El día jueves 24 de febrero pasará a los libros de historia. Será recordado como la fecha en que Rusia invadió a Ucrania con un agresivo ataque por tierra, mar y cielo. Un escenario que era temido hace semanas y que se concretó encendiendo alarmas en todo el mundo.
Mientras los líderes internacionales reaccionan frente a un conflicto bélico que podría desatar graves consecuencias geopolíticas, algunas organizaciones han advertido sobre las consecuencias para un sector muchas veces olvidado: y es que una de las grandes víctimas inmediatas de la guerra son los niños y niñas.
Según la organización Save the Children, son al menos 7,5 millones de menores de 18 años los que están en grave peligro de sufrir daños físicos, trastornos emocionales y desplazamientos. En el este de Ucrania, principal foco del conflicto, más de 400.000 niños viven en zonas de riesgo. Asentados en la primera línea, son los más vulnerables a sufrir los efectos directos de los enfrentamientos.
Temiendo lo peor, los desplazamientos en esta zona comenzaron el lunes. Al menos 100.000 de estos niños y sus familias dejaron sus casas y se refugian con amigos, familiares y hasta desconocidos. En la capital –Kiev–, las familias ya colapsan los refugios antibombas en momentos en que las temperaturas caen por debajo de los 0 grados y el ruido de las explosiones se escucha desde distintas partes de la ciudad.
“Los niños y niñas de Ucrania están atrapados en el fuego cruzado de esta guerra de adultos. Nunca se debería haber llegado a esto. Nuestra preocupación inmediata es su salud y bienestar”, aseguró en un comunicado la directora de Save the Children para Europa del Este, Irina Saghoyan.
Muchos son los riesgos a los que los niños se exponen durante un conflicto de esta magnitud, explica la organización. Porque al peligro de muerte se le suma la violencia sexual y las profundas huellas psicológicas. “Oyen explosiones, se les pide que huyan solo con la ropa que llevan puesta. No se puede subestimar el impacto que tiene en su salud mental y el potencial trauma a largo plazo”, dice Saghoyan.
La organización vigila de cerca los desplazamientos internos que se están produciendo a medida que escala el conflicto. Muchos de los niños y niñas tendrán falta de acceso a comida y refugio. Se exponen, además, a un clima gélido de lluvia, viento y nieve.
En los últimos días se dañaron instalaciones educativas e infraestructura clave de aprovisionamiento de agua a consecuencia del fuego de armas entre ambos bandos, según informó UNICEF que denuncia que el conflicto, que se inició en 2014, ha causado daños profundos y duraderos en los menores.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, también ha alzado la voz sobre este tema. Asegura que tras ocho años de conflicto latente, los niños siguen estando entre los grupos más vulnerables. Al verse atrapados en esta zona de guerra sufren bombardeos intermitentes, mutilaciones y heridas mortales por artefactos explosivos sin detonar.
La guerra también desestabiliza rutinas y debilita la escolaridad. Los últimos incidentes han obligado a los profesores a adecuar sus clases para proteger a los alumnos. Según relata Foreign Policy, en Novomykhailivka, aldea en la primera línea, se les ha estado enseñando a los niños a través de dibujos a cómo evitar las minas mientras juegan al aire libre. En otro colegio, en Krasnohorivka, los terapeutas enseñan a los niños ejercicios básicos de respiración para protegerlos de los ataques de pánico.