Cuando las mujeres comenzaron a ingresar a faena en las minas de Codelco, quienes estaban a cargo de Recursos Humanos se encontraron con dificultades tan sencillas como que no contaban con zapatos de seguridad en talla 35 o 36, porque siempre habían considerado tallas más grandes, para los hombres. También notaron que los hombres siempre han usado un buzo, tipo mameluco, pero que para las mujeres resulta incómodo, especialmente para ir al baño. “Todas estas cosas pueden parecer mínimas, pero dan cuenta de que por mucho tiempo en minería hubo una brecha enorme en la inserción de mujeres en el rubro. Hace 10 años, la representación femenina era de menos de dos dígitos, por tanto estamos hablando de una industria que ha sido una de las más masculinizadas en Chile y en el mundo –hay países como Australia y Canadá que tienen mejor ranking, pero aun así no llegan al 20%–, debido a barreras de entrada duras como las legales –hace 25 años era ilegal que las mujeres entraran a minas subterráneas– y barreras culturales; hay ciertos roles que siempre han sido vistos como femeninos y otros masculinos”, explica Carmen Duarte, directora de Diversidad y Género en Codelco.
Pero –agrega– en algún momento se dieron cuenta de que esta brecha les estaba quitando competitividad. “Nos estábamos perdiendo la mitad del talento que estaba disponible. Y también nos encontramos con un dilema ético, ya que no estábamos dando oportunidades de manera igualitaria y por tanto no estábamos avanzando en estas temáticas al mismo nivel que la sociedad”, dice. Por eso es que, en agosto de este año, Codelco se sumó a la iniciativa de paridad de género. El foco 2021 fue la equidad en esta materia, pero además vienen haciendo un proceso de transformación –iniciado en 2019–, en donde el foco de acortar brechas de género es prioritario. Uno de los objetivos es, a través de diversas formas de integración y búsqueda de talentos femeninos, aumentar la tasa de contratación de mujeres llegando a 2024 con un 15% de representación (actualmente están en un 11% y en el año 2000 esa cifra solo alcanzaba un 6%).
Uno de los programas que apuntan a estos objetivos es Inspira; se trata de la creación de redes para aumentar el interés de mujeres que estudian la carrera de ingeniería, por postular a Codelco. Lilian Ávila (26) es una de las trabajadoras que partió así. Estudió Ingeniería Civil Metalúrgica en la Universidad de Concepción y dice que, para ser honesta, nunca pensó en trabajar en la minería. “Mi papá era químico analista y electricista en una empresa y siempre encontré muy genial lo que hacía. Llegaba a la casa y nos contaba de su trabajo, de las calderas, de procesos y todo eso me sonaba alucinante. Y aunque mi referente fue masculino, nunca pensé que por ser mujer iba a tener alguna desventaja si quisiese estudiar ingeniería o lo que fuese. Crecí en un entorno en el que me enseñaron que mi género no era un impedimento. Siempre me cuestioné el por qué algunas mujeres, especialmente de generaciones anteriores a la mía, como mi mamá, por ejemplo, decía ‘es que yo no puedo’”, cuenta.
Pero también sabe que las cosas han cambiado y que la convivencia intergeneracional tiene beneficios y complejidades. “Me ha tocado ver a mujeres operadoras y me parece genial, porque no todo el mundo tiene el sesgo de género que uno cree que tiene toda la minería. Pero también te encuentras con viejitos que llevan 35 años trabajando aquí y que están acostumbrados a trabajar solo con hombres. Es una cultura que se vive como un choque, pero creo que depende de nosotras “pararles el carro”; decirles que somos sus colegas y que estamos ahí por algo. Tal vez hay ocasiones en las que nos afecta la fuerza y ahí les podemos pedir ayuda, así como seguramente hay otras cosas en las que yo podré ayudarles a ellos”, aclara. Y también reconoce que lo que ha visto es que todavía la mujer necesita tener cargos en terreno y que tengan mayor jerarquía, porque esa sería una buena señal. “Faltan mujeres para que sigamos derribando el pensamiento de algunos hombres que llevan muchos años ahí y les cuesta aceptar que nosotras podemos estar acá; debemos enseñares que el genero no debiera importar porque somos igual de capaces”, dice.
