No todo es slow

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Amo el invierno, los chalecos de lana, el guatero y a la Nina Simone. La conocí porque tuve un abuelo muy especial; uno que me hablaba fuerte, me regalaba autitos para el cumpleaños y decía que la mujeres somos muy valientes. Y como ejemplo, me habló de una mujer negra que quería ser pianista de música clásica, pero que como no pudo por negra, se convirtió en activista: se paraba frente al mundo y cantaba con ironía y valentía por la igualdad de derechos raciales. Todo esto me lo dijo cuando yo tenía 10 años. Tiempo más tarde, escuché Mississippi Goddam y amé a la Nina Simone para siempre.

Cada vez que la escucho, siento su voz ardiendo como una llama: a ratos rápida y apasionada, a ratos lenta y seductora. Enciende mis inviernos y los abriga de luchas pasadas, las que ahora parecen ganadas, pero que sin duda, se trasformaron en otras. No me declaro activista, no me creo ningún discurso en particular. Engancho con lo que me hace sentido, y la igualdad de derechos y la conciencia ambiental son dos causas que me convocan. Cuestiono todo. Googleo todo. Me desespera la inercia, la ignorancia por comodidad, la gente consumista, ostentosa y glotona. Porque si hay que ir en contra de algo –activamente– es en contra de la glotonería. Que existan seres que tengan tanto más que los otros: derechos, tierras, comida, salud, cultura, aire limpio y agua pura.

Me indigna que por la excesiva contaminación que produce China, con más de 10,64 kilotoneladas de CO2 –la que lanza a la atmósfera de todos¬– y por la de Estados Unidos, con 5,17 kilotoneladas, estemos sufriendo las consecuencias de la catástrofe ambiental más grande de la historia de la humanidad. Y no es nada en contra de los chinos ni de los gringos, porque los chilenos hemos aumentado nuestra deuda con la Tierra este año en más de un mes: el pasado 19 de mayo llegamos al tope del uso de recursos naturales capaces de regenerarse en lo que queda del año. Con apagar luces, no alcanza.

Go Slow, dice Nina Simone, irónicamente en Mississippi Goddam (Mississippi Maldito), reclamando justicia por las muertes de personas de color en esos años, y lo canta enojada al piano en el Carnegie Hall, en pleno Manhattan, en 1964. Por supuesto, hubo varios estados que prohibieron la canción porque usaba la palabra "Maldito", y muchos que quemaron sus vinilos. Pero hay asuntos que merecen ser cantados, vociferados, gritados y que no deben quedar en la inercia, en la espera, durmiendo en el Congreso, entrampados en la burocracia, como la reforma del Impuesto Verde para las Termoeléctricas a carbón, las que con su contaminación provocan unas 3.700 muertes prematuras al año y tienen saturadas zonas donde viven personas que respiran aires inmundos. Esos asuntos necesitan acción, movimiento, marchas, urgencia, pianos, guitarras. Voces firmes. Voces fuertes.

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