No poder nombrar mi relación me estaba volviendo insegura
Desde enero de 2022 hasta noviembre de 2024, estuve con un tipo que me celaba, hablaba de exclusividad, fidelidad y respeto. Nos confesamos amor, pero cada vez que yo le preguntaba “¿Qué somos?”, surgía una pelea, porque él siempre decía que tenía miedo de estar en una relación.
Comenzamos con una dinámica de amigos con derechos y acordamos que, si alguno empezaba a sentir algo más, deberíamos terminar. El problema es que ambos comenzamos a sentir, aunque yo fui la primera en confesarlo. Al principio, no me importaba que no estuviera claro si éramos pareja, porque nos decíamos que la exclusividad y el sentimiento eran mutuos. Además, cada vez que le preguntaba, él repetía su miedo a las relaciones y eso siempre terminaba en pelea, así que me aburrí. Como me ofrecía todo lo que podría esperar en una relación, terminé convencida de que él tenía razón cuando decía que el nombre no importaba.
Con el tiempo, esa falta de claridad empezó a generar inseguridad en mí. Al no saber si realmente teníamos una relación, me costaba tomar decisiones o hacer planes juntos. Por ejemplo, me daba miedo proponer actividades de pareja, porque, al final, él no era mi pareja oficialmente. No me sentía con la confianza de invitarlo a mi casa o decirle que quería salir con él. A pesar de que hablábamos de vivir juntos o proyectarnos a futuro, siempre había algo que me frenaba. ¿Cómo iba a vivir con alguien que no era oficialmente mi pareja? Esa duda siempre rondaba mi cabeza, y temía que un día simplemente se fuera, porque no había un compromiso claro que lo mantuviera a mi lado.
Todo esto se volvió muy triste para mí, porque me di cuenta de que siempre era yo quien mostraba el interés. Así que decidí ser más distante y menos atenta, ya que ese era el trato que recibía de su parte. Esto lo molestó y me lo dijo, así que traté de explicarle que estaba respondiendo de la misma manera en que me trataba, pero él se defendió diciendo que yo ya sabía que no podía darme más. En ese momento, entendí que no iba a cambiar ni adaptarse a lo que yo necesitaba. Sin embargo, lo volví a buscar.
Cuando volví a hablar con él, ya estaba segura de que quería formalizar lo que estábamos viviendo, pero él seguía con el mismo discurso, lo que nos llevó a discutir y a tomar la decisión de cortar lazos definitivamente. No estaba dispuesta a seguir aguantando una dinámica en la que yo daba todo y no recibía ni un poco de lo que esperaba. Al final, estaba haciendo todo lo que hace una pareja: lo ayudaba económicamente, le hacía regalos, le prestaba atención, lo trataba con cariño, le era fiel, incluso lo llevé al médico. Entonces, ¿cómo no iba a ver que, quisiera o no, ya éramos una pareja?
Lo más doloroso fue que, dos días después de cortar comunicación por esa discusión, me enteré de que él llevaba meses viendo a otra mujer e incluso había intimado con ella en el tiempo que a mí me decía que el nombre no importaba, que lo importante era respetarse y ser fiel.
Finalmente, lo admitió. Fue entonces cuando le dije que, aunque no quisiera aceptarlo, nosotros sí habíamos tenido una relación durante casi dos años, con todo lo que habíamos vivido y hablado. Al final, lo reconoció y también aceptó que me había sido infiel.
No me arrepiento de lo que viví, ni de lo que di, porque al final eso habla de mí. Pero lo que tengo claro es que nunca más voy a soportar estar en una relación en donde no cumplen con mis estándares y que me tienen que reconocer como pareja si eso es lo que estamos viviendo.
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