¿Necesitan las mujeres más horas de sueño que los hombres? Esta pregunta —bastante común— es la que intentaron responder en la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos, una organización que investiga el sueño de las personas bajo la premisa de que es un pilar de la salud y que la información sobre su calidad promueve el bienestar general. Y aunque los resultados del estudio no fueron tan concluyentes, sí se pudieron establecer ciertos patrones, además de revelar un problema histórico de la ciencia moderna.
Lo primero que es necesario aclarar, dice la médico cirujano, especialista en medicina del sueño y en hipnosis clínica, Carmen Chacón, es que la necesidad de sueño es altamente individual y puede variar ampliamente incluso dentro de un mismo género. Y aunque está de acuerdo en que hay una tendencia evidente en las mujeres de una mayor necesidad de descanso, la profesional afirma que las horas requeridas dependen de cada persona y su estilo de vida. “Las recomendaciones generales para adultos sugieren entre 7 y 9 horas de sueño por noche, pero es crucial escuchar a tu cuerpo y ajustar según sea necesario, para sentirte descansado y funcionar de manera óptima durante el día”, agrega la especialista.
Ahora, si nos enfocamos en las diferencias de género, usualmente las mujeres duermen unos 11 minutos más que los hombres y suelen quedarse dormidas más rápido, evidenciando una mayor necesidad de sueño. De hecho, el estudio de la Fundación del Sueño reconoció que diferencias fisiológicas como la producción de hormonas y otras relacionadas al rol histórico de cuidadoras, influyen en la mayor necesidad de descanso de las mujeres.
“Las hormonas femeninas pueden afectar el sueño desde la menarquia hasta la menopausia y para qué decir durante el embarazo, donde las alteraciones del sueño se hacen más evidentes con el aumento de la progesterona en el primer trimestre y con los cambios físicos hacia el último trimestre”, explica Patricia Masalán, enfermera matrona, terapeuta del sueño y académica de la Escuela de Enfermería de la Universidad Católica.
Asimismo, Masalán recalca que el hecho de que las mujeres tengan que estar constantemente atentas a las necesidades de otros, dado su rol de cuidadoras, afecta gravemente la calidad del sueño de ellas y puede tener consecuencias graves. “Las labores diarias que tenemos las mujeres hacen que, además de trabajar, tener preocupaciones y deberes de casa, tengamos que cuidar a hijos u otras personas dependientes. Nos acostamos más tarde, nos despertamos a mitad de la noche y muchas veces somos las primeras en levantarnos. Todo ello modifica el patrón de sueño normal, creando un déficit muy difícil de recuperar y trayendo consecuencias para la salud física y mental”, agrega la profesional.
Se trata, entonces, de un problema no sólo fisiológico, sino que social y cultural. Según otro estudio realizado por la misma organización, el escenario empeora cuando se habla de mujeres con hijos. Un 55% del público femenino de entre 25 y 44 años con al menos un hijo, duerme menos de 7 horas, es decir, menos de las necesarias para que un adulto funcione sin problema alguno. En el caso de los hombres, sólo un 38% sufre de ello. De hecho, los hombres de este grupo suelen dormir a lo menos 30 minutos más que sus contrapartes femeninas.
Y un último dato: el 12% de las mujeres estadounidenses se despierta en medio de la noche para cuidar de otros, doblando las cifras del público masculino.
¿Discriminación de género?
Según las expertas, diagnósticos como la ansiedad y la depresión, se posicionan como las mayores preocupaciones que impiden el sueño de las mujeres. Y aunque las cifras no son tan dispares con las de los hombres (un 51% femenino y 43% masculino), la prevalencia de estas patologías preocupa ya que la medicina, al igual que muchos otros aspectos de la sociedad, tiende a tener un enfoque masculino en sus estudios.
Ya es conocida la versión de Aristóteles quien describió el cuerpo femenino como el inverso al cuerpo del hombre, con los genitales “hacia adentro”; o la de Hipócrates, el fundador de la medicina moderna, quien creía que las mujeres eran controladas por su útero y que cualquier actitud distinta a la normal clasificaba como histeria.
Históricamente, la medicina ha visto al cuerpo masculino como el estándar y al femenino como una desviación de él, aplicando los mismos tratamientos sin tomar en cuenta las diferencias fisiológicas. El punto es que el escenario no ha cambiado lo suficiente. Tan sólo hace 13 años, una mujer estadounidense murió de múltiples embolias pulmonares por culpa de su anillo anticonceptivo y aunque no sean fatales en todos los casos, la discriminación y perpetuación de estereotipos de género puede afectar profundamente la salud de las mujeres, llevándolas incluso a renunciar a tratamientos.
Por ello es preocupante que aunque desórdenes hormonales como el síndrome premenstrual, la perimenopausia y menopausia afecten el sueño de casi la mitad de las mujeres, no hayan muchos avances en la ginecología, mucho menos en el estudio del sueño de mujeres transgénero, quienes suelen verse aisladas en estas áreas.
Así, la investigación de la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos es pionera, no sólo por abordar la necesidad del sueño, un campo poco estudiado, sino que también por tomar elementos sociales en cuenta, cosa que no suele hacer la medicina. Es importante reconocer el estado de la salud y promover un enfoque especializado en mujeres para que así se dejen de perpetuar estereotipos tan dañinos que podrían llegar a causar la muerte.
“Hay que reconocer los logros obtenidos en la mejora de la salud de las mujeres, pero también es necesario mantener el impulso y continuar abogando por una medicina que reconozca y responda adecuadamente a las diferencias de género en la salud. La educación continúa y la investigación y las políticas públicas, juegan roles fundamentales en este proceso, asegurando que el progreso en la salud de las mujeres no solo se mantenga sino que se acelere”, concluye Chacón.