“No es el deseo de ser bella lo que está mal, sino la obligación de serlo o tratar de serlo” escribía Susan Sontag en 1975 en un ensayo sobre la belleza, publicado en la revista Vogue, entre fotos de modelos y actrices famosas. En él, denunciaba la trampa en la cual caemos las mujeres al rendirnos al halago de ser siempre las portadoras del ideal de belleza del momento. La imposición social de ser el “sexo hermoso” -decía- que es aceptado por la mayoría como una idealización halagadora, termina siendo para nosotras una forma de auto opresión que solo nos hace sentir inferiores a lo que realmente somos. “Las mujeres son educadas para ver sus cuerpos en partes, y para evaluar cada parte de forma separada. Senos, pies, caderas, cintura, cuello, ojos, cutis, cabello, y así, cada uno es sometido a menudo a un irritable y desesperado escrutinio. Incluso si algunos pasan la prueba, siempre serán encontrados defectuosos”.

Respecto a los tiempos del artículo de Sontag, hoy el mandato de representar la belleza la hemos ido sorteando mejor, con mucho feminismo. Ya no son solo los rostros perfectos ni los cuerpos delgados y armoniosos de las actrices y modelos que acompañaron la publicación de Sontag, en la Vogue del 75, los únicos que marcan pautas. Gracias al movimiento Body Positive, que está rompiendo con los ideales de cuerpos perfectos, esa auto-opresión de la que hablaba Sontag es un corsé menos apretado. Hoy son los cuerpos grandes, gordos, con pelos y estrías los que hacen el llamado, desde las redes sociales a la publicidad, a amar y aceptar cada cuerpo tal cuál es y a difundir la idea de que todas somos hermosas.

Pero ¿nos libera realmente este movimiento del mandato de la belleza? Para Francesca Chiappini y María Belén Gómez, ambas psicólogas de CIDEM Chile, centro interdisciplinario de las mujeres que aborda la psicoterapia desde una perspectiva feminista, haber vivido en una sociedad con estereotipos de belleza totalmente inalcanzables generó un profundo malestar en muchas generaciones de mujeres que no se sintieron suficientes al no cumplir con la belleza hegemónica. “Como respuesta, aparece el Body Positive, para resignificar esta imagen corporal, diciendo que todos los cuerpos son hermosos y que debemos ‘amarnos independiente del cuerpo que tengamos’”. Pero el problema que ambas ven en el movimiento, es que a pesar de que a muchas mujeres les hace sentido y les ha ayudado a sentirse incluidas y a resignificar el ideal de belleza, existe también la percepción de que se transformó en una exigencia más, con expectativas poco realistas y ligadas a lo comercial, ahora con cuerpos curvilíneamente hegemónicos. “Se exige, además, cómo tienes que relacionarte con tu cuerpo, teniendo la obligación de amar cada parte. Para muchas mujeres es extremadamente difícil llegar a tener este autoconcepto, por lo que entran en un espiral de pensamientos negativos en relación ahora, no solo a su cuerpo, si no a la culpa de no poder amarlo como otras personas lo aman a pesar de no tener cuerpos hegemónicos y delgados”.

Quizás como respuesta a las dudas y frustraciones que este movimiento genera en algunas, surge otro concepto que hoy circula en redes: el Body Neutrality o neutralidad corporal. Un movimiento que valida el hecho de que no tenemos por qué sentirnos hermosas ni disfrutar siempre de nuestro físico. En definitiva, no busca que ames todo el tiempo tu cuerpo, sino solo aceptarlo, dejando de lado la ansiedad que puede producir el obligarse a sentirse bellas tal cual somos, ni darle tanta prioridad a lo estético.

La publicista Isadora Díaz-Valdés dice sentirse identificada con este último movimiento. Hace unas semanas subió una foto a su Instagram donde deja mostrar sus rollos frente al espejo, junto a un texto donde, entre otras cosas, explica su aceptación del cuerpo: “porque no tengo por qué amarlo. “Me gustaría que el cuerpo no fuera tema nunca, que la belleza no tuviera importancia, porque tal vez no todo tiene que ser siempre hermoso. Tampoco podemos estar obligadas a encontrar que todas las personas o cuerpos son hermosos, y está bien, la belleza no puede ser lo más importante. Tampoco me siento cómoda con esa lucha de querer encontrar que mi cuerpo sea hermoso si de verdad no lo siento, lo he odiado casi toda mi vida, así que no es tan fácil para mí trabajar el amor, pero aceptarlo me parece lo más sensato, es menos presión”. A Isadora, el Body Neutrality la hace sentir más cómoda como movimiento porque busca que el cuerpo no defina quién eres. “El Body Positive sigue centrando la belleza como algo importante, aunque sea fuera de los estándares impuestos. A veces puede caer en lo mismo que hacen esas frases de moda de positividad tóxica, que te hacen cargar con una responsabilidad muy grande, generando una sensación de falsa felicidad y silenciando también los pensamientos negativos que tal vez muchas personas sienten sobre su cuerpo.”

