Paula 1152. Sábado 19 de julio de 2014.
Sobre por qué, según el escritor argentino Patricio Pron, radicado en Madrid y al que le tocó vivir un tiempo en Londres, la comida inglesa ha sido injustamente considerada la peor del mundo.
George Orwell constató en alguna ocasión el hecho de que la cocina inglesa es considerada "la peor del mundo", opinión que al autor de 1984 le parecía errónea: "Como cualquiera que haya pasado tiempo en el extranjero sabrá, hay toda una serie de exquisiteces que es prácticamente imposible conseguir fuera de los países anglófonos", afirmó en su artículo "En defensa de la cocina inglesa".
Bastante más de medio siglo después de la publicación de ese artículo, en 1945, las opiniones sobre la cocina inglesa no han cambiado. A menudo se dice que es grasosa, pesada y desabrida, y lo cierto es que es grasosa, aunque también pesada y desabrida, y bastante poco agradable de ver. Piénsese en los kippers, arenques ahumados servidos habitualmente de tal manera que no uno sino dos rostros de pescado miren al comensal con una mirada de reproche y una boca abierta a punto de soltar un grito. En los christmas puddings, que son pasteles bastante sabrosos cuyo aspecto es el de que alguien se los olvidó en el horno y no ahora sino hace dos años. En la bread sauce o salsa de pan con la que se aprovechan los restos, en el queso stilton (cuyo aroma hace que quesos como el roquefort parezcan oler a rosas del campo), en los shepherd's pies que disimulan la pobreza de sus ingredientes mediante la acumulación, en los scons, galletas de mantequilla a las que se les suele agregar mermelada y (en una demostración de falta de imaginación o tal vez de excesivo amor por las grasas de origen animal) también se les agrega mantequilla. A todo esto se podrían agregar dos "delikatessen" escocesas: el haggis, pulmón, hígado y corazón de cordero picados y cocinados dentro del estómago del animal, y la barra de chocolate Mars rebozada y frita.
A pesar de que ninguno de estos platos parece muy apetecible, lo cierto es que buena parte de ellos son sencillamente exquisitos si han sido hechos adecuadamente. Al problema de que la mayoría nos resultan desconocidos a quienes no nos hemos criado en Inglaterra (lo que dificulta que los escojamos en un restorán si se nos presenta la oportunidad), se suma el de que (y esto es algo que parece suceder desde la época de Orwell, quien lo menciona en su artículo) a menudo la comida inglesa tradicional "es más fácil de encontrar en el hogar inglés más pobre que en un restorán". Desde luego, este es un problema cuando se visita Londres (los precios también lo son), pero vale la pena intentar resolverlo dando con un buen restorán de comida inglesa porque la recompensa es el descubrimiento de una gastronomía prácticamente desconocida y singularmente diversa si se piensa en el país del que proviene: una isla pequeña y distante donde solo se pueden criar ovejas y vacas lecheras, en el que no hay mucho más que papas, algo de trigo y manzanas. Ante un plato de shepherd's pie, el visitante solo puede pensar, con agradecimiento, que suficiente han hecho los ingleses con lo poco que tienen. Quizás también Orwell les diese la razón.