la creación. Las mujeres creamos, damos vida y creo que ese también es un pulso del porqué las mujeres estamos en estos movimientos de manera más fuerte”, plantea.
*Izquierda: collage de Constanza Espínola / Derecha: collage Michelle Valdivia Vega
Mujeres protagonistas
“Yo creo que las últimas generaciones tenemos menos vergüenza de mostrar lo que hacemos, en todas las expresiones artísticas”, dice Michelle Valdivia Vega (32). Para esta diseñadora gráfica de profesión, el feminismo ha sido fundamental en eso. “Quizás no muchas nos atrevemos a decir verbalmente el sentir, y el collage es una de las tantas formas visuales para expresarlo. Saber que somos capaces de hacer cosas hermosas”, afirma.
Las protagonistas de sus obras son justamente las mujeres. En ellas, expone situaciones cotidianas o emociones personales y las une a un mundo imaginario mezclado con la naturaleza. Se dedica a ello desde el 2018, cuando viajó a Lima. Allá hizo un taller y nunca más dejó de hacer collages.
“Para mí es una herramienta para expresar lo que siento, una liberación. Soy súper reservada con mis emociones y en los recortes encontré la forma de poder traspasar en imágenes lo que pasa por mi cabeza y que muchas veces es difícil describir con palabras”, cuenta.
Las mujeres que ilustra son todas sus alter egos. “Todos los collages son vivencias personales. Lo hago también porque a lo largo de la historia las mujeres hemos sido miradas en menos y quiero darles/darnos la importancia que nos merecemos”, concluye.
Amar el desierto
Aunque nació en Viña del Mar, María Gabriela Herrera Lamas (41) -Gaba Lamas- ha vivido casi toda su vida en el norte de Chile. “Cuando llegué, el cambio fue impactante: cerros de colores que nunca había visto, el cielo con más estrellas dibujadas y brillantes”, recuerda. Y aunque extrañaba -y siempre lo hará- los aromas de lluvia y pasto, el misterio que encierran los atardeceres, las historias de las salitreras y de todos los pequeños pueblos de interior, cada una de esas imágenes se fueron quedando en su mente.
El norte, dice, “es historia, es patrimonio, es arte en sí mismo”. Por eso, sus collages hablan sobre los sentires propios de una mujer que vive y ama el desierto. “Mis piezas tienen mucho de lo que me pueda estar pasando en el momento, pero también de lo que ocurre a mi alrededor”, afirma la collagista, arquitecta y gestora cultural.
Son retratos de la vida de una mujer mirando a través de muchas ventanas y queriendo ir hacia muchas puertas al mismo tiempo. Para ella el collage “lo es todo”. Tras haber hecho trabajo manuales de niña, volvió a unir pedacitos del mundo en 2020, cuando “daba todos los demás lenguajes por perdidos”. “Para mí, sí es un lenguaje distinto, incluso una forma de vida y un modo de enfrentarla completamente diferente. Aquí sí hace sentido lo comunitario, colaborativo, lo realmente humano. Es una burbuja dentro del mundo en que vivimos, que se siente tan contaminado, convulsionado y triste”, destaca.
Aunque considera el collage un arte democrático, que permite dar voz a todos con lo que tengan a mano, Gaba Lamas también siente que las mujeres tenemos tanto para decir y para contar que “aprovechamos las instancias disponibles para poder expresarnos lo más libremente que podamos”. “En ese sentido, el collage nos da posibilidades infinitas de entregar mensajes para llegar a todo público”, agrega.
Una vía de escape
Cuando era preadolescente, Josefa Peña Cuevas (hoy de 32 años) conoció la literatura y comenzó a escribir poemas, a inventar frases y a escribir -como su abuelo- microcuentos antes de dormir. Para ella, fue natural transitar hacia el collage: “si en los cuentos utilizo las palabras, en el collage son las imágenes y recortes los que le dan vida a la obra -aunque a veces también recorte palabras para las composiciones”.
Psicóloga clínica, instructora de Yoga Integral y escritora de microcuentos infantiles, Josefa comenzó en la técnica del collage hace 10 años. En específico, desde que se dio cuenta de que había que reciclar papeles. “Existen muchos recursos en ellos que se pueden considerar para diferentes objetivos, como terapéutico, de entretención, creativo o de aprendizaje, entre otros”, sostiene.
En su opinión, el collage es una vía de escape, porque mediante su proceso creativo logra desvincularse “de la realidad y crear el mundo que busco, el que quiero ver o estar”. También es un lenguaje distinto -”muy amplio”- donde puede inventar “algo que no exista, que venga desde mi imaginación, eso es hermoso”.
Sus collages se orientan hacia el surrealismo y la creación de universos y personajes que transmiten emociones que experimentan tanto los seres humanos como los demás sintientes durante el día a día. En esa línea, Josefa cree que las mujeres están más conectadas con el collage “quizás porque muestran una mayor iniciativa al momento de buscar nuevas actividades por hacer”.
*Izquierda: collage de Josefa Peña Cuevas / Derecha: collage Claudia Portugueiz
Música y naturaleza
Claudia Portugueiz (50) se enamoró de la música cuando era muy chica. Empezó a escuchar canciones cuando tenía cinco años y desde entonces se ha considerado melómana. “Cómo no aprendí a hacer música, rindo homenaje a mis artistas favoritos y la música lo inspira todo, es vital: es mi inspiración, mi medicina, la fuente de emociones profundas. Toda mi vida está traspasada por la música”, comenta.
Desde que salió de la Escuela de Arte de la Universidad Católica, empezó a hacer collages. Primero combinaba imágenes y palabras en obras tridimensionales. Luego fue descubriendo las herramientas digitales. Hoy, pensando en su amor por la música, trabaja en una serie de collages llamada “playlist” que está inspirada en sus canciones favoritas.
Todo eso lo asocia a la naturaleza, “el lugar donde me conecto, donde encuentro belleza infinita y sentido a la existencia”. “Creo que el collage es un lenguaje que nos conecta mucho desde un lugar emocional, desde la intuición y el inconsciente. Puede ser a ratos también un oficio meditativo, como tejer o bordar. Quizás las mujeres necesitamos más explorarnos y expresarnos desde ahí”, agrega.
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