Se suele decir que nada se compara con el amor de una madre y que, probablemente, no existe un vínculo más fuerte que el que se forma entre una mamá y su hijo o hija. Incluso antes de nacer. Sin embargo, más allá de la conexión biológica que existe entre los niños, niñas y sus progenitoras, un factor que es más determinante cuando hablamos de bienestar en la infancia, tiene que ver con las formas de crianza.
Tal como dice la expresión popular, “nadie nos enseña a ser mamás”, por lo tanto es común que las experiencias propias de una madre durante su infancia determinen lo que éstas le transmiten, a su vez, a sus hijos e hijas. Pero criar como nos criaron no necesariamente es el camino correcto, sobre todo cuando madres, padres o cuidadores sienten que su crianza les dejó marcas en lo emocional y psicológico que no quieren heredar a sus hijos e hijas.
De acuerdo con un estudio dirigido por especialistas del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Columbia en Nueva York, los hijos de padres con problemas de salud mental también experimentan en su propia vida los efectos de este tipo de enfermedades. Durante 20 años los investigadores hicieron un seguimiento a más de 150 niños con padres que sufrían de depresión en distintos grados. Y los resultados fueron concluyentes: “Los riesgos de padecer trastornos ansiosos, depresión mayor y problemas de abuso de sustancias, es aproximadamente tres veces mayor en los hijos de padres depresivos”, explica el documento. El estudio agrega que estos niños se encuentran además dentro de un grupo de alto riesgo de desarrollo de trastornos psiquiátricos y problemas médicos que pueden comenzar durante la infancia y continuar incluso en la adultez.
La responsabilidad no es sólo materna
Emilia Aguilera es psicóloga clínica especializada en crianza y también la creadora de la cuenta de Instagram @criarsinmorirenelintento, en la que comparte información, datos y guías para los casi 200 mil usuarios que la siguen y que buscan mejorar las dinámicas de crianza con sus hijos. Emilia explica que, cuando se trata de salud mental infantil, es importante aclarar que la influencia no es únicamente materna y que la responsabilidad recae también en los padres u otros cuidadores primarios. “La influencia del ambiente con el que interaccionamos cobra especial importancia en el desarrollo de un niño o niña, especialmente durante sus primeros años de vida.
Aquí toman protagonismo las figuras de cuidado principales, cuya influencia se organizará jerárquicamente. Esto quiere decir que las figuras principales de apego tendrán más impacto en el desarrollo que las secundarias”, explica la especialista.
La salud mental de la que goza una madre, padre o cuidador, es uno de los factores que determinarán la manera en la que dicha persona se relacione con su entorno. “Es posible que una mamá que sufre de depresión pos parto tenga mayores dificultades para leer las señales de su bebé lo que se traduce en una menor cantidad de respuestas contingentes, o incluso en que evada vincularse con su hijo porque le resulta afectivamente difícil de sostener”, comenta Emilia. En esta misma línea, la psicóloga perinatal e infanto parental Bárbara Riveros @crianzacompartida explica que la salud mental de la madre está directamente relacionada con la sensibilidad de la respuesta materna ante las demandas de su hijo o hija. “En este sentido una salud mental más deteriorada impacta en los cuidados y en el vínculo con los hijos. En simple, una mamá más tranquila, más en calma, está más conectada con su hijo, lo que se traduce en que lee mejor las señales de su hijo y las atiende más oportunamente”.
Ambas especialistas coinciden en que nociones como el que son las madres las que traspasan “trancas” o sus propios conflictos internos no resueltos a los hijos son más bien un mito y un estrés más para las madres. La influencia está dada por el grado de cercanía y tampoco existe evidencia que compruebe que las hijas son más influenciadas por las madres, los hijos por sus padres o viceversa. “Una etapa especialmente sensible en el desarrollo infantil es durante la primera infancia hasta los 5 años aproximadamente, pues es un período en que las necesidades de los hijos son principalmente gratificadas por los cuidadores principales, que, en general, son los padres”, aclara Bárbara.
No necesitamos cuidadores perfectos, sí amorosos
Sin embargo, el que una madre o cuidador primario se enfrente a sus propios desafíos en materia de salud mental no implica una condena para los hijos. Tal como explica el estudio de los especialistas de la Universidad de Columbia, se trata de una mayor probabilidad pero no de una certeza. “Ese niño o niña no está ‘condenado’ a un mal desarrollo, porque será determinante la forma en la que sus otras figuras de cuidado logren compensar las dificultades que una mamá podría estar teniendo”, aclara Emilia Aguilera. “Para un desarrollo potencialmente saludable, no necesitamos cuidadores perfectos: necesitamos cuidadores lo suficientemente amorosos y competentes en entornos protectores de los derechos de niños, niñas y adolescentes”.
Pero de la misma forma en la que cada vez más padres y madres llegan a consultar con especialistas por temas de salud mental propios que pudiesen afectar a sus hijos —tanto Bárbara como Emilia concuerdan en que es un tema cada vez más prevalente en las consultas— estar conscientes del problema no es suficiente. “Una cosa es estar consciente y otra es trabajar los problemas”, explica Emilia Aguilera. “El estar consciente de las trancas es un primer e importante paso, pero no describe todo el proceso necesario”. La psicóloga Bárbara Rivera agrega que estar conscientes de las “trancas ayuda a entender mejor los propios procesos”. Y esa comprensión favorece la intención de hacer las cosas diferentes para los hijos, lo que resulta en que la probabilidad de que los hijos tengan las mismas dificultades emocionales y psicológicas disminuya considerablemente. “Si esta conciencia está puesta en un proceso de cambio, más que traspasar trancas, los padres son modelos de relación con el mundo, por lo tanto, se comparten los mundos de significado respecto del entorno, las personas y uno mismo”, comenta la especialista.
En una sociedad en la que, según datos entregados por la Organización Mundial de la Salud a través del Reporte Global sobre Enfermedades No Transmisibles, una de cada cuatro personas vive con algún problema de salud mental, decidir enfrentar este tipo de dificultades es sin duda parte de una crianza responsable. La propia OMS enfatiza que, desarrollar un trastorno de salud mental es determinante para el bienestar de cualquier niña, niño o adulto ya que son precisamente este tipo de enfermedades las que constituyen la primera causa de discapacidad a nivel mundial.