Si bien hace años la editora de Vogue tuvo el acierto de fotografiar celebridades en las portadas de su revista, actualmente tiene una visión crítica sobre la fama. “Ser famosa no es novedoso ni sustancioso. Y tampoco es muy difícil lograrlo”, ha dicho. “Mi llamado es a que seamos relevantes, ágiles y educadas”. Pero lo cierto es que ella misma se ha convertido en un ícono de la industria y la cultura popular, no solo por su forma de vestir (tiene el mismo corte de pelo desde los 14 años), sino por su forma de ser.
Ambiciosa, directa y segura de sí misma, además de ser editora de Vogue, hoy es editora creativa de todas las publicaciones de Condé Nast y su nombre es sinónimo de disciplina, exigencia y vanguardia. Esto, más allá del mercado editorial: lo que se reconoce es su trabajo. Y uno bien hecho. Sus biógrafos dicen que esta “reina de hielo” dejaría todo de lado por sus hijos y por conservar el estilo de vida íntimo y familiar que ha construido. Es que, además de sus logros profesionales, lo interesante es cuando Anna muestra su lado humano.
No suele equivocarse, pero si lo hace, sabe pedir perdón. A propósito de la baja presencia de mujeres y hombres negros en cargos de poder en su revista, el mes pasado dijo: “Sé que Vogue no ha encontrado suficientes formas de dar espacio a editores, escritores, fotógrafos y diseñadores negros. También sé que hemos cometido errores al publicar imágenes o historias que han sido hirientes o intolerantes. Y quiero asumir toda la responsabilidad por esos errores”, explicó en una carta de disculpas públicas.
- 70 años tiene esta periodista británica, quien a los 16 dejó de ir al colegio y empezó una carrera en el mundo de la moda.
- Desde 1988 es editora jefa de la revista Vogue.
- Nuevos talentos: la editora es conocida por tener sus diseñadores consagrados favoritos, pero también por abrirle espacio a nuevos creadores.
- Desconectada: se sabe que durante los almuerzos apaga su teléfono y no lo vuelve a prender hasta que se para de la mesa.