Hace unos días paré en un semáforo en el que una pareja hacía malabarismo a cambio de algunas monedas. Fue justo una tarde en la que volvía rápidamente del doctor con mi hijo mayor, después de haber pasado a cambiar un regalo de Navidad que me encargó mi mamá, y aún me quedaba una larga lista de pendientes en el trabajo. Esos segundos frente a los malabaristas, que intentaban cuidadosamente que ninguna pelota cayera, recordé un artículo de Tiffany Dufu, autora de Drop the Ball: Achieving More by Doing Less (Dejar caer la bola: Lograr más haciendo menos) que hace una analogía entre la vida de las mujeres y estos ejercicios de acrobacia. El texto –al que en ese momento no le presté atención por estar como un pulpo haciendo varias cosas a la vez– planteaba que a muchas de nosotras nos aterroriza dejar caer la pelota: la pelota profesional, la pelota familiar, la pelota de la amistad. Pero que, a menudo, nuestras expectativas sobre nosotras mismas son simplemente poco realistas y por tanto hacía una invitación a decidir qué es realmente digno de nuestro tiempo.

“Tiene que ver con que históricamente se nos ha planteado esa capacidad de hacer muchas cosas a la vez, como una cualidad propia de nuestro género y eso a la larga termina por ponernos mucha presión, porque no necesariamente eres mejor porque haces más cosas”, explica la psicóloga Loreto Vega. Y es también lo que experimentó Tiffany Dufu, quien contaba que cuando ella comenzó a soltar algunas pelotas, se dio cuenta de que no pasaba nada: nadie la criticó, no perdió su trabajo ni la dejó de querer su familia. “Me di cuenta de que toda la presión que sentía de ser todo para todos, y de hacerlo sin problemas, era ridícula. Para mí, dejar caer la pelota ahora significa dejar de lado esas expectativas poco realistas”, escribió.

Sin embargo, no es fácil lograrlo. “Definir qué es lo más importante –para luego elegir lo que vamos a dejar caer– en una sociedad que nos dice implícitamente que el éxito está en lograr hacer bien todo, puede ser complejo y nos acerca a sensaciones como el miedo y la ansiedad. Pero es un buen ejercicio, porque nos permite concentrarnos en lo que realmente nos aporta, no solo materialmente, sino que de manera integral a nuestra vida”, agrega Loreto. Y es que muchas veces definimos el éxito a partir de las experiencias de otras personas, en mi caso mi madre, que fue una exitosa profesional y madre, y entonces comprendí –erradamente– que yo también tenía que cumplir con eso.

En el ejercicio de encontrar bolas para dejar caer, es necesario preguntarse si todo lo que hacemos a diario debería estar ocupando nuestro tiempo. Dufu invita a preguntarse: ¿Me alegra esta tarea? ¿Es esta una tarea esencial, en relación con lo que más me importa? ¿Hago esto realmente bien con poco esfuerzo? ¿Es esto algo que solo yo puedo hacer o podría delegarse en otra persona? “Esto último es importante porque estamos tan acostumbradas a hacer todo y especialmente a intentar hacer todo bien, que asumimos tareas sin cuestionar si deberían estar usando parte de nuestro tiempo. Sin embargo, es necesario entender que todo lo que hagamos puede ser un aporte de nuestra vida, desde el trabajo hasta el tiempo de ocio y en ese sentido es bueno tener claro que aunque podamos hacer algo bien o más rápido no significa que eso deba ser parte de nuestras tareas”, aclara Vega. En ese sentido, si la respuesta a las preguntas que plantea Tiffany Dufu es no, entonces se trata de una tarea que podemos dejar ir. O siguiendo la analogía, una pelota que podemos dejar caer.

En la misma línea, el pedir ayuda y el aprender a decir que no, también son cuestiones que aportan a la idea de hacer menos y lograr más. “Sobre todo en las mujeres, el pedir ayuda es una muestra de vulnerabilidad. Tiene que ver con esa misma idea de creer que podemos o que debemos poder con todo. Sentirse vulnerable no es fácil y entonces, para evitarlo, preferimos no pedir ayuda aunque a veces las redes de apoyo estén disponibles. Sin embargo, la ayuda, especialmente cuando se trata de crianza, no solo es beneficiosa, sino que también es necesaria. Es una etapa que se debe vivir en compañía porque de lo contrario el peso es tan fuerte que puede enfermarnos. Cada vez que nos regalamos la posibilidad de ser vulnerables y sintonizar con nuestras emociones, hablar de ellas y pedir ayuda, estamos cuidando nuestra mente y corazón”, dice Loreto y aclara que en otros ámbitos, como el trabajo, también es necesario. Al final, si sueltas una pelota, alguien más la tiene que agarrar para que la acrobacia funcione.

Y por último tener en cuenta que el día solo tiene 24 horas y que por lo tanto debemos ajustarnos a ello. La psicóloga explica que “cuando reiteradamente vamos dejando pendientes de un día para otro porque no nos alcanza el tiempo, lo que estamos haciendo es hacer crecer una bola de nieve que en algún momento va a caer sobre nosotras mismas”. Aprender a decir que no es fundamental para que eso no pase, y sobre todo entender que si decimos que no, no somos menos eficientes, todo lo contrario. “Implica poner límites que te permitan incluso cumplir de mejor manera las tareas impuestas”, aclara Vega. Tiffany Dufu en su artículo recomendaba tener un calendario. “Si no tienes ningún bloque abierto para realizar una tarea, la respuesta es clara. Tienes que rechazar esa solicitud o cancelar otra cosa que ya hayas programado. Consultar tu calendario te obligará a ser realista sobre lo que es humanamente posible”, dice.