Según un estudio de La Rebelión del Cuerpo, las chilenas pasan el doble del tiempo que los hombres pensando en su cuerpo, es decir, 3,6 horas del día y 1,8 horas del día, respectivamente. Así mismo, que el 72% de las mujeres siente vergüenza de su cuerpo, frente a un 49% de los hombres que tiene la misma emoción. El mismo colectivo en otro estudio de 2018 mostró que el 86% de las mujeres ha dejado de realizar alguna actividad porque se siente insegura con su cuerpo, y que el 82% de las mujeres se ha sentido en desventaja por su aspecto físico al ver la figura de otra mujer. Para Francesca y María Belén, estas cifras evidencian cómo afecta la imagen corporal en la vida de las mujeres. “La imagen corporal se ha vuelto la base de la autoestima para la gran mayoría de las mujeres, que afecta y es transversal a todos los otros aspectos de la vida como la sexualidad, el ocio, el placer, el trabajo, etc. Por lo tanto, el trabajo de llegar a amarse incondicionalmente y en todo momento es un objetivo muy lejano y difícil para muchas personas, donde la identidad está puesta en tela de juicio y la auto crítica es altísima”.

Ambas profesionales señalan, por lo mismo, que si tuvieran que elegir entre alguno de los dos movimientos, se inclinarían más por el Body Neutrality. “Porque finalmente, aparte de todos los estereotipos de género con los que ya cargamos como mujeres, que van ligados principalmente a la apariencia, aparece una exigencia más, que básicamente nos dice que a pesar de que vivimos en una sociedad que está obsesionada con la apariencia femenina y que nos hace poner toda nuestra valía y autoestima dependiente de ella, tienes que amarte a ti misma y agradecerle a tu cuerpo. Se continúa reproduciendo la misma lógica de poner nuestra atención en nuestra imagen corporal, cuando en realidad, el trabajo que debemos hacer es decir: ‘tu imagen corporal, es una pequeña parte de toda tu autodefinición y autoestima, y está bien si esa parte tuya no te gusta, porque eres muchísimo más que eso”.

Sin embargo, ambas también consideran como fundamental entender que no hay que individualizar el dolor y la responsabilidad de aceptarse y de sanar aquellas heridas en relación al cuerpo. “Se debe colectivizar este sufrimiento porque no es un problema de cada mujer en particular, sino que es un problema social. A pesar de los movimientos, finalmente dejamos intacto el problema principal y de fondo que es que vivimos en una sociedad obsesionada con la apariencia física de las mujeres y que deja a un lado otros componentes del autoconcepto y la autoestima”.

Un movimiento o una mirada neutral sobre el cuerpo que comulga un poco más con la crítica que Susan Sontag hizo hace casi 50 años; el cuerpo de la mujer no tiene por qué necesariamente encarnar ningún tipo de belleza, por muy transversales y amables que lo sean sus cánones. “Ser llamada hermosa implica señalar algo esencial del carácter y las preocupaciones de la mujer, al contrario de los hombres, cuya esencia es ser fuertes, efectivos y competentes”, dice Susan al final del ensayo. “Son “todos,” una sociedad entera, los que han identificado el ser femenino con preocuparse por las apariencias. En contraste con ser masculino identificado con lo que uno es y hace, y solo secundariamente, si acaso, con cómo uno se ve”.

De todas formas, cada movimiento, uno seguido de otro, van haciendo un camino para liberarnos de esa “auto-opresión” de la que habla Sontag. “Al final –dice Isadora- creo que lo más importante es que cada persona tenga la posibilidad de decidir con cuál movimiento se siente más cómoda, y de la forma que sea; todes podemos aprender a convivir con nuestro cuerpo de la mejor manera posible”.