Este año se cumplieron los 50 años de la nacionalización del cobre y según Marcelo Álvarez, vicepresidente de Recursos Humanos de Codelco, “como industria tenemos una oportunidad única de hacer la minería más inclusiva, que sea capaz de integrar distintos puntos de vista, aportes y seguir avanzando en pos de una industria moderna, diversa y sustentable. La minería tiene un compromiso importante con el país, y Codelco está ahora desplegando una transformación profunda para seguir siendo un aporte a Chile por los próximos 50 años o más. Y ahí las mujeres tienen un rol fundamental, tanto desde el aporte de su expertise técnico y experiencias, como por las miradas distintas en la resolución de problemas o ejerciendo un liderazgo distintivo en toda la corporación. Hoy estamos llamados a ejercer liderazgos que convoquen, refuercen el sentido de propósito y nos impulsen en situaciones de crisis, y las mujeres que trabajan en Codelco tienen esos atributos de sobra”.
Carmen Duarte agrega que hay dos puntos claves para avanzar: uno es la falta de referentes y lo segundo es que las personas tienen ciertas preconcepciones sobre lo que es trabajar en minería que están en el imaginario, casi como parte de la cultura pop. “Es esa idea del minero con hollín y con una picota, pero en la gran minería del cobre ya no se trabaja así hace décadas. Por eso es importante llegar a generaciones nuevas de mujeres y explicarles cómo es trabajar en minería y cuál es el aporte de la minería al país. Y por supuesto que existan referentes, que hoy no tienen”. Porque como aclara, “tenemos un compromiso ético. La pandemia genero un retroceso en la participación laboral femenina muy duro, por eso poder entregarles herramientas, especialmente a mujeres que están en posiciones más vulnerables, para que tengan empleo de buena calidad en una industria que las necesita, es un valor agregado para la industria y también para la sociedad”.
Es lo que vive Lilian Carioca (45). Lleva 4 años trabajando como mantenedora mecánica de la planta Molibdeno, División Teniente. Es madre de dos hijos de 25 y 7 años y a diferencia de su tocaya y colega Lilian Ávila, veinte años menor, para ella sí el género fue un impedimento en un comienzo. “Como siempre las puertas se me habían cerrado por ser mujer y no tener estudios, no me tuve mucha fe al postular. No creía que iba a quedar. Pero finalmente lo logré porque acá las escalas son más igualitarias”, cuenta. Dice también que para lograr llegar hasta donde está, el apoyo de su pareja ha sido fundamental. “Es mi pilar, va a las reuniones, ve a los niños, me ayudó a seguir estudiando porque acabo de terminar mi Ingeniería en Minas. Y cuando a él le ha tocado concentrase en su crecimiento profesional, hemos invertido los roles. Somos un equipo”, dice.
Por eso cree que es importante que las mujeres cuenten con el apoyo para hacer lo que quieren. “Cuando yo llegué no me querían en el taller. De a poco pude demostrar, con empatía, que venía a ser un aporte. Me costó entran en este rubro, pero en estos cuatro años se notan los cambios; han tratado incluso de evolucionar técnicamente para que nosotras podamos estar. Y los viejitos han cambiado en un ciento por ciento, ya nos respetan”, cuenta. Un cambio que toma con cariño y les trasmite a las nuevas generaciones de mujeres. “Siento que le abrimos camino a otras mujeres y tenemos muchas ganas de que sigan viniendo porque somos realmente un aporte”.
Finalmente –como dice Carmen Duarte– es relevante cómo se va avanzando en realizar un cambio de paradigma que además sea sustentable y con el cambio cultural que se requiere. “Cuando hablas con trabajadores sobre la inclusión de mujeres en el rubro, una de las cosas que reportan es que mejora el clima laboral y también que salen nuevas y mejores ideas, distintos puntos de vista. No podemos desconocer que también hay reticencias culturales y temáticas de acoso y violencia, pero son cuestiones con las que, a pesar de que no tenemos tolerancia, pasan y en eso hay mucho que hacer en educación. Es un trabajo a largo plazo porque muchas de estas ideas preconcebidas o sesgos están profundamente enraizadas en la sociedad, no tienen que ver solo con la industria minera, por eso hay que pensar esto como una maratón, no como una carrera de cien metros; trabajar constantemente, día a día, para que más mujeres ingresen a la minería”, concluye.