A lo largo de la historia moderna y bajo el alero de distintos productos de consumo cultural, se han normalizado formas de ser pareja hasta tal punto de convertirlas en deseables, cuando en realidad podrían ser problemáticas. Y esto abarca un abanico inmenso de situaciones, desde sitcoms en que la mujer siempre es neurótica y el hombre despreocupado, hasta novelas donde para tener un amor verdadero primero hay que sufrir muchísimo. Pero algo que aparece en películas, series, libros y canciones es la completa mimetización de la pareja como la consolidación absoluta de la relación.
Es como cuando el grupo argentino Miranda! canta: “¿Cuánto tiempo hemos sido uno los dos? Me preguntan a mi, contestas vos. Y es que tu no eras tu sin mí, no, no eras nada ni yo existía sin tu compañía”. La canción se muestra nostálgica de los buenos tiempos de la relación, cuando eran casi la misma persona, cuando no eran él y ella, sino que ellos.
Y aunque pueda sonar romántico, lo cierto es que da cuenta de pérdida de individualidad, de identidad personal y, a fin de cuentas, de libertad, porque qué limitante no existir como persona, sino que solo vivir como pareja. Como escribió el doctor en psicología, Álvaro Silva: “Encontramos a parejas que buscan realizar sus actividades cotidianas de manera conjunta, perdiendo los espacios individuales y personales, buscando ser uno solo en nombre del ‘amor’, lo cual a la larga puede generar un sentimiento de asfixia en uno de los miembros”.
Pero cabe destacar que las relaciones de pareja son dinámicas y no estáticas, y que mientras que no se debería idealizar el “ser uno los dos”, sí se tiene que entender como parte de la etapa de enamoramiento, hasta cierta medida. Así lo explica la psicóloga Daniela Werner: “Al comienzo de la relación esto puede ser sano. Queremos compartir más con la otra persona, la frecuencia sexual es mucho mayor porque hay una necesidad de tener intimidad, cercanía y conexión con el otro, para poder vincularnos de una manera más profunda”.
Con el paso del tiempo y a medida que la relación se consolida, la idea de estar siempre juntos o lo más conectados posible pierde peso y da lugar a otras cosas más importantes, como la confianza o la estabilidad, por ejemplo. “Corresponde que se manifiesta la individualidad de cada persona y la necesidad de que una relación tenga aire”, comenta Werner y agrega: “Todos necesitamos vínculo y cercanía, pero también distancia, autonomía e independencia, porque eso también nos da muchas cosas. Nos nutre individualmente, nos hace sentir que podemos depender de otros y no solo de nuestra pareja, y que podemos tener espacio para otros intereses que quizás no compartimos”.
Quizás los chicos de Miranda! tienen un punto, en cuanto cada cambio trae consigo un luto, y quizás tras años de relación las parejas a veces extrañen las sensaciones que reinaban esos primeros meses, así como la necesidad de estar cerca. Pero cada nueva etapa trae consigo cosas buenas. La madurez de un romance no significa perder algo que hizo bien, sino que conseguir algo que puede ser todavía mejor. “Tener un espacio individual rico, respetado, con límites, donde pueda desplegar quien soy, ayuda a enriquecer mi identidad y a mi como persona; a mi salud mental y a mi desarrollo”, asegura Werner y agrega: “Pero también enriquece a la relación que ambos tengan su vida, porque nos da algo que aportar, una historia que contar, así como inquietudes o dudas para poner sobre la mesa”.
Al contrario, explica que si una pareja se aferra a las primeras emociones y se niega a madurar o a dejar que los individuos tengan su mundo privado, esta solo se verá perjudicada:.“Cuando se está con el tema de ser uno, muchos aspectos que son individuales y propios de la identidad terminan siendo suprimidos, escondidos y ni las personas ni la relación se logran desarrollar completamente”.
Cuando no se cultivan la propia identidad y los espacios privados se pierde mucho. Se abandonan amistades cuando no se trata de “amigos en común”, se deja de hacer hobbies o actividades que nos llenaban de alegría, e incluso perdemos parte de nosotras mismas.
“La relación es un organismo vivo y necesita aire, intercambio, adaptación a cambios, momentos de más cercanía y más distancia”, reitera la especialista y explica: “Es en ese movimiento constante que puede evolucionar. Pero cuando una relación se mantiene estática y simbiótica es muy fácil que no solo sea perjudicada, sino que también se abre la puerta a ciertos vicios e incluso malos tratos. Entonces, tener redes y espacios fuera de la pareja es algo que también nos protege”. Porque claro, si somos uno los dos entonces ¿quién puedo ser sin el otro? ¿Qué pasa si necesito terminar la relación? ¿Me quedo sola? ¿Tengo dónde ir?