Cuando queremos cuidar nuestra salud, por lo general lo primero que hacemos es tratar de dejar el cigarro. Según cifras de 2017, un 33,3% de los chilenos y chilenas fuma y de ese porcentaje, más de un 77% quisiera dejar el hábito. Porque hasta el más adicto sabe que hace mal y que probablemente viviría mejor si lo abandonara. Pero pareciera que dejar de fumar se ha convertido en un “desde”, y los parámetros de una vida saludable se han vuelto cada vez más difíciles de alcanzar.
En su libro Get up! (2014), el endocrinólogo e investigador en obesidad de Clínica Mayo, James Levine, comparó estar sentados con fumar cigarrillos. Según sus propias palabras, perdemos dos horas de vida por cada hora que pasamos sin levantarnos de una silla. Punto aparte es la actividad física recomendada. La mayoría de los expertos planea que los adultos debiéramos pasar al menos 90 minutos de la semana haciendo algún tipo de ejercicio de intensidad media a alta y aunque para algunos puede sonar a poco, para otros es un verdadero desafío que va más allá del querer es poder.
Y es que ¿cuántos no quisieran estar menos tiempo sentados frente a una computadora o poder salir a andar en bicicleta día por medio, pero realmente no pueden por tiempo, por responsabilidades o por estilo de vida? El paleoantropólogo de Harvard, Dan Lieberman, sostiene que muchas veces la presión por cambiar ciertos hábitos le hace casi tan mal a las personas como los hábitos mismos. “Hacemos que se sientan ansiosos, nerviosos, preocupados y confundidos, porque les damos toda esta información negativa dentro de la cual hay mucha valoración y juicio añadidos”.
En 2015, el sondeo IPSUSS sobre el sedentarismo arrojó que el 68% de los encuestados pasa más de ocho horas diarias sentado frente al computador. Y esto pre pandemia y pre teletrabajo, donde los horarios terminaron siendo trastocados y la casa se convirtió en oficina. Esto da pie para un aumento en el sedentarismo, y de paso la obesidad.
Pero ¿y si simplemente no se puede trabajar menos tiempo en el computador? ¿Y si no podemos dedicarle media hora diaria al ejercicio? ¿Somos un caso perdido? ¿Deberíamos hacer el sacrificio de cambiar radicalmente nuestras vidas? Afortunadamente, no. Y tampoco es necesario invertir en un escritorio con altura para poder instalar abajo una trotadora.
Si el trabajo nos fuerza a pasar varias horas sentados en un escritorio –o mesa de comedor, en este contexto-, podemos aprovechar los pequeños momentos de descanso que entrega el día para movernos un poco más. Por ejemplo, cuando vamos al baño. En ese trayecto -que debería ser cada vez que tenemos ganas porque aguantarlo nunca es bueno- podemos aprovechar de estirar las extremidades o hacer ejercicios básicos de movilidad, como “aletear” de arriba hacia abajo o simplemente mover todo el cuerpo para soltar la tensión acumulada por la mala postura.
Además, debiéramos aprovechar ese momento para ir a rellenar la botella o vaso de agua, para así asegurarnos hidratación y la posibilidad de caminar hacia al baño más seguido.
Claro que si apenas tienes tiempo para hacer tus necesidades, difícilmente podrás meter media hora de actividad física a tu rutina. Pero hay cambios chicos que se pueden hacer para luchar contra el sedentarismo sin necesariamente suscribirse a un plan deportivo o a un equipo de runners. Se puede, por ejemplo, decir adiós al ascensor del edificio y optar siempre por las escaleras, así como aprovechar las salidas a comprar o a hacer trámites, caminando tanto como podamos en vez de usar locomoción colectiva o un auto. También podemos ir en bicicleta.
Otra crítica que se suele hacer es a la alimentación. Que no consumimos tantas frutas y verduras como debiéramos. Y es que comer una manzana puede parecer aburrido y preparar un tutti frutti, laborioso, pero hay otras formas de incluiros en el día a día. Por ejemplo, con jugos o batidos de fruta, que incluso puede ser congelada. A ellos se les pueden sumar verduras como el apio o espinaca, que quedan muy bien con plátano y manzana, por ejemplo. Y se pueden hacer helados de fruta, como esta receta publicada en Paula Cocina.
La clave está en no frustrarse cuando nos damos cuenta de que simplemente no calzamos con el “deber ser” saludable, porque muchas veces se nos hace demasiado difícil. Con pequeños cambios y pasos diarios hacia un estilo de vida un poco más activo, se pueden lograr diferencias.