"Hace un año terminé una relación muy importante que duró cuatro años y medio. Fue uno de esos pololeos tormentosos e intensos en los que se aprende mucho, pero también se pelea y se discute a diario. En resumidas cuentas, y mirando hacia atrás, podríamos decir que no fue de los más sanos. Y me alegra haber salido de ahí, porque si bien nos quisimos y nos admiramos mutuamente, los dos éramos muy llevados a nuestras ideas y juntos simplemente no funcionábamos. No hubo abuso, no hubo violencia, pero alargamos un vínculo y ese fue el error. Eso lo volvió más dañino y tortuoso de lo que debió haber sido.

Finalmente logramos tomar la decisión de cortar por lo sano y dejarnos ir. Entendimos que habíamos incurrido en una dinámica que no nos permitía crecer y desarrollarnos de manera individual, porque era mucha la energía que invertíamos en un ir y venir y constante choque de ideas.

La ruptura por ende, fue fuerte. De esos quiebres que en realidad te hacen revaluar los actos pasados, las decisiones y también te dejan más reflexiva que otra cosa. Y todo lo que he hecho desde entonces ha sido con cautela, porque aun no me siento del todo preparada para enfrentar el mundo con plena naturalidad.

Durante este año he salido con un par de personas, pero nunca me he entregado por completo a la posibilidad de conocer realmente a alguien. Y creo que es porque aun estoy dolida o porque hay una fractura que aun no ha sido del todo reparada. Eso me ha hecho encontrarme varias veces diciéndole a los hombres con los que he interactuado que no quiero nada serio. Y probablemente sea real, pero he tenido que detenerme a pensar de dónde viene esa frase que a muchos les sale de manera casi automática, como si se tratara de una muralla que uno levanta y que te va proteger de cualquier cosa cuando en realidad no sé si ese alguien me estaba exigiendo algo serio. A pensar que quizá me estoy adelantando.

Aun no tengo muy articulada esta idea y estos son pensamientos pasajeros que tuve el otro día después de conversar lo que me estaba pasando con una amiga. Es curioso, porque a lo largo de mi vida me han dicho muchas veces que “no querían nada serio”. Antes de mi último pololeo, de hecho, salí un par de veces con un chico que me gustó bastante y en la tercera cita, mientras salíamos de un bar, me dijo “oye, me gustas, pero yo en este momento no quiero y no puedo tener nada serio”.

Esa vez me acuerdo que me cayó como patada en la guata. Sentí pena, frustración y también extrañeza. Busqué refugio en las palabras de mis amigas que tiernamente trataron de hacerme sentir mejor. Algunas me dijeron que los hombres a veces decían eso cuando estaban asustados o cuando no tenían sus propios temas resueltos. Otras me dijeron: “no pierdas tu tiempo con él. Si te dice eso es porque no está ni ahí”. Y un sinfín de explicaciones. Pero ninguna me convenció y no sabía qué creer. ¿Era una parada? ¿Un mecanismo de defensa o realmente una expresión del narcicismo y egocentrismo al que es capaz de llegar una persona soberbia que quiere tener todo y nada a la vez? En buen chileno, alguien que no quiere perder ni el pan ni el pedazo.

Pero en este tiempo he entendido que de base, está el miedo. Detrás de esta postura de decretar –o más bien adelantarse, porque ¿acaso alguien nos pidió algo serio?– que queremos estar más desprendidos, desligados y que nadie nos exija nada mucho, hay un miedo profundo frente a la posibilidad de sufrir. Es para prevenir un posible daño, porque si no fuera así, no habría necesidad de decirlo. Porque en estricto rigor, ¿qué sabemos nosotros si el otro quiere o no algo serio? O, más bien, ¿por qué no nos permitimos ir viendo lo que pasa antes de decir que no queremos nada serio?

También es cierto que a veces es mero narcisismo. Especialmente si se trata de alguien que sabe que en los actos está mostrando lo contrario pero aun así en lo expresado se cierra a la posibilidad. Pero quizás es más complejo que eso. Y en los vínculos amorosos no se actúa desde lo racional. Sí creo que hay que tratar de ser lo más responsables posible con uno mismo y con el otro. No mentir, ni a uno mismo ni al otro. Y junto a eso ir articulando una dinámica que le acomode a los involucrados. Pero todo lo demás se va aprendiendo. Yo ahora sé que hay una parte del “no quiero nada serio” que tiene que ver con estar más desprendidos o incapacitados de entregarse por completo. Pero también –y no es excluyente– tiene que ver con ponerse el parche antes de la herida. Lo que no lo justifica, en caso que se le esté haciendo un daño al otro. Pero sí es bueno saber que es una actitud que encuentra sus raíces en el miedo".

Eugenia Henríquez (31) es nutricionista y cantante amateur.