A principios de año, la campaña publicitaria de Calvin Klein protagonizada por Jeremy Allen White -uno de los actores más populares en la actualidad a raíz de su interpretación del personaje principal en la serie The Bear- se tomó la conversación en redes sociales. A través de una serie de imágenes capturadas por el fotógrafo Mert Alas en Nueva York, la campaña mostraba a White -ganador reciente de un Globo de Oro- modelando la colección primavera 2024 de la marca. Lo que llamó la atención, sin embargo, no fue la ropa interior que usó en los videos, sino su físico tonificado, resultado de la preparación que realizó para participar en la película de lucha libre, The Iron Claw.
Gracias a su estética elegante y provocativa, esta campaña generó un valor de impacto mediático de 12.7 millones de dólares en las primeras 48 horas de lanzamiento, trascendiendo los límites de la moda y dando pie a la creación de parodias que rápidamente se volvieron virales. Una de ellas fue la realizada por BRLO, una marca de cerveza artesanal alemana, que decidió hacer una recreación del vídeo para promocionar su bebida sin alcohol.
Sin embargo, esta campaña también ha sido analizada desde una perspectiva más crítica, especialmente por cómo posiciona un ideal deseable de cuerpo masculino, instaurando -quizás, de manera inconsciente- un modelo y un canon difícil de alcanzar para la mayor parte de la población. Así lo explica en un artículo la revista británica de moda, arte y cultura juvenil, Dazed: “Si bien Calvin Klein siempre ha utilizado modelos bastante musculosos, parece que los físicos como el de White, que alguna vez estuvieron reservados para culturistas profesionales y superhéroes ficticios, se están convirtiendo cada vez más en la nueva normalidad. Para muchos jóvenes, cuanto más grandes, mejor”.
Para Juan Lagos, psicólogo especialista en temas de género y masculinidades, este tipo de campañas responden a una lógica de violencia estética al posicionar a determinados tipos de cuerpos como válidos y deseados. “Se da a entender que, en la medida que tenemos ese físico nos volvemos sujetos importantes y exitosos. Una de las complejidades que tiene esto es que el deseo no solo viene desde lo atractivo y/o sexual, sino en términos de lo que creemos que es saludable. Se construyen discursos desde la medicina, nutrición y el deporte que nos dirigen hacia una forma corporal específica a la cual se supone que debemos aspirar. Sin embargo, sabemos que hay una diversidad de cuerpos que no necesariamente se ven de esa forma y siguen estando en la línea de lo sano”, analiza.
Aunque el mensaje visual que se puede leer a través de esta campaña no se trata de algo nuevo, sí es relevante recordar, dice Hernan Silva (@hernan_silva_cepeda), trabajador social y especialista en temas de género y masculinidades, que la percepción del cuerpo musculoso en hombres se asocia al poder y la virilidad en ciertos contextos. Y que eso puede generar relaciones asimétricas entre individuos. “Por ejemplo, el varón que es bueno para jugar fútbol va a tener una posición de poder dentro de la relación entre pares y, por ende, puede llegar a ser una persona que abuse de ello o que tenga ciertas equivocaciones que se pasen por alto solo por sus habilidades dentro de la cancha. En este aspecto, el físico se transforma en una medalla que otorga virilidad”, afirma y agrega: “Quienes no cumplen con esas expectativas, corren el riesgo de ser señalados mediante la burla, exclusión o rechazo, o prácticas más violentas, como lo que ocurre con el acoso escolar”.
“Estas imágenes pueden generar marginación al no dar cuenta de la diversidad. De esa manera, se construye una idea de que este es el cuerpo sano y el que deberíamos tener, y en la medida que lo alcanzamos, nos va mejor”, puntualiza Juan Lagos.
Transmitir este tipo de mensajes, entonces, no es ingenuo. Los especialistas sostienen que tienen efectos en la manera que los hombres se relacionan y en las acciones personales que se toman para alcanzar estos estándares. “Lo más perjudicial para los varones jóvenes tiene que ver con la pérdida de los cuidados de la salud para cumplir estos prototipos”, dice Silva.
De acuerdo información de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en los últimos años se ha visto un aumento en la incidencia de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en hombres; una tendencia que va en línea con la aparición temprana de este tipo de problemáticas, especialmente en adolescentes, quienes han elevado las consultas en un 30% tras la pandemia.
A eso se suman otras estadísticas preocupantes, como aquella relacionada a la insatisfacción corporal masculina, la cual ha incrementado de un 15% a un 43% en las últimas tres décadas. “1 de cada 10 hombres con Trastorno de la Conducta Alimentaria incurre en vómitos auto-inducidos. Del mismo modo, ellos tienden a abusar de laxantes, diuréticos, píldoras para perder peso y otras sustancias, con más frecuencia que las mujeres”, se expone en el proyecto de Ley TCA, ingresado a la Cámara de Diputados en 2022.
Sin embargo, Silva señala que los hombres todavía tienen la posibilidad de no seguir esas normas dominantes, si se compara, por ejemplo, a lo que ocurre en el caso de las mujeres y los estándares de belleza impuestos socialmente. Así -y para no caer en esas mismas presiones- el especialista dice que es clave incentivar un pensamiento crítico que permita identificar y comprender los discursos que influyen en la construcción de la masculinidad. “No se trata de pegarnos latigazos en la espalda, sino de revisar qué es lo que pensamos que es biológico versus qué es lo construido socialmente. Eso va a dar espacio a la diversidad. Se tiene que poner a dialogar la masculinidad, no buscando construir otra hegemonía, sino explorando espacios donde puedan habitar todas ellas”.
Finalmente, Juan Lagos indica que, para promover la diversidad, no solamente es clave que los medios y la publicidad muestren ese tipo de corporalidades, sino que también es necesario que se incentiven conversaciones body positive en espacios educativos y en la vida personal. “Si bien creo que hay un trabajo en términos discursivos desde los medios y la cultura, es en lo íntimo donde muchas veces este tipo de cosas se siguen reproduciendo, es decir, en las relaciones de amistad, familiares, de pareja e incluso con uno mismo. En la medida en que sigamos reproduciendo esa violencia estética, vamos a continuar creyendo que solo hay una forma de ser feliz, de desarrollarnos y de tener éxito en la vida; dejando muchas veces a personas en una constante situación de marginación y exclusión, de la cual difícilmente pueden salir”.