Entre los cierres de año, paseos, compras y las elecciones del proceso constitucional, llegó la Navidad casi sin darnos cuenta. Una fecha en la que nos volvemos a encontrar con familiares que habitualmente no vemos. Y, casi siempre, lo hacemos alrededor de una mesa; ya sea a través de una clásica preparación de papas duquesa, disfrutando un pavo relleno al estilo norteamericano, o compartiendo un picoteo acompañado del infaltable pan de pascua.
Que la comida sea el centro, sin embargo, puede ser problemático especialmente para aquellas personas que, históricamente, han recibido comentarios desagradables respecto a su apariencia de parte de familiares. Pero no solo eso, sino también opiniones en relación a lo que eligen comer, o no, en estas instancias sociales. ¿Por qué te echas tanto en el plato? ¿No crees que estás comiendo demasiado? ¿Tan poquito te vas a servir? ¿Acaso te estás ‘cuidando’? ¿Te hiciste vegana?
Esos son algunos de los comentarios que, además de ser intrusivos respecto a las decisiones alimentarias, no consideran la diversidad de razones por las que las personas eligen, o no, comer determinados productos: gustos, problemas digestivos, alergias alimentarias, condiciones médicas o incluso, control de peso.
Fernanda Mena, psicóloga clínica especialista en conducta alimentaria y co-fundadora de Clínica Libre Vivir; asegura que este tipo de comentarios se encuentran tan normalizados a nivel social que no solo los podemos recibir en esta reuniones especiales -como la Navidad-, sino también en el día a día, en casas, espacios de trabajo o en juntas con amigos. “De hecho, alrededor de un 80% de mis pacientes crecieron en ambientes donde se hablaba negativamente de la alimentación”, relata.
Pero, ¿por qué la comida se vuelve tema en un momento donde lo esencial es el encuentro con los demás? Fernanda Mena (@ps.fernanda.mena) lo atribuye a la cultura de la dieta, al considerar que este paradigma no solo valora los cuerpos delgados, sino también las comidas ‘saludables’ para alcanzar esos objetivos físicos. “Como ese mandato es tan fuerte, queremos cumplir esa expectativa social, para sentirnos parte de. Y por otro lado, buscamos evitar el rechazo del grupo, ya que, sin duda, que hablen de tus elecciones alimentarias negativamente, te hace experimentar esa sensación, que impacta a nivel psíquico y emocional”, dice.
Para Isidora Guzmán (@ps.isidoraguzman), psicóloga clínica especialista en conducta alimentaria e imagen corporal, estas opiniones surgen porque quienes las emiten probablemente están preocupados por sus decisiones alimenticias. “Empiezan a compararse y estar atentos a lo que el otro hace porque se piensa que está bien comer de cierta manera o restringirse ahora que viene el verano. Se da una mezcla entre estar preocupado por mí y la fijación por lo que come el otro, por la creencia de que hay ciertas maneras de alimentarse que son mejores”, sostiene.
En Chile, se estima que un millón de personas sufre de algún desorden de la conducta alimentaria a lo largo de su vida; un proceso que se aceleró durante la pandemia donde las consultas por este tipo de trastornos aumentaron en un 30%, por parte de los adolescentes.
En ese escenario, recibir comentarios respecto a lo que se come puede tener un efecto gatillante especialmente en aquellos/as que tienen conductas alimentarias alteradas de manera previa. “Puede generar más obsesión con la comida y el cuerpo, y llevar a sentir vergüenza de comer frente a los demás, sub alimentarse, comer a escondidas o tener atracones. Además, estos comportamientos pueden provocar alteraciones en la identidad, la autoestima y conducir al aislamiento social”, agrega Mena.
Establecer límites
Ser consciente de que estos comentarios son externos es clave en este tipo de casos, porque de ese modo las personas pueden establecer límites, ya sea con familiares, o cercanos. Solo así se puede evitar que se afecte la relación con la comida y la autopercepción corporal. “Aunque puede ser molesto y generar emociones como rabia, pena o frustración, hay que hacerlo de manera asertiva. Existen diversas estrategias para esto; una de ellas es cambiar el tema. Por ejemplo, si alguien dice ‘creo que te serviste demasiadas papas’, responder ‘sí, es que están muy ricas, ¿me das la receta?’. Es agarrarse del asunto y desviarlo de las ideas que se dijeron como crítica”, explica.
Sin embargo, también se puede intentar poner los límites de manera directa, poniendo foco en lo que se siente, pero también intentando considerar a quién está al frente. “Algo así como ‘entiendo que tu comentario no viene en mala onda, pero no me hace bien recibir este tipo de opiniones’”, dice Isidora Guzmán. De manera parecida lo explica Fernanda Mena: “Siempre resulta muy efectivo partir admitiendo el impacto emocional que tiene esa temática para ti. Decir ‘me hace sentir muy apenada/avergonzada/molesta cuando comentas sobre lo que como, te agradecería lo no hicieras más’”.
En caso de no funcionar, puntualiza Fernanda, se puede ser aún más tajante. “Decir ‘qué cosa tan rara para decir en voz alta’ o ‘me sorprende que te sientas cómodo diciendo eso’. Si la insistencia sigue, sugiero cambiar drásticamente de tema o salir del espacio donde se está generando la conversación para evitar esa exposición tan violenta”, concluye.