Paula.cl
Ha muerto Nicanor Parra. Ciento tres años de vida. Cerros de poesía. Su partida es una oportunidad para que su obra deje de ser leída en clave graciosa, de chiste, porque no lo es. Cuesta leerlo a Parra, a ratos incluso hiere, porque sus poemas son los más feroz que se ha escrito sobre nosotros mismos, sobre lo que no queremos saber ni mostrar, un golpe certero y mortal a la hipocresía que nos recubre a los chilenos. Y sobre él mismo y sus trizaduras. No, no es chiste Nicanor Parra.
Trabajaba en la revista Sábado de El Mercurio cuando me pidieron hacer un artículo sobre Parra, entrevista incluida. Fue en 2011, una semana antes que ganara el premio Cervantes. Buceando en las bibliotecas me di cuenta de que salvo "Conversaciones con Nicanor Parra" de Leonidas Morales que lo entrevistó en los años setenta, no había libros que hablaran de la vida de él, hasta hoy en la mañana, poeta vivo más importante de la lengua hispana. Me pareció raro que no existiera una biografía de un artista de tal envergadura. Sentí curiosidad. Nicanor Parra era un personaje mítico, un rockstar de la poesía con un férreo círculo de escritores, periodistas y algunos fans que tenían acceso privilegiado a él en su casa de Las Cruces, pero que no escribían sobre él. Nadie quería importunarlo, supongo, o asumir el riesgo de que no le gustara el resultado y perder su amistad. Yo no tenía nada que perder. Sin previo aviso, fui una mañana a tocarle la puerta de su casa en Las Cruces y me abrió. Y me dio una clase; me enseñó a entrevistar sin hacer preguntas. Nicanor no respondía preguntas. Las encontraba un ejercicio impertinente. Mi curiosidad solo aumentó y junto a la periodista Marcela Escobar, con quien había trabajado en "Sábado" –y otra apasionada sobre la familia Parra–, quisimos llenar el vacío biográfico y publicamos en 2014, el año del centenario de Parra, el libro de crónicas biográficas Nicanor Parra. La vida de un poeta (Ediciones B).
Partimos por mandarle una carta para advertirle de nuestro proyecto. No recibimos respuesta por escrito, pero sí nos abrió la puerta de su casa dos veces. Ahí sostuvimos conversaciones inesperadas con la vista a la playa de Las Cruces. Nos habló en castellano, en inglés, en sueco, en lunfardo isabelino. Bailamos cuecas bravas, cantamosIt's a Long Way to Tipperary, nos presentó a Macedonio Fernández, tomamos té; no, nunca tomó té con Pat Nixon, la mujer del presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca en plena guerra de Vietnam, aclaró por primera vez sobre aquella calumnia difundida hasta el hartazgo y que le costó convertirse en un paria para la izquierda internacional y también ser expulsado como jurado en el premio literario Casa de las Américas en La Habana.
El reporteo, que hicimos en forma independiente, bajo la edición del escritor Patricio Jara, nos llevó a entrevistar a los dos hermanos que aún estaban vivos entonces, Lautaro y Óscar (Marcela había entrevistado unos años antes a Roberto y Eduardo) y hacer un retrato del Nicanor hijo y hermano, que reveló a un hombre que hizo lo imposible para que sus hermanos salieran de la pobreza y se educaran, que terminaran al menos el colegio (él sería el único que lo lograría y que además estudiaría en la Universidad de Chile y luego en Oxford, en Inglaterra). Pero también uno más escéptico que pregonaba que cada uno debía "rascarse con sus propias uñas" cuando necesitaban su ayuda económica. Conocimos al Parra amante apasionado y también violento, en las cartas de una de las mujeres a las que más hizo sufrir, la sueca Sun Axelsson, quien fue su amante mientras estuvo casado con Inga Palmen y que escribió una novela autobiográfica con su triste y destructiva historia de amor con Nicanor. Pudimos ver al hombre centenario emocionarse al recordar a Ana María Molinare, la mujer imaginaria, su gran amor a la quien le propuso matrimonio y recibió un rotundo no: por viejo y por roto. "Dio media vuelta y se fue. Portazo. Yo me quedé llorando", nos dijo. Conocimos al Nicanor Parra negociante, al hombre práctico que no trabaja gratis (sino que hace que los demás trabajen para él) interesadísimo en el dinero que careció de joven, y de los bienes raíces. A un rey del marketing propio.
Ya nos habíamos ido con Marcela de la última entrevista, estábamos subiéndonos al auto para partir de regreso a Santiago cuando oímos los gritos de Rosita, su empleada, que nos llamaba a volver. Nicanor nos invitó a pasar a "la pastelería", como llamaba a su biblioteca. Me pasó un cuaderno azul para que leyera un texto en voz alta. Era la carta de suicidio que le dejó su adorada hermana Violeta, su álter ego, su versión femenina, la mujer que marcó su existencia. ¿Por qué reveló este íntimo, feroz e inédito texto a dos periodistas desconocidas?, nunca terminaré de preguntármelo.
En esa reunión le mostramos el boceto de la portada del libro, una magnífica ilustración de su rostro, de Francisco Javier Olea, que le gustó. Claro que puso su dedo tapando la "v": La "ida" del poeta se leyó tras su intervención.
Se ha ido Nicanor Parra.
No, eso no es cierto.
Y tampoco un chiste.