En 2015 a Wilma Fillafaña (15) la invitaron a participar de Pac Gol, una organización social comunitaria de Pedro Aguirre Cerda, que utiliza el fútbol callejero y el arte urbano como herramientas educativas y de transformación social. En ese entonces era una niña de 10 años y aunque no entendía mucho del proyecto, le llamó la atención que en la cancha jugaban niños y niñas, pero sobre todo que participaban tres chicas que para ella eran un referente dentro de su barrio. Así que se inscribió. Al poco tiempo, llegó incluso a jugar en la liga que se realiza los días sábado y donde hasta ese momento, participaban mayoritariamente hombres. Pero así como entró Wilma, otras chicas comenzaron a sumarse compartiendo las mismas condiciones con los demás niños.
Y es que justamente esa es la idea de este proyecto, hacer a las niñas y niños actores de un cambio social, enseñándoles a dialogar respetuosamente, llegar a acuerdos y cumplirlos. Por eso en la cancha los equipos son mixtos y se utiliza la metodología de los tres tiempos, donde los menores crean y acuerdan sus propias reglas, y no gana el que más goles hace, sino que el equipo que más las respeta. Jordi Crespo (20) es uno de los monitores y cuenta que se trata de una instancia en que niñas y niños son protagonistas y es eso lo que lo motivó a seguir y también enseñar a las generaciones más pequeñas. “Creo que es un gran aporte, sobre todo para las niñas, ya que hay una inclusión en la que ellas sí son protagonistas del juego, dentro de la cancha no se ve un fútbol machista y eso es lo que tratamos de mantener. Buscamos traspasarle a los niños la idea de que es importante y fundamental la igualdad”, dice.
Algo no menor si consideramos que las actividades mixtas en nuestra cultura son recientes. Es cosa de pensar en la educación chilena donde aun, en el 2020, siguen existiendo los colegios para hombres y mujeres por separado. Sonia Romero, doctora, trabajadora social y académica de la UTEM, explica que en este contexto, actividades como éstas son relevantes, ya que desde pequeños se les enseña a niñas y niños que estamos en igualdad de condiciones. “La mayoría lo dice, lo verbaliza discursivamente, pero son muy pocas las iniciativas concretas que lo materializan. Y en este caso, además de la posibilidad de que mujeres y hombres puedan relacionarse, jugar y aprender, se suma la construcción colaborativa al crear ellas y ellos sus propias reglas lo que fomenta la participación, les ayuda en la resolución de conflictos y por supuesto pone a las niñas y niños en la misma posición”, dice.
Sonia agrega que esto es relevante porque va sentando las bases hacia dónde debe ir la transformación en lo social. “La construcción de una sociedad va ligada al desarrollo de las personas que son parte de esa sociedad y en ese sentido, la oportunidad de participar desde pequeñas y pequeños en instancias de este orden, va construyendo, particularmente en las niñas, una suerte de empoderamiento. Hay un repertorio que se va estableciendo en ellas a través del cual se les refuerza la idea de que pueden y deben participar; que su voz es escuchada y que son respetadas. Esos elementos a lo largo de la vida van engendrando a mujeres más seguras”, complementa Sonia.
Y es justamente el desarrollo que ha tenido Wilma. Actualmente, es miembra activa de los entrenamientos, ayuda a los monitores y ha crecido rápidamente. Así lo cuenta Jordi: “Estoy seguro de que Wilma será una gran monitora, porque siempre ha tenido una participación constante, solidaria y empática con los demás. Le gusta ayudar a las niñas y niños más pequeños para que vayan a jugar y por, sobre todo, trata de que sean niñas las que lleguen a la cancha, como lo hizo ella desde pequeña. Tiene el sueño de que cada vez sean más las mujeres que se sumen a este tipo de iniciativas, que llegue un día en que no solo la cancha, sino que la sociedad sea ciento por ciento mixta. Que mujeres y hombres puedan compartir diálogos, crecer juntos en igualdad de condiciones siempre, como lo intentó ella desde pequeña”.