Conocí a Simón en diciembre de 2017 en el cumpleaños de una amiga, estaba entre un grupo de amigos tocando música y me llamó la atención porque me tincó que era un tipo entretenido.
Le pregunté a mi amiga quién era y si estaba pololeando. Había terminado hace un tiempo y yo también estaba soltera, así que le dije a mi amiga que coordinara una cita. Nos juntamos ella, su pololo, Simón y yo. Esa tarde nos dimos nuestro primer beso.
Nos seguimos viendo en varias ocasiones y yo esperaba que lo que estábamos teniendo mutara a algo más. Pero pasaba el tiempo y seguíamos en lo mismo. Yo, por mi lado, no le decía lo que sentía pero si demostraba mayor interés. Nos veíamos cuando yo lo llamaba o esas veces que él me buscaba a mí. Otras le escribía, lo invitaba a salir o le preguntaba cómo estaba. Pero sus respuestas siempre eran cortantes: "no puedo", "no tengo plata" o "estoy ocupado".
Aunque me daba cuenta de que él no quería estar conmigo, una tremenda idiotez me tenía insistiendo, porque creía que en algún minuto su desinterés se volvería en interés. Quería estar con él, pero más que eso, me di cuenta que no quería estar sola. Tenía plena consciencia que no era para mí porque era muy picaflor, un Don Juan. Pero aunque viera que habían 10 mujeres escribiéndole en sus redes sociales, seguía pensando que en algún minuto él iba a cambiar. La realidad es que no fue así.
Muchas veces sentí frustración. No entendía por qué no quería estar conmigo y cuando le pedía consejos a mis amigas me decían que saliera de ahí, que no estuviera con alguien como él. Mi mejor amiga, que es psicóloga, me decía: "Corta ese lazo". Pero yo seguía.
A mis amigas, cuando conversábamos, les decía que no me gustaba tanto. Pero me estaba auto engañando. Había incurrido en una situación muy extraña e incómoda y ya no me estaba sintiendo bien. Pero nada de lo que me dijeran iba a servir. Tenía que darme cuenta sola.
Ahora lo pienso y veo lo poco que me quería. La verdad es que él nunca quiso estar conmigo. Me quería para el rato y no lo pude asumir como tal hasta mucho después. Estaba forzando algo que no tenía por dónde. Había una ansiedad por pololear que me estaba controlando.
Pasaron seis meses hasta que me aburrí de sus actitudes. Fue justo después de mandarle un mensaje tierno que él respondió de una manera muy cortante. No me acuerdo muy bien qué le puse, pero sí me acuerdo del sentimiento. Ahí hice click y en ese momento dije ya no más. Esto no es lo que merezco.
No le hablé y, como era de esperarse, el no me buscó.
En agosto del 2018, conocí a Ale, mi actual pololo y papá de mi hija. Con él fue todo diferente. Desde el principio me buscó. Fui cautelosa en un comienzo, con un poco de miedo quizás de que ocurriera lo mismo de siempre, pero poco a poco el amor que estaba recibiendo me fue sanando.
Ya llevamos un año y medio juntos y ha sido una montaña rusa de emociones. Pasé de tener nada a tenerlo todo. Ale se cruzó en mi camino para cambiar mi vida y entregarme lo que siempre quise, un amor sano y real. Es un hombre genial.
Es fácil decirles que todo esto se trataba de amor propio cuando ya lo superaste, pero cuando estás metida en medio de relaciones tóxicas y dudosas, te ciegas. Crees y aceptas que ese es el amor que mereces. Todos los consejos entran por un oído y salen por el otro. Intentan abrirte los ojos pero finalmente eres tú la que decide cuándo y cómo salir de ahí. Lo importante es saber -y nunca dudar- que somos valiosas y que podemos recibir el mismo amor que entregamos.
Natalia (32) es arquitecta y mamá de Josefa.